miércoles, 4 de enero de 2017

¿Qué Tendremos Que Hacer Para Lograrlo?

El mundo religioso en general está tan poco consciente de lo que es el verdadero cristianismo que son muy pocos los que comparativamente tienen una verdadera comunión con Dios. No me atrevería articular tal declaración si no tuviera el respaldo de suficientes escrituras bíblicas al respecto. Durante muchas épocas del tiempo y durante muchas generaciones, se les ha dicho a las gentes la mentira colosal de que podrán entrar al cielo—que pueden ser considerados como discípulos reales del Señor Jesucristo—aun cuando no tengan esas buenas relaciones con Él.
Consideremos algunas palabras del Libro de Todos Los Libros—el Libro de la verdad y sabiduría fundamental—la Santa Biblia, que para el pueblo de habla inglesa la traducción más aceptable es la versión del Rey Jacobo y para el español es la traducción de Reina Valera, revisión hasta el 1909. En el Capitulo 14 de Lucas, Jesús articuló algunas declaraciones asombrosas acerca de quiénes son y quienes no son Sus discípulos. En Lucas 14:33, Jesús dijo: "Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo". Si tal declaración no fuera no la habría dicho. Él quiso decir precisamente lo que dijo. Si queremos ser Sus discípulos, tenemos que llegar al punto de rendir totalmente todo lo que tenemos y que es de mucha estima para nosotros ante Sus pies, renunciándolo todo a Él, incluyendo aquellas cosas que más amamos y estimamos. Eso no necesariamente significa que debemos liquidar todo lo que poseemos y depositarlo a Sus pies cuando nos convertimos en Sus discípulos, sino que debemos ponerlo todo en Sus manos y desde ahí en adelante, estar listos y dispuestos a renunciar a todo cuando Él nos llame a hacerlo. Algo menor a esto, Él no lo aceptará. En Sus propias palabras, Él nos dice que no nos considerará Sus discípulos hasta que hayamos hecho tal compromiso—y eso incluye a todas aquellas cosas que más apreciemos. Cuando Él llama, no podemos ser Sus discípulos si permitimos que alguien se interponga entre Él y nosotros, o le dejemos que nos impidan cumplir ese compromiso que tenemos con Él a plenitud. En los versículos 26 y 27 de ese mismo capítulo, Jesús dijo: "Sí alguno viene a mí, y, no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y cualquiera que no trae su cruz, y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo".
La terminología aborrecer aquí no significa lo mismo que el uso que le damos en el lenguaje moderno, sino que es un término comparativo que muestra la diferencia entre el amor intenso que debemos sentir por Él en comparación al que sentimos por nuestros seres muy amados. No hay lugar para el odio en el corazón de Sus discípulos para nadie, especialmente nuestros seres amados. Tenemos que amarle tanto más que en comparación con ellos, sería la diferencia entre el odio y nuestro amor por nuestros seres amados.
Y la cruz mencionada no son las pruebas y tribulaciones de la vida o aun los rigores y cargas de nuestro servicio para Él; por el contrario, significa lo mismo para nosotros como lo que significó para Él—la total entrega, incluyendo el rendimiento de nuestras vidas por Su causa, si así lo requiere el caso.
