Ernesto Reyes
(Reimpreso del Mensajero Ala Blanca, 7 de octubre de 1972)
“Y he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros: mas vosotros asentad en la ciudad de Jerusalem, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto. Y sacólos fuera hasta Bethania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se fué de ellos; y era llevado arriba al cielo. Y ellos, después de haberle adorado, se volvieron a Jerusalem con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén” (Lucas 24:49-53).
“Y entrados, subieron al aposento alto…Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego…” (Hechos 1:13, 14).
“Y como se cumplieron los días de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos; y de repente vino un estruendo del cielo como de un viento recio que corría, el cual hinchió toda la casa donde estaban sentados” (Hechos 2:1, 2).
Desde tiempos antiguos, ha existido gente que se han encerrado para buscar el favor de Dios y Su voluntad. Los héroes de este tipo han conquistado no solo las bendiciones escondidas en los almacenes del Todopoderoso, pero también las bendiciones naturales que vienen como resultado de nuestro compromiso y sumisión a Su preciosa Palabra. Tales personas han sido elegidas por Dios para llevar a cabo Su programa descrito en nombre de un mundo perdido en el pecado.
Al principio, Dios trató con individuos que buscaban Su voluntad. Mas tarde, Él trató con Su pueblo escogido, Israel; y finalmente Él envió a Su Hijo amado Jesucristo a establecer la Iglesia y a morir por los pecados del mundo.
Después de varios años de entrenamiento profundo, Jesús le dijo a Su Iglesia que el tiempo de Su muerte venia, y que Él tenía que ir para que la promesa del Padre fuera enviada sobre ellos. Las palabras de Jesús se cumplieron cuando Él fue crucificado sobre una enorme y pesada cruz. Allí Él murió, un sacrificio perfecto por los pecados del mundo. Pero Él se levantó de acuerdo con la profecía y allí lo encontramos dando la última instrucción a Sus discípulos.
La comisión le fue dada a la Iglesia con una palabra poderosa y autorizada. El evangelio del arrepentimiento para el perdón de los pecados, el cual ellos habían recibido y aceptado del Hijo de Dios ahora era su tarea principal. Tuvieron que difundirlo, empezando en Jerusalem y luego a las partes más remotas del mundo. Sin embargo, para poder cumplir esta tarea, primero tenían que obedecer las últimas palabras de Jesús. Tuvieron que ir al Aposento Alto y quedarse allí hasta que recibieran la promesa del Padre.
Hay ciertos requisitos necesarios para entrar en este gran negocio de Dios. Los discípulos se habían arrepentido de sus pecados cuando ellos creyeron en el mensaje de Jesús. Ellos le dieron la espalda al mundo y se estaban preparando para recibir otras experiencias más profundas de parte de Dios.
La Biblia nos dice que antes de que Jesús regresara al cielo, Él los bendijo, y ellos regresaron a Jerusalem con gran alegría. En otras palabras, ellos recibieron la segunda obra definida de la gracia, la santificación. Esta es otra experiencia que permite al cristiano disfrutar de una mejor comunión con Dios. La Iglesia primitiva recibió esta experiencia como un preludio a la experiencia del Espíritu Santo. La santificación es un requisito para disfrutar de todas las bendiciones del Espíritu Santo. Era más fácil para los discípulos pasar horas y días consagrados después de ser santificados.
Ahora los encontramos alabando y orando con súplica (humillándose) y unidos, para que Dios les concediera la maravillosa bendición del Espíritu Santo, el cual les iba a dar poder para esparcir el evangelio junto con el misterio completo de Cristo y la Iglesia.
Le tomó a la Iglesia primitiva diez días de completa dedicación y consagración en el Aposento Alto antes de recibir el fuego que los iba a mover a todas partes y llevar el evangelio de salvación. Las Escrituras nos dicen que ellos no dejaron de orar hasta que ellos obtuvieron lo que ellos estaban buscando. Después de que lo obtuvieron, vemos el cambio que tuvo lugar.
