“Mas yo
también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y
las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mat. 16:18).
¡Qué escritura tan maravillosa y
poderosa Dios le ha dado a la Iglesia de Dios! Contiene promesas maravillosas
en las que nos hemos regocija-do durante los años. Es fácil leer este verso y
entusiasmarse con la revelación divina, la única vía por la que tenemos
conocimiento de quién es Cristo y de quien es la Iglesia, y el entendimiento
mutuo entre Cristo y nosotros como individuos que sabemos quién es Él y Él sabe
quién somos nosotros. Él estableció la Iglesia sobre estos dos hechos que forman
la roca que Él mencionó aquí. ¡También escrita en este versículo esta la
promesa que sin importar los problemas por los que atraviese la Iglesia, nada
prevalecerá contra nosotros!
Muchas veces hemos predicado esta
promesa como si las puertas del infierno son las armas que Satanás lleva a la
batalla contra nosotros. Mientras es cierto que a veces el término puertas,
como se refiere a una ciudad, significaría el ejército de una ciudad, el uso
adecuado del término sería las puertas que fueron diseñadas para mantener a los
ejércitos del enemigo fuera de la ciudad. Cuando Jesús hizo esta promesa a la
Iglesia era una indicación de que a medida que marchamos hacia el interior del
territorio del enemigo que sus defensas no pueden detenernos. El diablo no está
interesado en que marchemos al interior de sus puertas así es que él invierte
mucho tiempo trayendo la batalla hacia nosotros. Al ganar esas victorias
podemos empezar a sentir que estamos ganando la guerra y olvidamos que no hemos
marchado en su territorio aún. Es hora de que nos pongamos nuestra armadura,
tomemos nuestro escudo y espada y empecemos a abrirnos paso a la ofensiva
contra sus puertas. Recordemos otra promesa de Jesús a los discípulos, "...Yo
veía á Satanás, como un rayo, que caía del cielo. He aquí os doy potestad de
hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del
enemigo, y nada os dañará”(Luc. 10:18-19). Es cierto que después de esta
declaración Jesús les dijo que se regocijen en su salvación y no en el poder
sobre el enemigo que Él les había prometido, sin embargo, esta instrucción no
disminuye el poder que les dio a ellos y que ha sido pasado a quienes todavía
retenemos la doctrina. No es que Él no quiere que usemos el poder y traspasemos
las puertas del enemigo—eso es exactamente lo que Él quiere que hagamos. Si ese
no hubiera sido su plan entonces no les habría mencionado este poder a ellos.
Cuando Jesús estableció la Iglesia Él la comisionó“…a
predicar. Y que tuviesen potestad de sanar enfermedades, y de echar fuera
demonios” (Mar. 3:14, 15). Este es el mandato para utilizar el poder
prometido en Lucas capítulo 10. Nuestro deber es "hollar… sobre toda
fuerza del enemigo" y tenemos que cumplir con ese deber. Queremos que
su reino sea destruido porque él es el enemigo de nuestro Rey. Todo lo que ha
hecho desde que se rebeló contra Dios en el cielo ha sido un intento para
so-cavar la autoridad y la influencia de Dios en el mundo. Jesús vino a
"... deshacer las obras del diablo" (1 Juan 3: 8) y lo hizo en
la cruz y por medio de la resurrección. Ahora la responsabilidad es nuestra de
portar ese poder y continuar con la destrucción del reino del diablo. Vamos
"Cruzando las Puertas" con el único propósito de destruir su reino,
no vamos a dejar piedra sobre piedra y el único despojo que vamos a tomar son
las almas de los hombres, mujeres y niños atrapados detrás de esas puertas. No
estamos en esto por beneficio personal, sino por beneficio del reino por el
cual luchamos.
Parte de la promesa registrada por
Lucas es la declaración, "... y nada os dañará." ¡Es algo maravilloso
entrar en una batalla a la que sabemos que no podemos perder! Eso no cambia el
hecho que sigue siendo una batalla y las batallas son difíciles. El enemigo reunirá
todas sus fuerzas contra nosotros mientras marchamos, fortalecerá sus paredes y
reforzará sus puertas; mientras más cerca estemos a las puertas colocará más
soldados y armas sobre las paredes para lanzar dardos de fuego a nuestro
ca-mino, vamos a sentir cada defensa que tiene porque él conoce la promesa
también, pero no se dejara vencer sin una pelea. Las puertas no pueden prevalecer
en contra de nosotros, pero si sus defensas tienen éxito en alejarnos entonces
él tendrá el triunfo, y ha habido ocasiones en el pasado donde ese parece haber
sido el caso. Su única oportunidad es asustarnos con sus defensas
manteniéndonos aleja-dos de las puertas—convenciéndonos que si es tan difícil
llegar a las puertas será mucho más difícil lograr atravesarlas. Debemos
penetrar, a pesar de sus defensas, confiando en la promesa que nada puede
hacernos daño. Cuando logramos llegar a las puertas parecen altas, gruesas e
impenetrables. El diablo es un maestro en disfraces y confusión y pone toda su
astucia en hacer que estas puertas parezcan imposibles de penetrar. Al
encontrarnos frente a ellas podemos asombrarnos con su tamaño y preguntarnos
cómo podremos atravesarlas. "Seguramente Dios quiso que otra generación
las atraviese, nosotros no somos lo suficientemente fuertes", podríamos
pensar. Podemos compararnos nosotros mismos al tamaño de las puertas y comenzar
a buscar a otra persona que las atraviese. Fue y es la voluntad de Dios que
otras generaciones atravesaran las puertas así como es Su voluntad que nosotros
lo hagamos. El diablo está en constante construcción, fortaleciendo y
ampliando, así que el ejército de Dios debe estar continuamente marchan-do y
abatiendo. Mientras nos encontramos frente a ellas también nos preguntamos qué
es lo que encontraremos al otro lado. Se ve oscuro del otro lado y no tenemos
manera de saber lo que nos espera para luchar mano a mano contra nosotros. El
diablo sin duda tiene sus fuerzas más poderosas para combatir contra nosotros
en el interior una vez que hayamos vencido lo demás. Debemos aferrarnos a la
promesa de que tenemos el poder para hollar sobre lo que está en el otro lado y
debemos dejar su reino en ruinas porque nuestro Comandante ha ordenado que así
sea.
Será una pelea difícil para cruzar
las puertas, pero lo que está detrás de ellas bien vale la pena la lucha que
llevará atravesarlas. No estamos buscando ir "Cruzando las Puertas"
porque queremos estar en esos lugares tenebrosos, sino porque queremos llevar
la luz del Evangelio a esos lugares oscuros y rescatar lo que está atrapado
allí. Podemos tomar valor "…porque el que en vosotros está, es mayor
que el que está en el mundo" (1 Juan 4: 4). ¡Es hora de que alguien
tome la delantera "Cruzando las puertas!" ¿Qué dices joven?
¿Permitirás que Dios te prepare y te haga parte del ejército que lo hará?
Dustin T. Hays, Coordinador General de la BLV
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