Siendo que lo que Jesús está diciendo aquí es cierto, eso significa que hay muchas personas que están jugando a la religión. Su religión es ejercida sobre sus propios términos. No han llevado todo al altar, y están estableciendo sus propios términos y condiciones tocantes hasta que extensión le seguirán—hacia dónde irán y lo que harán. El diablo ha hecho que se sientan petulantes y autoconfiados respecto a que son personas muy religiosas, buenas y santas. Pero a los tales, Jesús declaró: “... apartaos de mí, obradores de maldad" (Mt. 7:23). Él también les dijo: "Nunca os conocí". Ellos estuvieron activos en su religión creada por el hombre, pero nunca fueron Sus discípulos. Otro comentario asombroso hecho por Jesús en ese pasaje fue: "Muchos me dirán en ese día: Señor, Señor... “(v. 22), cuando en el versículo 21, Él dijo: "No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que esto en los cielos".
Jesús no dijo cosas por el mero hecho de decirlas. Nada más importante, nada más cierto y nada más serio fue jamás dicho que lo que Él dijo. Muchos se han colocado a sí mismos dentro de la religión, y aun algunos dentro de la Iglesia, quienes jamás fueron llamados de Dios. Después que Jesús hubo discutido el asunto de los obreros que habían sido empleados para trabajar en la viña por un denario al día y algunos de ellos objetaron respecto a que los que fueron empleados más tarde aquel mismo día recibieron un denario de paga como los que habían sido empleados temprano en la mañana, Él habló del administrador, un tipo de Sí Mismo, cuando dijo: "¿No me es lícito a mí hacer lo que quiero con lo mío? O ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno? Así los primeros serán postreros, y los postreros primeros: porque muchos son llamados, mas pocos escogidos" (Mt. 20: 15,16). En Mateo 22:14, Jesús volvió a decir: "Porque muchos son llamados, y pocos escogidos". Mencioné hace unos minutos atrás que muchos se han colocado a sí mismos dentro de la religión y aun dentro de las filas de La Iglesia de Dios. En relación a esto, Jesús dijo en Juan 15:16: "No me elegisteis vosotros a mi mas yo os elegí a vosotros... ". Aquellos quienes no han sido llamados ni escogidos de Dios, sólo pueden causar problemas y disturbios, y serán rechazados al final, pues han venido para satisfacer sus propias concupiscencias. El diablo los ha puesto allí para ejecutar su obra y para interferir e impedir la obra de Dios.
Nos regocijamos y damos gracias a Dios por habernos permitido ser parte de la reorganización de la Iglesia, pero permítanme advertirles, amados, que no todos los que están entre nosotros son de nosotros. Creemos que esta será la última división en la Iglesia, ya que el tiempo es corto, pero déjenme decirles que aun hay cizañas entre el trigo, y que todavía hay algunos pecadores en Sión. Estamos marchando hacia la perfección, y con la ayuda de Dios, la alcanzaremos; no obstante, todavía nos falta mucho camino. Sin duda que Dios hará una obra rápida, y con mas apremio en la Iglesia a fin de producir esto. Por lo tanto, vemos la necesidad de mostrar más madurez, dedicación, entrega y discipulado genuino que nunca antes. Los días más gloriosos de la Iglesia están al frente, ya que ella no fracasará en tener ese encuentro con Cristo la Cabeza.
Habrán algunos, muchos miles, si tal vez millones, que puedan lograr levantarse en el rapto; no obstante, podemos estar seguros de que únicamente aquellos quienes estén vestidos de ropas lavadas en la sangre del Cordero—los santificados por la gracia y poder de Dios, podrán lograrlo. Escuchemos esto de parte de los mismos labios de nuestro Señor (Mt. 19:29): "Y cualquiera que dejare casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna".
¿Es esa promesa suficiente? ¿Está dispuesto a aceptarla sobre Sus términos, y ser Su discípulo?

