miércoles, 20 de julio de 2011
El Comienzo
El termino ekklesia literalmente significa, como se declaró arriba: “llamar fuera de”. Durante el proceso del tiempo, este nombre se denominó “asamblea” o “congragación”. “Los escogidos de Dios” vinieron a ser llamados asamblea de Dios, la congragación de Dios, o más específicamente, a Iglesia de Dios.
La Septuagina Griega (el Antiguo Testamento traducido al griego, escrituras que la mayoría de la membresía de la Iglesia primitiva usaba durante el primer siglo), usa el mismo término ekklesia en su traducción cuando se refiere tanto a la congragación de Israel en el antiguo orden como a la congragación de la Iglesia de Dios en el nuevo orden. Hechos 7:38 ilustra este punto cuando Esteban se refiere a la iglesia en el desierto o la ekklesia de Dios en el desierto. La iglesia en el desierto fue la congragación del pueblo de Dios, la asamblea del pueblo de Dios, o más específicamente, los Hijos de Israel.
EL hecho de que Dios tenía una congregación de personas en el Antiguo Testamento está claramente demostrado por la identificación del escritor de Éxodo cuando se refiere a “toda la congragación del pueblo de Israel”. (Éxodo 12:6-8) Se declara además lo siguiente: “Y harás llegar los Levitas delante del tabernáculo del testimonio, y juntaras toda la congragación de los hijos de Israel”. (Números 8:9) A medida que la Asamblea del pueblo de Dios se congregaban alrededor del Monte Sinaí, Dios le dijo a Moisés que le dijera al pueblo que ellos deberían ser un “especial tesoro para Dios por sobre todos los demás pueblos: porque toda la tierra es mía, y me seréis un reino de sacerdotes, y una nación santa. Estas son las palabras que hablaras a los Hijos de Israel”. El concepto de una congregación de personas en el antiguo orden, quienes componían el pueblo escogido de Dios, es sostenido ampliamente por las Escrituras.
Por otra parte, el hecho de que Dios tiene una congregación de personas escogidas por El en el nuevo orden, es también ampliamente sostenido por la Biblia. 1 Pedro 2:9, 10 dice: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido o tesoro peculiar. Tanto la congregación de Dios en el antiguo orden como la congregación de Dios en el nuevo orden fueron escogidas para ser Su posesión singular de “real sacerdocio”. Ambas congregaciones tenían que ser los medios a través de los cuales la revelación de Dios tendría que alcanzar el mundo. Debido z que la primera congregación rechazo a ….., y aunque en el pasado no era un pueblo ahora es pueblo de Dios…”
Jesucristo vino a la tierra para establecer la Iglesia de Dios, o la congregación de Dios en el nuevo orden. En Mateo 16:18, El declara: “Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificare mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. El mismo Hijo de Dios comenzó el establecimiento de la nueva congregación de Dios en el nuevo orden.
El Hijo de Dios (Lucas 16:13) llamo a Sus discípulos (hombres espirituales) y de ellos escogió a doce y los “ordeno, a fin de que estuvieron con él, y para enviarlos a predicar, y para sanar los enfermos y echar fuera demonios”. (Marcos 3:11, 15) A través de la experiencia espiritual interna de la salvación- el---el pacto, la gente viene a ser elegible y son unidas a la excelsa y gloriosa Iglesia de Dios.
El llamamiento de los doce y su aceptación del vínculo divino del pacto, fue el comienzo de la Iglesia de Dios, y como dirían muchos, el nacimiento de la Iglesia. Este fue el comienzo de la erección del edificio de la congregación de Dios de parte Jesús en el nuevo orden. Los Doce Discípulos escogidos por Jesús serian el fundamento (Efesios 2:20) de la casa espiritual que Jesús dijo que edificaría sobre la piedra de la revelación divina y el mutuo entendimiento.
El comienzo y crecimiento de la congregación de Dios en el nuevo orden fue profetizado en el Salmo 71:16. “Sera echado un puno de grano en tierra, en las cumbres de los montes; su fruto hara ruido como el Líbano, y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra”. El llamado de los primeros doce no solo echo las piedras del fundamento de la casa espiritual, sino que también fueron las primeras de las muchas piedras vivas que más tarde serian agregadas a la creciente estructura de la Iglesia de Dios. La Iglesia de Dios ha florecido y continuara “floreciendo como la hierba del campo”.