Pedro, quien era un hombre agresivo y listo para usar la espada de acero para defender a su Maestro, ahora estaba usando la espada del Espíritu con sorprendente habilidad para ganar almas preciosas para el Todopoderoso. Después de este maravilloso acontecimiento, la Iglesia ya no estaba compuesta de solo miembros de carne; estaba compuesta de hombres y mujeres en fuego y listos para vencer cualquier obstáculo a fin de llevar el evangelio a los perdidos. Fueron azotados, encarcelados, apedreados, perseguidos, despreciados de todos los hombres; pero agradecidos, alabando a Dios y haciendo la comisión del Maestro. ¡No es de extrañar que la Iglesia primitiva cumpliera su tarea por completo en todo el mundo conocido!
Ahora la responsabilidad recae sobre la Iglesia de los últimos días. Ella ha tomado a la Iglesia primitiva como su modelo y ejemplo. Ella voluntariamente aceptó el desafío de terminar la tarea que comenzó la iglesia primitiva. Ella pasó mucho tiempo en estrecha comunión con Dios hasta que tuvo la visión. Ella ha estado extendiendo entre las naciones del mundo el evangelio completo que Jesús ordenó. Pero el mundo ha crecido sorprendentemente, y su tarea se ha vuelto mucho más grande. Los obreros dispuestos son pocos. El materialismo y la búsqueda de los bienes de este mundo parecen obstaculizar el progreso de nuestro trabajo. Es por eso por lo que debemos detenernos, y analizar la situación a la que nos enfrentamos.
Es mi opinión, que nosotros, el pueblo de la Iglesia de Dios, debemos entrar en el Aposento Alto, y estar allí en oración, ayuno y súplica, para mover a Dios a que derrame la “lluvia tardía.” Ya hemos recibido “la primera lluvia arregladamente,” y aprovechamos sus bendiciones, llevando el programa de la Iglesia al estado actual. Sin embargo, millones de almas nunca han escuchado el mensaje completo de los últimos días, el cual solo puede ser anunciado por el Cuerpo de Cristo, la Iglesia de los últimos días. Vamos a leer lo que el profeta Joel nos dice cerca de esta urgencia: “Tocad trompeta en Sión, y pregonad en mi santo monte: tiemblen todos los moradores de la tierra; porque viene el día de Jehová, porque está cercano” (Joel 2:1).
Sí, es tiempo de tocar trompeta en Sión e instamos a nuestro ministerio a que se dé prisa y tome la comisión más en serio. Es hora de buscar la lluvia tardía del Espíritu Santo. Es hora de ir al Aposento Alto y esperar allí hasta que se derrame de un amanera poderosa, para que podamos salir, encendidos con la espada del Espíritu en nuestros corazones, para difundir el evangelio en su plenitud hasta las partes más lejanas de la tierra. Es hora de parar de mirar las cosas que van a perecer, y encerrarnos con Dios hasta que Él nos bendiga.
Leamos otra Escritura: “Por eso pues ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y llanto. Y lacerad vuestro corazón, y no vuestros vestidos; y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira, y grande en misericordia, y que se arrepiente del castigo…Tocad trompeta en Sión, pregonad ayuno, llamad a congregación. Reunid el pueblo, santificad la reunión, juntad los viejos, congregad los niños… alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia arregladamente, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Y las eras se henchirán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite” (Joel 2:12, 13, 15, 16, 23, 24).