OBISPO ROBERT J. PRUITT, PASADO SUPERVISOR GENERAL

martes, 3 de enero de 2017

Prestando Atención Al Espíritu Santo

Consideremos ahora otro aspecto de nuestras relaciones con Dios como Sus agentes sobre la tierra, el de prestar atención a lo que el Espíritu Santo tiene que decir. Primero tenemos que reconocer que cada articulación que es pronunciada como una interpretación de un mensaje en lenguas no necesariamente es del Espíritu Santo. Creo que todos nosotros reconocemos esto. Algunas veces la gente utiliza este medio de comunicación para intentar colocar alguna palabra o idea propia y que el Espíritu Santo no tiene parte en ella. Sin embargo, eso no altera el hecho de que el verdadero Espíritu Santo está hablando más y más a La Iglesia de Dios de los últimos días para conferir inspiración, dirección e instrucciones sobre las aguas poco familiares en las que nos encontramos.
Muchos de nosotros al presente todavía recordamos vívidamente los sinsabores y angustias del alma que sentíamos en las Asambleas hace solamente unos cuantos años atrás cuando el Espíritu Santo habló con intensidad y gran apelación a la Iglesia para que se arrepintiera y enderezara sus caminos, sólo para verse ignorado y puesto de lado. Repetidas veces trató de atravesar aquella dura corteza de apatía e incredulidad para decirnos lo que iba a hacer si la Iglesia no prestaba atención a Su mensaje. Fue obvio que estaba contristado profundamente porque sabía cuál sería el resultado para la Iglesia.
Mis hermanos y hermanas, no podemos dejar que esto suceda de nuevo. Acabamos de pasar a través del proceso de reorganización debido a que algunos de los líderes de la pasada organización escogieron ignorar al Espíritu Santo y establecer su propio programa, y ahora podemos ver lo trágico de su error.
Lo que el Espíritu Santo está diciéndonos hoy mediante las interpretaciones, o por cualquier otro medio que escoja, es tan importante para nosotros como las palabras escritas que Él inspiró a los santos hombres de Dios en el pasado. Él no tolerará ser ignorado. Es vital que escuchemos y tomemos en serio lo que Él nos está diciendo. Él no soportará por mucho tiempo a los que tomen Su presencia livianamente.
Permítanme compartir con ustedes algunas cosas que Él nos ha estado hablando durante las diversas reuniones últimamente. El pasado 19 de Julio de 1995, recibimos la siguiente interpretación: "Hijos míos, les digo, hijos míos, preparaos. Les digo que tengo para cada uno de ustedes una obra especial que hacer, una obra especifica. Así como cada uno de vosotros sois parte del cuerpo, de igual manera tengo una obra para cada uno de ustedes que realizar. Os digo hijos míos, preparad vuestros corazones para la obra de la afluencia".
Notarán en este mensaje que el Espíritu Santo está enfatizando la importancia de estar personalmente preparados para una obra específica para la cual Dios ha llamado a cada uno de nosotros, y finalmente Él nos dice que preparemos nuestros corazones para la afluencia de las otras ovejas. Creemos que estamos en el comienzo de la gran obra de la afluencia, ¿lo cree usted? Todo parece indicar hacia el hecho de que en los próximos meses, veremos una tremenda afluencia hacia La Iglesia de Dios. No veremos este poderoso movimiento de Dios por medio de ser meros espectadores. Cada uno y todos nosotros tenemos que ser participantes en esta gran obra. Nadie podrá gloriarse en la obra de su compañero. Todos somos igualmente responsables y la obra no será concluida completamente hasta que cada uno haya realizado su trabajo.
El último mensaje que vino fue el 22 de julio: "Os digo, hijos míos, que vengo pronto y muy pronto. Vengo por un pueblo verdaderamente santo. Vengo por un pueblo vestido en ropas blancas, pues las han lavado en la sanare de mi Hijo. Vengo por una iglesia que sostiene la verdad. Vengo pronto, muy pronto, y os amonesto a que estéis preparados. Preparad vuestros corazones, pues vengo por un pueblo santo; vengo por un pueblo puro, un pueblo que sostenga Mi verdad. Les digo, hijos míos, alzad vuestros ojos al cielo, pues vuestra redención está cerca. Os digo, vengo pronto, muy pronto. Estad preparados".
Han habido muchos mensajes semejantes de parte del Espíritu Santo en el pasado reciente, y están disponibles en nuestras Minutas de Asamblea, incluyendo los dados durante la Asamblea Solemne. Otros más han sido registrados en cintas magnetofónicas durante los diversos servicios. Sería bueno que nosotros los escucháramos, pues son proféticos e informativos, y otras veces son mensajes de advertencia que nos han sido dados por alguna razón especifica, la cual debemos considerar seriamente, y obedecer lo que el Espíritu Santo nos trata de decir.
Mensaje Anual 90MA Asamblea General
Obispo Robert Pruitt