De los doce originales, la congregación de Dios creció paulatinamente, añadiendo al número aquellos quienes habían sido llamados al propósito específico del plan de Dios para la Iglesia. Aproximadamente diez días antes de Pentecostés, el número de miembros en Jerusalén era por lo menos “cerca de ciento veinte”. La historia de la Iglesia primitiva según el resto del libro de los Hechos muestra la congregación de Dios en su tremenda expansión.
La Iglesia se había reunido con el propósito específico de esperar por el derramamiento del Espíritu Santo y para escoger un sucesor al oficio de Judas el traidor. En un aspecto, este puede que haya sido el primer registro de una conferencia de negocios de una iglesia local. Se escogió un sucesor no solo para llenar la vacante del apostolado de Judas, sino que puede que la reunión fuera necesaria para proveer un nuevo tesorero para la Iglesia.
Fue sobre este grupo que el bautismo del Espíritu Santo vino el día de Pentecostés. Puesto que la congregación de Dios en el nuevo orden ya había estado en existencia desde el llamado de los doce apóstoles, el día de Pentecostés de por si no fue el comienzo de la Iglesia; sino más bien el día en cual la Iglesia fue revestida con el poder de Dios. Dado a que el Pentecostés, nuevos miembros podrían ser agregados ahora al cuerpo. Tres mil miembros fueron agregados a la Iglesia después del derramamiento del Espíritu, a medida que ella crecía en su programa de expansión.
La Iglesia se movió adelante a gran velocidad mientras “…el Señor añadía a la Iglesia diariamente los que habrían de ser salvos”. Para fines del primer siglo, los apóstoles habían desaparecido (principalmente por vía del martirio), los hermanos de Jesús habían muerto también, al igual que todos los primeros líderes de la Iglesia. No obstante, la Iglesia se había extendido por todo el mundo conocido. A través del celo misionero de Pablo, de la dedicación de Pedro y a través de la fidelidad de los cristianos leales dispersados por la persecución, la Iglesia se convirtió en un poderoso ejército a medida que conquistaban el mundo. A través de las primeras siete décadas de la existencia de la Iglesia de Dios, la difusión del evangelio de Jesucristo fue fielmente efectuada por la Iglesia de Dios.
Sin embargo, no todo marchaba bien con la Iglesia, puesto que la trayectoria hacia la apostasía ya había sido delineada. Es evidente que desde el mismo principio, la Iglesia tenia entre su membresía a aquellos que no estaban totalmente entregados a la causa y quienes eventualmente ocasionarían la destrucción de la Iglesia, aunque por un lapso de tiempo. Un miembro de los doce apóstoles originales traiciono al divino Hijo de Dios, siendo el uno de los muchos que eventualmente harían lo mismo. La Iglesia se extendió victoriosa sobre las fuerzas enemigas externas, pero fue traída a la humillación y a la apostasía por las fuerzas enemigas internas.
La Iglesia primitiva fue contaminada por miembros extraviados, miembros que retenían para las finanzas que deberían haber sido conferidas a la Iglesia, (hechos 5) miembros que mentían y eran deshonestos, miembros que murmuraban y se quejaban de sus familias habían sido menos preciadas o desatendidas. (Hechos 6)
Existían iglesias locales donde la inmoralidad corría desenfrenadamente entre los miembros (Corinto). La Iglesia primitiva tenia congregaciones locales que iban a los extremos en ciertos temas o cuestiones de doctrinas (Tesalónica y Corinto). Es patente que desde el mismo principio, la Iglesia de Dios había tenido que contender contra luchas (“contiendas)….contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires”. (Efesios 6:12) Donde las persecuciones externas no pudieron detener el paso de la Iglesia en su esfuerzo de llevar adelante la gran comisión, las fuerzas que obraban internamente prosperarían en su esfuerzo por destruir la verdad del evangelio.