Eso es lo que la Iglesia de Dios necesita hacer en estos últimos días. Ella hizo lo mismo anteriormente, y las bendiciones de Dios fueron derramadas abundantemente. Los efectos de esta lluvia temprana se pueden observar claramente por todos. Pero creo que es hora de buscar la lluvia tardía. La única forma en que podemos obtenerlo es haciendo lo que el profeta de Dios nos dice. Lo que él recomendó para la Iglesia se muestra claramente en la Escritura anterior. Esa es la fórmula que abrirá las ventanas de los cielos, permitiéndonos recibir la lluvia tardía que hará que el suelo esté lleno de trigo (almas salvas, santificadas, llenas con el Espíritu Santo y añadidas al Cuerpo de Cristo). Y los recipientes rebosaran de vino y aceite. En otras palabras, parece que, en ese momento, estaremos tan dotados con el Espíritu del Señor que un avivamiento constante tendrá lugar en todas partes, dando como resultado la llegada de las “otras ovejas” a un solo redil donde ellas serán perfeccionadas junto con el resto de la Iglesia, ayudando en la evangelización de todo el mundo con el evangelio completo y estar listo para el regreso de nuestro Maestro y Salvador.
¿Puede ver la urgencia de entrar en el Aposento Alto y estar allí hasta que Dios envíe la lluvia tardía? Si nos preocupa la gran comisión, y si estamos llenos del celo de la Iglesia primitiva por alcanzar a todo el mundo, entonces estamos dispuestos a entrar en el Aposento Alto en obediencia a las palabras de Jesús y esperar allí la voluntad de Dios.
Tengo la sensación de que hace falta que el Espíritu Santo despierte nuestra compasión por los perdidos para seguir adelante. Multitudes de almas están esperando con desesperación en un mundo pagano para escuchar las nuevas eternas que usted tiene. El mundo, nuestro campo misionero, está esperando ansiosamente a obreros que puedan difundir las nuevas de salvación. ¿No cree que es hora de entrar en el Aposento Alto y permanecer allí, ayunando, orando, y buscando la voluntad de Dios? Creo que lo mejor que podemos hacer es obedecer las palabras de Jesús, “asentad en la ciudad de Jerusalem, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto” (Lucas 24:49). Después de que recibamos este gran poder, podremos llevar el programa del Señor a las partes más lejanas de la tierra.
jueves, 8 de marzo de 2018
¿EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO ES PARA TODOS O SOLO PARA UNOS POCOS SELECCIONADOS?
Oscar Pimentel, Supervisor General, La Iglesia de Dios
Aunque uno podría pensar que la pregunta que se plantea en el título de este artículo es extraña, no lo es ya que es una pregunta que me enfrenté recientemente en una de nuestras iglesias locales cuando un buen miembro se me acercó y me hizo esta pregunta con un corazón sincero. Este miembro de La Iglesia de Dios, aunque ha sido cristiano y miembro por pacto de La Iglesia de Dios por algún tiempo aun tiene que recibir esta bendita experiencia.
No es difícil de creer que tal vez uno (o algunos) de nuestros lectores puedan estar en la misma situación que el amado santo mencionado arriba. ¿Cuál es la preocupación del amado miembro? Que muchos en la iglesia local, incluyendo este miembro, aún no han recibido el bautismo del Espíritu Santo. En su mente, y posiblemente incluso en el corazón, la idea de que tal vez el bautismo del Espíritu Santo no es para todos los cristianos, sino solo para algunas personas selectas, comenzó a abrirse paso y asentarse en él.
Estimado lector tengo el placer de informarle que, de acuerdo con la Biblia, “el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios” es dado “a los que le obedecen” (Hechos 5:32). Escrituralmente se considera “un don” (Hechos 2:38), y “la promesa del Padre” (Hechos 1:4). Cuando Simón, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, ofreció darles dinero para recibir el Espíritu Santo (Hechos 8:18), él fue severamente reprendido por creer que Él estaba a la venta. El Espíritu Santo no puede ser comprado con dinero. El Espíritu Santo no es “un buen artículo para tener” o un accesorio que se puede comprar en los estantes de los supermercados de hoy. Es una promesa de Dios y un don para todos los que le obedecen.