La Actitud Cristiana hacia los demás

Otra cuestión que se nos ha presentado, y que está causando problemas a algunos de nuestros hermanos es en el área de lo que algunos sicólogos definen como ajuste en actitudes. Para nosotros, esto es algo más que un problema sicológico—es un problema espiritual que puede ser más profundo que lo que aparenta ser en la superficie. Es el problema del perdón. Déjenme leerles algunas líneas de una carta que recibí de uno de nuestros supervisores recientemente. Estoy muy preocupado respecto a la actitud mental de algunos de nuestros laicos y ministros que veo que están evolucionando contra algunos de los santos de la oposición. No tenemos tiempo ni lugar en La Iglesia de Dios para actitudes mentales de tal naturaleza que puedan inquietar nuestro pueblo. El amor tiene que reinar perfectamente entre los santos, y que siempre se diga lo mismo que declararon nuestros antepasados: "¿Podría La Iglesia de Dios ser llamada la Iglesia del amor?" Permítanme agregar a esa declaración que a menos que perdonemos a los demás, nosotros tampoco seremos perdonados. Hay miles que todavía no han renovado sus pactos y que es posible que lo hagan si les mostramos un espíritu de amor y aceptación. No estaríamos donde estamos hoy debido a nuestros propios meritos. Todo lo logrado ha sido por la gracia de Dios. No tenemos derecho alguno a manifestar la actitud de: 'Tú no tienes nada que ver con nosotros", Otros puede que asuman tal actitud, pero no La Iglesia de Dios.
Si usted recuerda, el Apóstol Pablo fue en una ocasión el enemigo más amargo de La Iglesia de Dios. Durante ese tiempo, es probable que él fuera el candidato más despectivo para la membresía en la Iglesia. No obstante, Dios cambia las cosas, y las sigue cambiando al presente. Algunos de nuestros enemigos más amargos podrían llegar a ser nuestros ayudantes más devotos. Su problema no nos atañe, atañe a Dios. Sería trágico si ellos no resolvieran tal conflicto con Él. Es nuestro deber no tener nada contra ellos en nuestros corazones. Amados, como La Iglesia de Dios, parémonos firmes con nuestros brazos y corazones abiertos y saturados de amor hacia ellos, siempre tratando de sacar tantos como nos sea posible fuera de las llamas del infierno. La hora es demasiado avanzada como para dejar que el espíritu de resentimiento, renuencia y venganza nos roben de las bendiciones eternas.
Mensaje Anual 90MA Asamblea General
Obispo Robert Pruitt

Yendo Hacia Adelante, Mas Bien Que Hacia Atrás

Estamos comenzando el tercer año desde que tomó lugar la reorganización de la Iglesia. El Espíritu Santo llamó al remanente, la Iglesia dentro de la Iglesia, un pueblo dentro del pueblo de Dios, y una nación dentro de una nación, para que saliera de la depravación espiritual en la cual había caído la Iglesia verdadera para entonces. El Espíritu Santo nos había advertido vez tras vez que Dios no toleraría para siempre la aceptación de los valores espirituales denigrantes y la apatía hacia Sus intentos amorosos para hacernos tornar al camino estrecho y alas sendas antiguas a través de las cuales nos había guiado por tanto tiempo. Aquellos de nosotros que éramos parte de esa era de la Iglesia, debemos hasta cierto grado, ser culpables y llevar la ignominia de su condición deplorable, siendo que todavía éramos parte del Cuerpo de Cristo. No obstante, gracias a Dios que Él nos sacó fuera de ese laberinto y hemos respondido a Su llamado. Sus bendiciones y dirección son evidentes por todo lado, y estamos al umbral de ver la demostración más extraordinaria del poder de Dios y de Su dirección inmediata jamás experimentada por alguna generación anterior en la historia del pueblo de Dios en este mundo. Jamás en la historia ha habido un pueblo que haya vivido y experimentado la gloria de Dios como esta generación del fin de los tiempos la experimentará a medida que alcanza la perfección y sea raptada para encontrarse con el Señor en las nubes.
Por tanto, tornemos nuestros ojos hacia sí mismos y contemplémonos sabiamente en conformidad con las palabras del Apóstol Pablo en 2 Corintios 13: 5: "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿No os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros? Si ya no sois reprobados". Una persona puede llegar a ser réproba cuando se aparta de los principios de la fe. La fe es todo el consejo de Dios—sin dejar nada fuera. Somos amonestados a examinarnos periódicamente en armonía con la Palabra de Dios para ver si estamos a la par con el espíritu y con la letra. El diablo usa la negligencia de ejercer este requerimiento para conducirnos hacia el estado de reprobación de la verdad. La vigilancia constante y la atención a los requisitos de Dios, es el precio que tenemos que pagar a fin de preservar las relaciones santas con Él.
¿Acaso estamos dando ocasión al enemigo para guiarnos de vuelta a los errores del pasado, los cuales motivaron que Dios rechazara la mayoría de Su pueblo y volviera a comenzar de nuevo mediante la reorganización del remanente? Debo declarar que hay algunas señales perturbadoras que comprueban que algunos de nuestras filas están experimentando esto. Lo que estoy denunciando ahora, de ninguna manera se aplica a todos o a la mayoría del ministerio y membresía de la Iglesia organizada. Hay comparativamente unos pocos a quienes esto pueda aplicarse, y es urgente que tengamos nuestros ojos bien abiertos para percibir las pequeñas zorras y la pequeña levadura que con el tiempo pueden contaminar toda la masa. Por esa razón, me dirijo a todo el Cuerpo a fin de que estemos advertidos de los peligros que afrontamos. El diablo se complacería en gran manera de poder confundir al remanente fiel para hacer que se frustre en sus esfuerzos de ir hacia adelante en pro de su plena recuperación.
90MA Asamblea General, Obispo Robert Pruitt Pasado Supervisor General

