La Biblia nos dice de Jesús de Nazaret “…no hay parecer en él, ni hermosura: verlo hemos, mas sin atractivo para que le deseemos” (Is. 53:2). Para el hombre carnal, y el ojo físico, no habría nada atractivo en Él, sino sería despreciado y desechado por los hombres. La Biblia también dice que Él estaba lleno del Espíritu Santo y que el Espíritu lo llevó a estar a solas con Dios en un lugar desértico. Luego, cuando reapareció en el mundo poco tiempo después, Jesús volvió en virtud del Espíritu “…y salió la fama de él por toda la tierra de alrededor” (Lucas 4:1, 14).
Juan el Bautista envió algunos hombres a Jesús para preguntar si era Él aquél que había de venir o si ellos deberían esperar a otro. Lo que provocó que Juan enviara a hombres a preguntar por Jesús es la misma razón que hará que los hombres y mujeres pregunten hoy si ésta es la Iglesia profetizada o no, la Iglesia esperada o no, si ésta es en verdad la Iglesia de la Biblia o no, ¿Cuál es esa razón? Que el Cuerpo de Cristo hace “las obras del que me [nos] envió;” que es, ¡predicar el evangelio a los pobres, sanar a los enfermos y echar fuera demonios!
El mundo, secular y religioso, no podía ignorar por mucho tiempo a un grupo de personas unidas en una genuina unidad de doctrina, gobierno y propósito que es dirigido por el Espíritu y opera bajo la influencia del Espíritu Santo. A los ojos de muchos puede que no seamos mucho, puede que no seamos muy atractivos, pero a medida que aumentemos en obediencia, y mientras nos acercamos más a Dios, nos llevará a un lugar donde la belleza de la santidad de Dios y la predicación de la Palabra de Dios en la demostración de Su Espíritu y poder hará que la Iglesia sea conocida en el mundo.
Debemos determinar en nuestros corazones seguir predicando a Cristo y a Su Iglesia, pero, lo que es más importante, ¡debemos determinar vivir en Cristo y ser la Iglesia! Necesitamos que Dios trabaje con nosotros y confirme Su Palabra, por eso, doblamos nuestras rodillas e inclinamos nuestros corazones ante Él y clamamos “No nuestra voluntad Señor, sino la tuya,”
Las acciones siempre han hablado más que las palabras, así que no es difícil entender que lo que el mundo necesita hoy es ver a La Iglesia de Dios ardiendo con el fuego del Espíritu Santo, siendo la Iglesia; ¡haciendo el trabajo de La Iglesia de Dios!
Las multitudes dudan en venir a nosotros, no porque la “doctrina es demasiado fuerte” o porque las enseñanzas son “demasiado estrictas,” sino porque en muchos casos, ni siquiera saben que estamos en la ciudad. El mundo no podía ignorar a Cristo cuando caminó sobre la tierra, sino que estaba obligado a reconocerlo en vista de Sus poderosos milagros y Su predicación ungida. Las multitudes no dudan en venir a nosotros porque somos “demasiados santos,” sino porque aún no hay suficiente diferencia entre la verdadera Iglesia de Dios y las instituciones religiosas hechas por el hombre. ¡Seguramente una Iglesia ungida por Dios no podría pasar desapercibida en el mundo! Como los manojos de José entre los manojos de sus hermanos, así es La Iglesia de Dios bajo la unción divina en medio de todas las religiones de la tierra.
Necesitamos el mismo poder que Jesús tuvo para hacer el mismo trabajo que Jesús hizo, así que, debemos ser como Él fue, ocupados haciendo esas cosas que agradan a Dios. El corazón de la Iglesia debe estar comprometido en buscar al Señor. Queremos vivir diariamente como aquellos que están perfectamente convencidos de lo que está bien y lo que está mal, lo que es verdadero y lo que es falso, y no se inquieten en cuanto al destino de la Iglesia. La fe en Dios nos moverá a la acción, y la oración prevaleciente y eficaz traerá poder. Cualquier desafío que usted pueda enfrentar, mire a Aquel que ha prometido la victoria.
Oscar Pimentel, Supervisor General, La Iglesia de Dios
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