Jesús, en referencia al Espíritu Santo del cielo, dijo: “Empero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré” (Juan 16:7). Tan duro como la vida puede ser, con todas sus desilusiones, penas, tentaciones, incertidumbres, engaños, etc., con los cuales el hombre puede enfrentarse, no es de extrañar que el Señor dejó en claro que era provechoso para nosotros que Él se fuera y que el Espíritu Santo viniera. Nuestro beneficio no fue el hecho de que Cristo ascendió al Padre, sino que al llegar a la gloria Cristo oraría al Padre, “Envía a mis discípulos el Espíritu Santo.”
La morada del Espíritu Santo en el hombre interior nos da la audacia para enfrentar lo que pueda venir en la vida. ¡La gracia de Dios es suficiente, sí, pero Su Espíritu Santo es poder! ¡Poder para testificar de la bondad de Dios! ¡Poder para vencer al diablo! ¡Poder para predicar el evangelio! ¡Poder para pelar la buena batalla de la fe! ¡Poder para vivir en este mundo sin ser tocado por él! Debemos tener este poder, “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires” (Ef. 6:12).
Uno no tiene que ser un gran “alguien,” ni en la sociedad ni en la cristiandad en general para calificar para recibir el bautismo del Espíritu Santo. No tiene que ser de un área en particular del mundo, ni es necesario tener conexiones o una relación con aquellos a quienes algunos podrían considerar ser de los “niveles más altos” de la religión cristiana.
Puedo ser alfabetizado o analfabeto. Puedo tener estudios o no estudios. Puedo ser rico o pobre. Puedo estar enfermo en el cuerpo o sano en el cuerpo. Puedo estar en la penitenciaría o ser un hombre libre. Ningunas de estas cosas me calificará o me descalificará para esta bendición especial. Lo que es más crítico y en toda verdad, es el punto de partida del deseo de Dios para la vida de una persona en este sentido, es que primero debe arrepentirse de sus pecados y a partir de allí, caminar en completa obediencia al Señor, incluso cuando Él lo guía. Uno debe cumplir Su palabra y Su voluntad en su vida—caminar en la luz de la Palabra a lo mejor de su conocimiento y habilidad. Entonces no habrá ninguna razón por la que no pueda recibir lo que el Padre ha prometido y lo que se ha dado como un don de Dios.
¿A quién le dará Dios el Espíritu Santo? “…a los que le obedecen.” ¿Qué debemos obedecer? La respuesta es simple. Debemos obedecer la Biblia correctamente dividida y la guía del Espíritu Santo. Debemos escuchar esa voz tranquila y pequeña mientras Él habla a nuestro corazón (cuya guía nunca será contraria a las Escrituras).
Jesús sabía mucho sobre este tema de obediencia. De hecho, Cristo diría, “lo que a él agrada, hago siempre” (Juan 8:29). Él no hizo cosas para complacerse así mismo, sino todo lo que agradaba a Dios, el Padre. Lo que el Padre ordenó que hiciera, Él hizo. Cualquiera que fuera el deseo del Padre, el Hijo lo cumplió.
El registro bíblico afirma que Jesucristo, “hallado en la condición como hombre, se humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:8). Hay algo en este asunto de “humillarse a uno mismo.” “Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará” (Santiago 4:10), “…Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). La humildad es la manera y el espíritu en el que uno debe acercarse a Dios si queremos obtener su atención para que pueda satisfacer nuestras necesidades. Recuerde, cuando oramos, entramos en la presencia del Dios del universo y Él debe ser abordado con temor y temblor. ¡Contemplando Su majestad, santidad y la gloria trascendente, seguramente atraerá el honor, reverencia y temor desde lo más profundo de nuestro corazón! Solo el mero hecho de que podemos hablar con Dios de toda la creación debería evocar una actitud humilde e infantil en lo más profundo de nuestro ser.