Convicciones Personales Y Normas Para La Vida Y Conducta

La Biblia nos permite como individuos, tener normas para la conducta y vida cristiana que no violen Sus leyes santas, y que no ignoren las determinaciones de la Iglesia o aquellas que son específicamente abrazadas por la Asamblea General. Pablo estaba hablando de esa naturaleza personal de la fe cuando escribió en Romanos 14: 22 lo siguiente: "¿Tienes tu fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba". Nuestra fe personal, en otras palabras, aquellas acciones y creencias que hemos logrado a través del aprendizaje y experiencias del pasado, vienen a ser parte de nuestras conciencias, y para nosotros puede que vengan a ser convicciones firmes que deban ser observadas por todos. No obstante, ¿qué dice Pablo al respecto? Tenla para contigo delante de Dios. En otras palabras, estás libre para ejecutarlas y hacerlas para contigo mismo, pero no se las imponga a los demás. Eso es lo que la Biblia nos dice que hagamos.
¿Pero qué respecto a mi conciencia?, alguien podría decir. Bien, examinemos nuestra conciencia. En los términos más simples, la conciencia es una habilidad innata para distinguir el bien del mal. Nuestra conciencia nos impulsa a hacer lo que creemos que es bien y nos amonesta contra el hacer lo que es malo. Cuando violamos nuestra conciencia, ésta nos condena. Pero la conciencia no siempre está en armonía con la Palabra de Dios. Esta es una facultad humana que juzga nuestras acciones a la luz de las normas más elevadas que percibimos. Puede que esté bien o mal, a menos que sea completa y correctamente estructurada por el Espíritu de Cristo y motivada por el Espíritu Santo. Nuestro trasfondo, enseñanzas, experiencias y otras influencias, nos ayudan conjuntamente a estructurar la conciencia. Si éstas han sido correctas delante de la presencia de Dios, entonces tendremos una conciencia fidedigna, pero si una o todas ellas fallan, podrían tener un efecto negativo sobre la misma.
Es posible destruir la confiabilidad de la conciencia a través del abuso constante. Podemos llegar a corromper la conciencia, la cual llega el momento en que el tanto abuso hace que esta cese de hacer una distinción entre el bien y el mal.
La conciencia es influenciada por las costumbres y tradiciones, así también como por la verdad; como podemos ver, las normas no necesaria- mente tienen que ser bíblicas (1 Co. 8:6-9). La conciencia podría condenar innecesariamente cosas que la Biblia no condena. A fin de operar correctamente y según la santidad bíblica genuina, la conciencia debe estar firmemente arraigada en la Palabra de Dios. Una dieta regular de las Escrituras de seguro que fortalecerá una conciencia débil o restringirá a aquella que es demasiada activa. Esa es la razón por la cual Pablo enfatizó la importancia de una conciencia sana (1 Timoteo 3:9) y advirtió contra cualquier cosa que pudiera corromperla (1 Co. 8:7; Tito 1: 15). Después de hablar estas cosas acerca de la conciencia, necesitamos prestar atención a las normas que abrazamos y a lo que estemos tratando de imponer sobre los demás. Pablo dijo que la fe personal es simplemente eso—algo personal. Si Dios le ha llamado a ayunar o hacer cualquier sacrificio personal por Él, eso no significa que Él este requiriendo que todos los demás tengan que hacer el mismo compromiso. Puede ser que Dios le este requiriendo eso a usted como individuo y para su propio refinamiento personal, lo cual no le da el derecho de mirar a los que no observen ni hagan lo mismo que Dios le requiera a usted con tono de burla; al usted obedecer a Dios en ese requerimiento personal, estará cimentando una confraternidad y comunión perfectas con Él.
Como un ejemplo, la Biblia no tiene una norma universal para las vestiduras y los estilos del cabello que pueda aplicarse a todas las razas del  mundo, excepto la norma que se aplica a la modestia y la buena moral. Esta ya ha sido declarada y expresada en nuestros sanos consejos a los miembros. Estos son suficientes. El fustigar tal punto es como perpetuar una cuestión innecesaria que ha infectado la Iglesia durante décadas, y para la cual ninguna solución aceptable ha sido encontrada excepto la expuesta anteriormente. Si hubiera una respuesta universal diferente a la que tenemos, de seguro que el Espíritu Santo nos la habría revelado. Siendo que no lo ha hecho, lo más prudente y de edificación sería dejar tal asunto tranquilo.

