CONTRA EL USO DE ORO Y ALAJAS COMO ORNAMENTO
Pablo, al escribirles a los ministros y miembros de la Iglesia primitiva, les dio instrucciones
que abarcaban casi todas las fases de la vida de la persona. Él les escribió acerca
de los servicios de adoración, acerca de sus relaciones los unos para con los
otros, y muchas otras cosas en relación a las cuales él creyó que ellos necesitarían más instrucción. En nuestro texto el cual fue escrito al joven Timoteo,
Pablo creyó necesario
amontar contra el uso de algunas cosas para el ornato
o adorno. El amonestó a las mujeres a ser modestas y honestas en su manera
de vestir y abstenerse ·del uso del oro, perlas y vestidos costosos. Por _supuesto que estas
mismas instrucciones con respecto al vestir Y al adorno se aplicarían también
a los hombres de la Iglesia, y no solamente a las mujeres.
El consejo de Pablo está en
completa armonía con las palabras de Pedro: "El adorno
de las cuales no sea exterior con encrespamiento del cabello, y atavío de oro, ni en compostura
de ropas; Sino el hombre del corazón que está encubierto, en incorruptible ornato
de espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios.
Porque así también se atav1aban en el tiempo antiguo aquellas santas mujeres que esperaban en D10s, siendo sujetas a sus maridos." (1 Pedro 3:3-5)
Puesto que le estamos sirviendo al mismo Señor y somos miembros de la misma Iglesia del Nuevo Testamento
de la cual Pablo_ Y Pedro fueron ministros, es menester que sus instrucciones y consejos sean oídos
y puestos en práctica en este
tiempo. Por esta razón la Iglesia de D10s continúa enseñando contra el uso del oro de parte de los miembros como
decoración u ornato. Entre las cosas prohibidas están: las sortijas,
brazaletes, aretes, cadenas, medallones y otras clases
de joyas. El uso del oro en relojes, reloj de bolsillo, pinches
para corbatas y otros artículos los cuales tienen un uso
conveniente, es comúnmente dejado a la discreción de la persona.
Si observamos las Escrituras detenidamente, podríamos ver con facilidad el porqué el uso del oro para ornato o
decoración o las joyas, las cuales no tienen ningún beneficio o provecho, no deben
tener cabida o lugar alguno en la vida de un hijo de Dios. "No améis al
mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él. Porque todo lo que haya en el mundo, la concupiscencia de
la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre,
mas es del mundo. Y el mundo se pasa, y su concupiscencia;
mas el que hace la voluntad de Dios, permanece
para siempre." (1 Juan 2:15-17) Esta referencia bíblica nos ofrece evidencia suficiente de que aquéllos que aman al mundo y las
cosas que están en él, el amor del Padre no mora en ellos. La gente mundana ama
el vestir de una manera deshonesta, el comprarse vestidos costosos y adornarse con joyas de mucho valor. Empero el hijo de
Dios quien ha nacido de nuevo y es una nueva criatura en Cristo Jesús, como ya
no posee una mente carnal que es la que motiva a la persona a vestir y actuar como lo hace el mundo, no tendrá tales
inclinaciones ni deseos hacia estas cosas.
El uso del oro u otros metales
preciosos para ornato o decoración es una evidencia externa
del orgullo o soberbia que mora en el corazón de una persona que las usa ·en la
manera ya descrita. Por esta razón, su uso es impropio de un hijo de Dios. "Abominación es a Jehová todo altivo de corazón: Aunque esté mano
sobre mano, no será reputado inocente." (Pr. 16:5) "Antes
del quebrantamiento es la soberbia; Y Antes de la caída la altivez de
espíritu." (Pr. 16:18) Estas palabras del escritor de
Proverbios nos dejan saber que el orgullo o la soberbia son desagradables a
Dios. Aquéllos que son orgullosos de corazón son abominables
ante Sus ojos. Esta soberbia no quedará sin castigo; ésta conduce a la persona a su propia destrucción. La altivez de
espíritu es siempre desagradable al Señor, ya sea
una altivez secreta o si es manifestada en las
acciones de la persona o en su forma
de vestir.
La práctica de gastar extensas sumas de dinero en joyas y otros artículos innecesarios para el vestir, representa un desperdicio de dinero. Estas
cosas no benefician al individuo ni espiritual ni físicamente.