Cristo siendo obediente hasta la muerte, incluso la muerte de cruz es ciertamente algo que todos debemos considerar. Si cree que las cosas que Dios le pedirá siempre serán fáciles, piense de nuevo. Si cree que siempre va a entender por qué Dios le está pidiendo que le obedezca con respecto a determinada cosa, piense de nuevo. Si Él pidió de Su Hijo no una cosa fácil sino obedecer hasta la muerte–poner Su vida–¿Qué podría pedirle a usted y a mí? Si Él pidió a Su Hijo dejar las comodidades del cielo, ¿Qué podría pedirle a usted y a mi dejar? El Hijo de Dios no solo estaba dispuesto a obedecer en las cosas fáciles, por así decirlo, sino sobre todo en las cosas difíciles y terribles que se le pidieron. ¿No se alegra de que lo haya hecho?
Descubrí que en mi intento de recibir el bautismo del Espíritu Santo hubo mucho tiempo de búsqueda de corazón y de alma que se desarrollaron en oración privada y en el altar en los servicios de nuestra iglesia local. Hubo algunas cosas que tuve que resolver con el Señor, ya que me mostró áreas de mi vida que no eran tan evidentes para mí a primera vista. Sin embargo, en todos los casos Dios me acercó a Él y en todos los casos me bendijo de una manera especial hasta que un día, en el servicio del domingo por la mañana, después de que el predicador terminó de predicar, doblé mis rodillas en el altar e invité al Señor. ¡El poder de Dios bajó en un momento estimulante y fui bautizado con el Espíritu Santo y fuego, con la evidencia de hablar en otras lenguas como el Espíritu daba que hablase!
Quizás sea el momento para usted, amado hermano, que ha estado esperando pacientemente el bautismo del Espíritu Santo, comenzar a buscar pacientemente las cámaras de su corazón. Ciertamente no hay nada malo en buscar en nuestros corazones y aún mejor, extender una invitación al Señor para que nos ayude con esta investigación, como David quien dijo, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón: Pruébame y reconoce mis pensamientos: Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23, 24). Puedo decirle que al final, los tiempos de oración, la humildad, la búsqueda, la súplica y la corrección valieron la pena.
Poco antes de la ascensión de Cristo al cielo, Él dijo a los discípulos que se quedaran en la ciudad de Jerusalem y “esperasen la promesa del Padre” (Hechos 1:4). Mientras que puede haber un periodo de espera que solo Dios determina, el cual es según su propio consejo y para el propósito destinado por Dios, muchos lo han experimentado todo en una vez, en un viaje singular, de un pecador condenado por Dios a un altar de oración, esa búsqueda espiritual y glorioso del poder de Dios que trae del perdón de los pecados a la salvación, la santificación instantánea completa, ¡El bautismo del Espíritu Santo!
Es cierto que, para otros, tuvimos que esperar un poco más de lo que esperábamos, quizás más tiempo de lo que anticipamos, quizás más tiempo del que Dios quería, pero como escuché hace poco, ¡Dios es un seguro “Pagador” y cumplirá Su promesa!
El bautismo del Espíritu Santo es para todos “los que le obedecen” y si usted lo busca, usted lo encontrará cuando lo busque, “Y me buscaréis, y hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13).
Aunque uno podría pensar que la pregunta que se plantea en el título de este artículo es extraña, no lo es ya que es una pregunta que me enfrenté recientemente en una de nuestras iglesias locales cuando un buen miembro se me acercó y me hizo esta pregunta con un corazón sincero. Este miembro de La Iglesia de Dios, aunque ha sido cristiano y miembro por pacto de La Iglesia de Dios por algún tiempo aun tiene que recibir esta bendita experiencia.
No es difícil de creer que tal vez uno (o algunos) de nuestros lectores puedan estar en la misma situación que el amado santo mencionado arriba. ¿Cuál es la preocupación del amado miembro? Que muchos en la iglesia local, incluyendo este miembro, aún no han recibido el bautismo del Espíritu Santo. En su mente, y posiblemente incluso en el corazón, la idea de que tal vez el bautismo del Espíritu Santo no es para todos los cristianos, sino solo para algunas personas selectas, comenzó a abrirse paso y asentarse en él.
