miércoles, 21 de enero de 2015

La Iglesia y La Perfección.


La Iglesia y La Perfección.

Este ha sido un interesante segmento de su historia desde que fue formada en la mente de Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo, en la eternidad pasada, antes de que el mundo fuera formado, y antes de la creación del hombre conforme a los dichos que el Apóstol Pablo escribió en Efesios 1:3-11: “Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo: Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor: Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo a sí mismo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado: En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia, que sobreabundó en nosotros en toda sabiduría e inteligencia; descubriéndonos el misterio de su voluntad, según su beneplácito, que se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra: En él digo, en quien asimismo tuvimos suerte, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de su voluntad…”.

 

Durante estos cien años la Iglesia ha mantenido su integridad a Dios obedeciendo lo que Su Palabra y Su Espíritu nos han revelado. No hemos comprometido la doctrina, enseñanzas, o las normas de conducta santa para conformarnos a aquellos que escogen reducir las normas bíblicas para atraer a muchas personas que quieren ser religiosas pero quieren serlo a su propia manera y por sus propias normas las cuales son inaceptables ante Dios.

 

En los años de 1923 y 1993 la Iglesia sufrió la separación entre aquellos que escogieron mantener las normas bíblicas y aquellos que escogieron adoptar sus propias normas de vida y conducta. En ambos casos, un remanente fiel se rehusó a adoptar esas normas y continuó en las sendas antiguas, que fueron establecidas y ordenadas antes de la creación del mundo.

 

La Iglesia todavía no es perfecta pero lo será cuando regrese nuestro Salvador y Señor Jesucristo. Sin embargo, nos esforzamos por alcanzar la norma que el Apóstol Pablo expresa en Colosenses 1:28, refiriéndose a Cristo (citar), “En el cual nosotros anunciamos amonestando a todo hombre, y enseñando todo hombre en toda sabiduría, para que presentemos a todo hombre perfecto en Cristo Jesús”.

 

Ustedes notarán que la mayoría, si no todas, las referencias en cuanto a la perfección son expresadas en términos singulares, tales como en Efesios 4:13: “…á un varón perfecto...”. Toda la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, será perfecta porque cada miembro será perfecto. Otros términos singulares son: “…amonestando a todo hombre…”, “…enseñando a todo hombre…”, y “…presentemos a todo hombre perfecto...”. Cada persona en la Iglesia será perfecta y no dependerá de la otra persona para rectificar sus imperfecciones. Cada persona en la Iglesia será intachable (sin mancha) delante Dios (Ef. 1:4). Entonces, si usted es intachable, usted es perfecto. Requiere nuestro intelecto, (nuestras mentes naturales), para comprender o imaginarse a un cuerpo de personas en el cual todos somos perfectos, pero créanlo, mis amados, si están vivos cuando Jesús regrese tendrán la oportunidad de verlo, yo espero y oro que ustedes sean parte de eso.

 

Ahora, volvamos al centenario por unos momentos, volvamos a las fechas del 13 de junio de 1903 y reflexionemos sobre los últimos ciento once años y preguntémonos qué La Iglesia de Dios ha logrado durante esos años. Nuestro informe estadístico no sería muy impresionante comparado con otras organizaciones religiosas en cuanto al número de miembros, edificios, y propiedades; sin embargo, han habido muchos momentos de demostraciones del poder de Dios en intervención divina y sanidades en la Iglesia verdadera que asombrarían al más sabio de los hombres.

 

Nuestra importancia y valor reales no pueden ser medidos con valores monetarios o naturales porque nuestro valor real es nuestra estatura ante los ojos de Dios y esa no es la manera en que el hombre lo valoraría.

 

En La Iglesia de Dios trabajamos para Dios y no para el hombre. Agradar a Dios es nuestro propósito y meta principal, aunque a menudo no lo logramos. Entre estos esfuerzos están la enseñanza y predicación de toda la Biblia correctamente dividida y la búsqueda de la perfección espiritual, incluyendo todos los mandamientos, doctrinas, y enseñanzas encontradas en ese maravilloso Libro milagroso.

 

Aunque puede ser entendido mal por las religiones del mundo, podemos decir que por la gracia de Dios y el poder iluminador del Espíritu Santo durante estos cien años que han pasado, La Iglesia de Dios no ha abandonado, negado, ni comprometido ningunos de los preceptos divinos. Hemos buscado permanecer en las sendas antiguas, que en realidad también son las sendas nuevas por las cuales entramos en el siglo venidero si el Señor no viene antes. Las “sendas antiguas”, así como la “religión antigua”, es la “religión de todos los tiempos”, y en el mismo sentido, las sendas antiguas son los “caminos de todos los tiempos” porque ellos son los únicos caminos que conducen a la gloria eterna.

 

En el futuro cercano, nosotros como La Iglesia de Dios, vamos a ser motivados y dirigidos por el mensaje que nos dejó nuestro Señor y Salvador Jesucristo que habló antes de Él ascender al Padre celestial para sentarse a Su diestra hasta que Él regrese por la Iglesia en el Rapto. Nosotros conocemos este pasaje que se halla en Mateo, capítulo 28, versículos 19 y 20 como la “Gran Comisión”: “Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.

 

Y este pasaje de apoyo en Marcos, capítulo 16, versículos 15 y 16: “…Id por todo el mundo; predicad el evangelio á toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.

 

Estos son bien conocidos como los mandatos fundamentales de nuestro Salvador Jesucristo, la Cabeza de la Iglesia. Ellos serán hablados, predicados, y enseñados hasta que el trabajo de la Iglesia haya concluido y ella sea arrebatada para estar por siempre con su Señor en los cielos. Hay tres áreas de actividad que serán necesarias en la Iglesia hasta que el trabajo haya concluido, y estas son: “Id”, “Doctrinad”, y “Perfecto”. Se nos ordena ir por todo el mundo a predicar el evangelio completo a las almas perdidas para que se conviertan, enseñarles todos los preceptos del evangelio para presentar a cada hombre (persona) perfecto delante Dios.