Es imposible atraer la atención favorable de Dios con el uso
del oro y piedras preciosas como ornato. Estas cosas son las evidencias
del espíritu vanidoso que tanto Dios abomina en
el hombre. Pedro nos dice la clase de ornato que es agradable a Dios. En vez de buscar el adornar el hombre exterior con oro y trajes costosos, nosotros debemos buscar adornar el hombre interior del corazón con un espíritu humilde (manso) y
pacífico. Este es el ornamento que agrada a Dios. Aquéllos que desean recibir
el favor de Dios, dedicarán sus energías a la tarea de buscar la forma de
adornar el hombre interior con mansedumbre o humildad, lo cual es de mayor
valor ante los ojos de Dios que cualquier adorno o atavío de oro, plata, perlas
o vestidos costosos.
El Señor conoce el verdadero valor de las cosas y Su
Palabra nos ha dicho que el mundo y las cosas que están en él pasarán mas el que hace la voluntad de Dios permanecerá para siempre. Y la voluntad de Dios es el
que adornemos el hombre interior con un espíritu manso y pacífico. Este es el tipo de adorno que agrada a
Dios, y los que se vistan de humildad recibirán bendiciones especiales las
cuales están prometidas en la Palabra de Dios. El salmista dijo: "Pero los
mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz." (Salmo
37:11) En vez de estar destinados a ser destruidos con las cosas mundanas, aquéllos
que se visten de un espíritu de mansedumbre y paz, heredarán la tierra,
disfrutarán y se recrearán en ella con abundancia de paz.
Pablo enfatizó la importancia de la mansedumbre en la
vida de los cristianos: "Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis
como es digno de la vocación con que sois llamados; Con toda humildad y
mansedumbre, con paciencia soportando los unos a los otros en amor."
(Efesios 4:1, 2) Pablo le escribió a los tesalonicenses diciéndoles
que ellos fueron llamados a santificación, y aquí tenemos su amonestación para
que andemos como es digno de esta vocación o llamamiento, demostrando toda
humildad y mansedumbre. Es maravilloso el ser llamado o escogido para recibir las bendiciones del Señor; no obstante, después del nuevo nacimiento lo que agrada al
Señor de nuestra parte es el que porfiemos o luchemos por ser dignos de Su
gracia andando en toda humildad y mansedumbre mientras le servimos.
La mansedumbre es una parte del fruto del Espíritu
como lo registra Pablo. Después de Pablo mencionar el fruto del Espíritu, él
dice: "Si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu. ·No seamos codiciosos de vana gloria, irritando los unos
a los otros, envidiándose los unos a los otros." (Gálatas 5:25, 26) El ornato de un espíritu humilde y pacífico no es el producto del deseo de vanagloria, ni
tampoco provoca a nadie a la envidia ni a la irritación. Otros ornamentos
pueden ser usados para vanagloria, para provocar a otros a la envidia o al celo,
pero esto no sucede cuando nos adornamos con un espíritu pacífico y humilde.
El fruto del Espíritu puede ser manifestado únicamente
por un corazón que esté lleno del Espíritu Santo. "Mas ahora librados del
pecado, y hechos siervos a Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y
por fin la vida eterna." (Romanos 6:22) Cuando.
El corazón ha sido purificado de todo pecado por la sangre de Jesús, (santificado)
y la naturaleza carnal extirpada, entonces no puede haber lugar alguno para que
se manifieste algún espíritu de arrogancia o altivez en cuanto a la manera de
la persona vestirse y ataviarse. Jesús fue nuestro ejemplo mayor en cuanto a
mansedumbre. El enseñó a Sus discípulos: "Llevad e1 yugo sobre vosotros, y
aprended de mí; que soy manso y humilde de corazón..." (Mateo 11:29) Cada
cristiano deberá ambicionar y desear ser como Jesús; y para ser como
El, tendríamos que seguir el ejemplo que Él nos dejó en mansedumbre. Nosotros tenemos
que ataviamos de mansedumbre. Cuando venimos al Señor para salvación y perdón
de pecados, debemos de humillarnos completamente a Él y después procurar ser
como Él es. No hay ninguna evidencia que señale que exista orgullo en las cosas
que Jesús hizo mientras estaba sobre la tierra, y cuando una persona es como
El, en vez de sentir orgullo en su corazón, lo que sentirá será humildad y
mansedumbre. . .