La Murmuración Que Dios Detesta

Señales perturbadoras están comenzando a emerger de manera muy sutil y deceptiva. Una de las cosas que más Dios detestó de la nación de Israel, y lo cual al final impidió que muchos de ellos entraran a la tierra prometida, fueron sus murmuraciones. Lo que no podían encontrar para murmurar justificadamente, lo creaban para satisfacer sus ansias de criticar. Finalmente, Dios no pudo soportar más y derramó Sus juicios destructores sobre ellos. Él todavía contempla los murmuradores de la misma manera. Es fácil querellarse contra las imperfecciones de otros creyentes, pero olvidarse de las faltas personales. Las personas quienes se acostumbran a las comodidades de las cosas materiales, suficientes finanzas y a una buena organización de su facultad, algunas veces muestran su insatisfacción dirigiendo a un grupo pequeño que hace todo lo que puede por ser todas las cosas para todos los hombres, y quienes tampoco tienen suficientes hombres ni todas las cosas para la ejecución del trabajo que podrían hacer si los tuvieran. El murmurar no ayuda a mejorar tal situación, pero es asombroso lo que una mano ayudadora puede hacer para mejorar la cuestión.

Mientras estamos hablando de las murmuraciones, recordemos que hace algún tiempo atrás, el Espíritu Santo habló respecto a que no iba a tolerar las discusiones necias. En esta última etapa de la Iglesia verdadera, necesitamos arquitectos y maestros de obra, y no obreros que destruyan. Los murmuradores y busca pleitos no son maestros de obra, sino demoledores de edificios. Dios no va a permitir esto en Su Iglesia de los últimos días. Sería prudente de nuestra parte tomar seriamente lo que el Espíritu Santo nos ha hablado y hable; si acaso no podemos prestar nuestras manos para edificar el edificio de Dios, entonces lo menos que podemos hacer es abstenernos de murmurar, despertar rencillas y quejarnos. La Iglesia no puede ser perfeccionada con personas que emplean su precioso tiempo y el de los demás en tales chismes. Por la gracia de Dios, vamos a tener que superar estas imperfecciones y mostrar alguna clase de madurez y estabilidad cristianas.

Parte del MENSAJE ANUAL ANTE LA 90MA ASAMBLEA GENERAL, 1995
Pasado Supervisor General Robert J. Pruitt