Estimado lector tengo el placer de informarle que, de acuerdo con la Biblia, “el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios” es dado “a los que le obedecen” (Hechos 5:32). Escrituralmente se considera “un don” (Hechos 2:38), y “la promesa del Padre” (Hechos 1:4). Cuando Simón, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, ofreció darles dinero para recibir el Espíritu Santo (Hechos 8:18), él fue severamente reprendido por creer que Él estaba a la venta. El Espíritu Santo no puede ser comprado con dinero. El Espíritu Santo no es “un buen artículo para tener” o un accesorio que se puede comprar en los estantes de los supermercados de hoy. Es una promesa de Dios y un don para todos los que le obedecen.
Jesús, en referencia al Espíritu Santo del cielo, dijo: “Empero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré” (Juan 16:7). Tan duro como la vida puede ser, con todas sus desilusiones, penas, tentaciones, incertidumbres, engaños, etc., con los cuales el hombre puede enfrentarse, no es de extrañar que el Señor dejó en claro que era provechoso para nosotros que Él se fuera y que el Espíritu Santo viniera. Nuestro beneficio no fue el hecho de que Cristo ascendió al Padre, sino que al llegar a la gloria Cristo oraría al Padre, “Envía a mis discípulos el Espíritu Santo.”
La morada del Espíritu Santo en el hombre interior nos da la audacia para enfrentar lo que pueda venir en la vida. ¡La gracia de Dios es suficiente, sí, pero Su Espíritu Santo es poder! ¡Poder para testificar de la bondad de Dios! ¡Poder para vencer al diablo! ¡Poder para predicar el evangelio! ¡Poder para pelar la buena batalla de la fe! ¡Poder para vivir en este mundo sin ser tocado por él! Debemos tener este poder, “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires” (Ef. 6:12).
Uno no tiene que ser un gran “alguien,” ni en la sociedad ni en la cristiandad en general para calificar para recibir el bautismo del Espíritu Santo. No tiene que ser de un área en particular del mundo, ni es necesario tener conexiones o una relación con aquellos a quienes algunos podrían considerar ser de los “niveles más altos” de la religión cristiana.
Puedo ser alfabetizado o analfabeto. Puedo tener estudios o no estudios. Puedo ser rico o pobre. Puedo estar enfermo en el cuerpo o sano en el cuerpo. Puedo estar en la penitenciaría o ser un hombre libre. Ningunas de estas cosas me calificará o me descalificará para esta bendición especial. Lo que es más crítico y en toda verdad, es el punto de partida del deseo de Dios para la vida de una persona en este sentido, es que primero debe arrepentirse de sus pecados y a partir de allí, caminar en completa obediencia al Señor, incluso cuando Él lo guía. Uno debe cumplir Su palabra y Su voluntad en su vida—caminar en la luz de la Palabra a lo mejor de su conocimiento y habilidad. Entonces no habrá ninguna razón por la que no pueda recibir lo que el Padre ha prometido y lo que se ha dado como un don de Dios.
¿A quién le dará Dios el Espíritu Santo? “…a los que le obedecen.” ¿Qué debemos obedecer? La respuesta es simple. Debemos obedecer la Biblia correctamente dividida y la guía del Espíritu Santo. Debemos escuchar esa voz tranquila y pequeña mientras Él habla a nuestro corazón (cuya guía nunca será contraria a las Escrituras).
Jesús sabía mucho sobre este tema de obediencia. De hecho, Cristo diría, “lo que a él agrada, hago siempre” (Juan 8:29). Él no hizo cosas para complacerse así mismo, sino todo lo que agradaba a Dios, el Padre. Lo que el Padre ordenó que hiciera, Él hizo. Cualquiera que fuera el deseo del Padre, el Hijo lo cumplió.