La Biblia enseña que nuestros cuerpos son templos del Espíritu
Santo. Cuando estos templos son purificados a través de la experiencia de la
santificación por la sangre de Jesús, entonces ellos están listos para la
morada del Espíritu Santo. El corazón es hecho puro y está listo para ser
adornado con mansedumbre Y paz, lo cual es la voluntad de Dios.
Apenas podemos admitir que otra clase de atavíos, tales como los que el mundo
usa para la decoración, pudieran añadir algo a un objeto el cual ha recibido
una atención tan especial de parte de Dios. El Señor se complace en embellecer
o hermosear aquéllos que están consagrados a Su voluntad. El salmista nos dice:
"Porque Jehová toma contentamiento con su pueblo: Hermoseará a
los humildes con salud." (Salmo 149:4)
Existen los que tratan de justificar el uso del oro basándose
en que ciertos artículos han venido a ser tradición y son generalmente aceptados
por ser símbolos de algunas instituciones. Muchas costumbres han sido
subseguidas o continuadas por tantos años que éstas han echado raíces muy
profundas en la forma de vida del individuo. Algunas de estas costumbres son
practicadas por los cristianos dado a que éstas no son condenadas directamente por
la Palabra de Dios. Empero el cristiano no es libre para envolverse en la
práctica de costumbres o tradiciones que están en una forma u otra en conflicto
con la Palabra de Dios. Así pues, nosotros no estamos libres para usar el oro
como adorno o decoración aun cúando tal uso sea Justificado por la tradición. Pablo
nos advierte contra esto: "Y no os conforméis a este siglo; mas reformaos
por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la
buena voluntad de D10s, agradable y perfecta." (Romanos 12:2) Nosotros no estamos para conformarnos con las tradiciones de los hombres, empero ajustar nuestras vidas a la Palabra de Dios. El
deseo de un cristiano sincero es el de no conformarse a este mundo ni asemejarse
al mismo, mas hacer la perfecta voluntad de Dios.
El propósito de los cristianos no es el de hacer cosas
para atraer la atención de los demás o la suya propia;
por el contrario, sus deseos deben ser los
de hacer las cosas que son agradables ante la presencia de Dios y de vivir
en tal forma
que la gloria de Dios pueda ser manifestada en su vida. Cuando
uno se atavía a sí mismo imitando las costumbres del mundo tal persona está buscando el
obtener reconocimiento personal. Esta expresión de vanidad y orgullo no es del agrado del Señor. Jesús no buscó ganar
fama personal o reconocimiento público para Sí Mismo. El le dijo a Sus
discípulos: "Gloria de los hombres no recibo." (Juan 5:41) Luego El dijo: "¿Cómo podéis vosotros creer pues tomáis la gloria los unos de los otros, y no
buscáis la gloria que de sólo
Dios viene?" (Juan 5:44) Es posible recibir
honra y reconocimiento
de otros debido a la vanidad y al orgullo,
lo que hace que uno se adorne a sí
mismo de toda suerte de vestiduras y atavíos
costosos pero el que hace esto
no está buscando Ja gloria y la
honra de parte de Dios. Jesús Te dijo
a los fariseos:
"...Vosotros
sois los que os justificáis
a vosotros mismos delante de los hombres,
mas Dios conoce vuestros corazones;
porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación." (Lucas 15: 15)
El oro,
la plata, joyas preciosas y otras clases de adornos podrán atraer la
atención del mundo v conferir
reconocimiento a aquéllos que los usen;
pero, ¿qué - valor tiene esto para el individuo cuando al hacerlo está dejando a un lado el ornato el cual
es de tanta estima
ante los ojos de Dios?
¿De qué le vale al hombre
granjear todas las riquezas del mundo
y al fin perder su alma? Nosotros los miembros
de la Iglesia de Dios de hoy no debemos permitir que nuestras vidas se entusiasmen demasiado con las costumbres y tradiciones de los pueblos hasta el extremo de que alguno vaya a transigir con ésta, y como resultado traer reproche u oprobio obre la doctrina de la Iglesia de Dios, por el hecho
de querer congraciarse con el mundo. Por
el contrario, debemos buscar la presencia
del Señor con toda humildad y mansedumbre, revistiendo el hombre interior del corazón en tal forma que podamos obtener la gracia y bendición de
Dios en esta vida y la vida eterna en el mundo por venir.
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