Pablo expidió una severa amonestación poco antes de terminar su carrera en Hechos 20:28-30:
“Por tanto mirad por vosotros, y por todo el rebano en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual gano por su sangre. Porque yo sé que después de mi partida entraran en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonaran el ganado;
No paso mucho tiempo sin que la profecía de Pablo comenzara a verificarse. Pablo amonesto a la Iglesia primitiva concerniente a la “gran apostasía”. La Iglesia seria escondida de la presencia del Señor, y abandonada por un pequeño lapso de tiempo. Dado a los errores de los hombres, la Iglesia caería en la apostasía. La senda hacia el descenso, como está trazada en los escritos del Nuevo Testamento, había comenzado aún antes de la muerte de los apóstoles. La verdad de la apostasía que se acercaba puede ser vista en el manejo del ministerio del Espíritu por los primeros líderes de la Iglesia.
De las muchas características de la Iglesia primitiva, el ministerio del Espíritu sobresale por encima de cualquiera de las demás. Se dio una extraordinaria importancia l ministerio del Espíritu Santo. Desde el Día de Pentecostés, cuando la Iglesia fue revestida con el poder espiritual, el ministerio total del Espíritu había sido el ingrediente principal en la vida de la Iglesia. Se esperaba que los miembros de la Iglesia estuvieran llenos del Espíritu, alimentados del Espíritu y guiados del Espíritu.
Jesús había dicho: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviara en mi nombre, él os ensenara todas las cosas, y os recordara todas las cosas….”. Luego declaro: “Por tanto, cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiara a toda verdad”. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviara en mi nombre, él os enseñara todas las cosas, y os recordara todas las cosas que os he dicho.” (Juan 14:26) EN los primeros años de la Iglesia, se dio gran énfasis a la realidad del Espíritu Santo y a la operación de los dones en la Iglesia. Existen numerosas referencias en los escritos del Nuevo Testamento, donde los individuos tenían estos dones espirituales operando en sus vidas.
Mientras la Iglesia mantuvo el ministerio del Espíritu en su lugar apropiado, la Iglesia de Dios se movió adelante como un ejército poderoso. No obstante, el liderato de la Iglesia no podía manejar aptamente las manifestaciones del ministerio del Espíritu. Aun en los escritos del Nuevo Testamento, hay evidencia de que se abusó del ministerio del Espíritu. Así como sucedió en la congregación de Corinto, evidentemente vino a ser un reto demasiado grande para el liderato de la Iglesia el usar debidamente la manifestación del ministerio del Espíritu.
Ellos escogieron el no usar el Espíritu para corregir el abuso en lugar de aceptar el reto para hallar el uso apropiado del pleno ministerio del Espíritu Santo. Para corregir el abuso del ministerio del Espíritu por algunos individuos en la Iglesia, el liderato escogió el desanimar y finalmente suprimir lo único que le fue adjudicado a la Iglesia para guiarla a toda verdad. Para el segundo siglo, los líderes de la Iglesia se sintieron forzados a suprimir el ministerio del Espíritu.
La clausura del primer siglo es un punto significativo en el giro de la historia de la Iglesia de Dios. Con los escritos de Juan culmina la literatura del Nuevo Testamento. La Iglesia entra literalmente dentro de la “edad oscura”, (no existe registro escrito alguno) debido a que hay muy poco, si tal vez ningún registro de sus actividades en los próximos setenta a cien años. Para los historiadores, la Iglesia se perdió de vista Nuevo Testamento y los subsiguientes siglos es secreto y sentencioso.
La Iglesia comenzó a entrar a la “edad oscura” adoptando algunas tendencias mundanas. L forma de gobierno era simple y la adoración era muy devota y sincera. La disciplina de la Iglesia era rígida y con elevadas normas morales. Guiados por la conciencia individual, el amor hacia Dios y el amor al prójimo, los miembros de la Iglesia estaban dedicados a su tarea. EL ministerio del Espíritu era tenido en una posición suprema y de prominencia a medida que la Iglesia cumplía la comisión de ir por todo el mundo.
Sin duda que la Iglesia iba penetrando a todo el mundo a medida que aumentaban en fortaleza numérica y organizacional. No obstante, el mundo estaba haciendo su impresión en la Iglesia. La Iglesia comenzó a comprometer sus excelsos ideales y espiritualidad a medida que venían en contacto con las diversas culturas del mundo. La Iglesia estaba cambiando el mundo, pero el mundo también estaba cambiando a la Iglesia.