El registro bíblico afirma que Jesucristo, “hallado en la condición como hombre, se humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:8). Hay algo en este asunto de “humillarse a uno mismo.” “Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará” (Santiago 4:10), “…Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). La humildad es la manera y el espíritu en el que uno debe acercarse a Dios si queremos obtener su atención para que pueda satisfacer nuestras necesidades. Recuerde, cuando oramos, entramos en la presencia del Dios del universo y Él debe ser abordado con temor y temblor. ¡Contemplando Su majestad, santidad y la gloria trascendente, seguramente atraerá el honor, reverencia y temor desde lo más profundo de nuestro corazón! Solo el mero hecho de que podemos hablar con Dios de toda la creación debería evocar una actitud humilde e infantil en lo más profundo de nuestro ser.
Cristo siendo obediente hasta la muerte, incluso la muerte de cruz es ciertamente algo que todos debemos considerar. Si cree que las cosas que Dios le pedirá siempre serán fáciles, piense de nuevo. Si cree que siempre va a entender por qué Dios le está pidiendo que le obedezca con respecto a determinada cosa, piense de nuevo. Si Él pidió de Su Hijo no una cosa fácil sino obedecer hasta la muerte–poner Su vida–¿Qué podría pedirle a usted y a mí? Si Él pidió a Su Hijo dejar las comodidades del cielo, ¿Qué podría pedirle a usted y a mi dejar? El Hijo de Dios no solo estaba dispuesto a obedecer en las cosas fáciles, por así decirlo, sino sobre todo en las cosas difíciles y terribles que se le pidieron. ¿No se alegra de que lo haya hecho?
Descubrí que en mi intento de recibir el bautismo del Espíritu Santo hubo mucho tiempo de búsqueda de corazón y de alma que se desarrollaron en oración privada y en el altar en los servicios de nuestra iglesia local. Hubo algunas cosas que tuve que resolver con el Señor, ya que me mostró áreas de mi vida que no eran tan evidentes para mí a primera vista. Sin embargo, en todos los casos Dios me acercó a Él y en todos los casos me bendijo de una manera especial hasta que un día, en el servicio del domingo por la mañana, después de que el predicador terminó de predicar, doblé mis rodillas en el altar e invité al Señor. ¡El poder de Dios bajó en un momento estimulante y fui bautizado con el Espíritu Santo y fuego, con la evidencia de hablar en otras lenguas como el Espíritu daba que hablase!
Quizás sea el momento para usted, amado hermano, que ha estado esperando pacientemente el bautismo del Espíritu Santo, comenzar a buscar pacientemente las cámaras de su corazón. Ciertamente no hay nada malo en buscar en nuestros corazones y aún mejor, extender una invitación al Señor para que nos ayude con esta investigación, como David quien dijo, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón: Pruébame y reconoce mis pensamientos: Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23, 24). Puedo decirle que al final, los tiempos de oración, la humildad, la búsqueda, la súplica y la corrección valieron la pena.
Poco antes de la ascensión de Cristo al cielo, Él dijo a los discípulos que se quedaran en la ciudad de Jerusalem y “esperasen la promesa del Padre” (Hechos 1:4). Mientras que puede haber un periodo de espera que solo Dios determina, el cual es según su propio consejo y para el propósito destinado por Dios, muchos lo han experimentado todo en una vez, en un viaje singular, de un pecador condenado por Dios a un altar de oración, esa búsqueda espiritual y glorioso del poder de Dios que trae del perdón de los pecados a la salvación, la santificación instantánea completa, ¡El bautismo del Espíritu Santo!
Es cierto que, para otros, tuvimos que esperar un poco más de lo que esperábamos, quizás más tiempo de lo que anticipamos, quizás más tiempo del que Dios quería, pero como escuché hace poco, ¡Dios es un seguro “Pagador” y cumplirá Su promesa!
El bautismo del Espíritu Santo es para todos “los que le obedecen” y si usted lo busca, usted lo encontrará cuando lo busque, “Y me buscaréis, y hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13).
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