Cuando la Iglesia emergió otra vez a la historia, una “transición abrupta y un marcado contraste” pueden ser obviamente notados entre la Iglesia del Nuevo Testamento y los siglos subsiguientes. Aunque no hay duda concerniente a su continuación, es distintamente inferior en “originalidad, pureza, energía y frescura”. La caída en la apostasía fue ganando ímpetu rápidamente.
A través del segundo siglo, la Iglesia ya estaba manifestando “flojedad en su disciplina, formalidad en la adoración, dogmatizacion e doctrina, mundanalidad en las normas éticas y secularización en su vida en general”. La mundanalidad de otros durante el primer siglo había venido a ser “nuestra mundanalidad” en el segundo y tercer siglos. La Iglesia estaba definitivamente siendo reformada por las influencias mundanas.
Por más de los siglos y medio, la Iglesia sufrió por lo menos diez persecuciones (algunas locales y otras más generales); no obstante, estas no pudieron detener la propagación del evangelio. D hecho estas agregaron combustible a la llama de la dedicación cristiana, a fin de adelantar más la causa de Aquel que murió por ellos. No serían las fieras persecuciones las que impedirían tal avance y las que eventualmente detuvieran el progreso espiritual de la Iglesia. Por el contrario, fue la apasionada aceptación del mundo lo que ocasiono el que las últimas cadenas estrangulantes de la apostasía cayeran sobre la institución divina.
Con la trayectoria en descenso hacia la apostasía ya trazada en la época de los escritos del Nuevo Testamento, y ganando ímpetu durante el segundo y tercer siglos, la primera parte del cuarto siglo seria el periodo que vería las ultimas millas de la trayectoria a ser transitada por la apostasía en su empuje victorioso. Lo que no pudo impedir la persecución, lo hizo la tolerancia. El Edicto de Milán en el año 311 D.C., después de tres siglos de fracasos del gobierno romano en su meta de forzar la Iglesia a retractarse, le confirió a los cristianos el “permiso para conducir asambleas religiosas con tal de que no perturbaran el orden del Estado”.
La Iglesia había viajado una larga distancia. Desafortunadamente, los que antes habían sido extremos opuestos--- la Iglesia, fiel a Cristo y de manera extraordinaria. Arriesgando el verdadero cristianismo, la Iglesia había venido a ser tan semejante al mundo que ahora podía coexistir pacíficamente en la misma sociedad.
El acto final que ilustra la degradación o descenso espiritual de la Iglesia, lo fue el Concilio de Nicea. EL Concilio de Nicea, en el año 325 D. C., marca el principio de la “solemne inauguración de la iglesia imperial del estado”. Las decadencia de la vida cristiana había comenzado mucho antes de Constantino, pero sería este emperador romano quien traería sobre la Iglesia su derrota espiritual final en su guerra con la apostasía, aunque le dio al cristianismo una victoria militar y política sobre el paganismo.
Habían muchos cristianos dentro de la Iglesia quienes anhelaban el retorno de esta a la “pureza moral; la disciplina estricta y la vida exclusivamente separada” de la Iglesia del primer siglo. A pesar de cuan corrupta fuera la condición de la Iglesia, era evidente que siempre habían personas presentes que no se inclinarían ante las circunstancias del momento, sino que se mantendrían firmes en defensa de la santidad y los verdaderos principios de justicia de Jesucristo. Cuando se levantó un grupo para llevar la Iglesia de regreso a sus anteriores caminos, fueron acusados rápidamente de herejía, y excomulgados (expulsados).
El cristianismo continuo su existencia, pero la Iglesia ya había sido completamente cubierta con una forma de santidad, pero negando el verdadero poder de Dios. La Iglesia, “el templo santo del Señor” (Efesios 2:21), había expulsado totalmente el Espíritu de su habitación debido a la manera de vivir carnal y mundana de sus miembros. La forma externa continuo aumentando hasta que esta virtualmente rigió sobre el mundo durante la época medieval. EL espíritu interno de la verdad, por el contrario, no sería visto de nuevo hasta el aparecimiento del periodo de la Reforma, que adopto la justificación por la fe.
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