“¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltará contando
de Gedeón, de Barac, de Samsón, de Jephté, de David, de Samuel, y de los
profetas: Que por fe ganaron reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas,
taparon las bocas de leones. Apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de
cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes en batallas,
trastornaron campos de extraños. Las mujeres recibieron sus muertos por
resurrección; unos fueron estirados, no aceptando el rescate, para ganar mejor
resurrección; otros experimentaron vituperios y azotes; y á más de esto
prisiones y cárceles; Fueron apedrea-dos, aserrados, tentados, muertos á
cuchillo; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras,
pobres, angustiados, maltrata-dos; De los cuales el mundo no era digno…” (He. 11:32-38).
La Biblia y nuestra propia historia están llenas de
hombres y mujeres como los mencionados en estos ver-sículos de la escritura.
Algunos de ellos tenían libros enteros acerca de ellos mismos o escritos por
ellos y otros estuvieron en la escena de la Biblia por únicamente uno o dos
capítulos. Todos ellos sirvieron fielmente a Dios sin la menor intención de que
sus nombres fueran mencionados o sus historias fueran compartidas; simplemente
amaron al Señor y a su causa y estuvieron dispuestos a negarse a sí mismos para
poder servirle. Si pudiéramos hablar con ellos, sin duda nos harían saber su
indignación al ser mencionados con otros héroes de la fe y tratarían de desviar
toda la gloria y atención de nuevo al Señor. En realidad, ese espíritu humilde
es una gran parte de lo que los hizo exitosos para Dios. Eso es lo que significa
ser “el Oportuno," vivir tu vida de la manera que desvíes la gloria de ti
mismo hacia Dios sirviéndole humildemente y ensalzando Su causa no la tuya
propia.
Pablo le escribió a la iglesia de Corinto con respecto
a aquellos que Dios elige para trabajar para Él. Él elige a los insensatos para
confundir a los sabios y a los débiles para confundir a los fuertes. Elige a
los humildes y a los menospreciados. Lo hace de esta manera para "que
ninguna carne se jacte en su presencia" (1 Co. 1:29). Todos estos
héroes de la fe reconocieron que no podían gloriarse en sí mismos, sino que
toda la gloria le pertenecer al Señor.
¿Y qué de nosotros? En primer lugar, ¿estamos
dispuestos a hacer a un lado todo, a sacrificarnos a nosotros mismos, nuestros
sueños y esperanzas para poder tener la gran oportunidad de vivir para el Señor
y servirle? ¿Estamos dispuestos, si es necesario a enfrentarnos a la violencia
del fuego para lograr que se apague o a experimentar debilidad para que Dios
pueda ser fuerte en nosotros? ¿Qué pasa si tenemos que ver a nuestros seres
queridos perder sus vidas para que Dios pueda ser glorificado al levantarlos de
nuevo? ¿Confiamos en Dios lo suficiente para permitir que nuestros seres
queridos, o incluso nosotros mismos, vallamos tan lejos para permitir que Él
sea glorificado? ¿Estamos dispuestos a ser torturados por la causa de Cristo o
a experimentar crueles vituperios y azotes por amor de su nombre? ¿Y sobre la
cárcel, estaremos dispuestos a ir a prisión por la causa de Cristo? Tal vez
estas preguntas les parezcan ridículas, lea el relato en Hebreos, todo está
ahí, y más. Estas son las cosas que el pueblo de Dios ha sufrido a lo largo de
la historia para poder ganar a Cristo y ganar batallas para Él. Estaban dispuestos
a avanzar y "Ser el Oportuno" para Dios en su generación. No siempre
es glamoroso, de hecho, casi nunca lo es, pero Dios es siempre fiel en
recompensar a aquellos que están dispuestos a hacer todo a un lado y servirle.
Sacrificio parcial no es suficiente, el sacrificio parcial no es sacrificio en
lo absoluto, es egoísmo.
En segundo lugar, ¿estamos dispuestos a permitir que
toda la gloria, todo el honor y toda la atención se desvíen al Señor? La
mayoría de nosotros tenemos una tendencia natural a llamar la atención hacia
nosotros mismos de alguna manera. Desde nuestro nacimiento hemos sido
acondicionados a creer que el mundo gira en torno a cada una de nuestras
necesidades, deseos y caprichos. A medida que crecemos esta condición es magnificada
por una sociedad que nos anima a seguir nuestros propios sueños y a forjar
nuestros propios caminos. Muy a menudo el espíritu detrás de estos mensajes, y
otros, es que vale la pena ir detrás de todo lo que tú deseas sin importar las
con-secuencias. Esto es justo lo contrario a lo que Dios desea para nosotros.
Él tiene un camino diseñado para cada uno de nosotros y muy a menudo este es
muy diferente a la ruta que nos imaginamos para nosotros mismos. Algunas veces,
después que ya hemos renunciado a nuestra voluntad para hacer la Suya, todavía
no podemos dejar a un lado la idea que todo gira alrededor de nosotros y
buscamos atención y gloria para nosotros mismos. Aquellos a quienes Dios elige
para hacer su obra no sólo están dispuestos a desviar toda la gloria de sí
mismos hacia Él, sino también reconocen que no son merecedores de ninguna
gloria. Hace ya mucho tiempo que han muerto a su carne con sus deseos como para
atraer atención para sí mismos; han tomado a pecho las palabras de Pablo a la
iglesia en Corinto, ninguno de nosotros somos dignos de gloriarnos en nosotros
mismos.
Estas características que debemos de tomar son
características de Cristo que debemos emular. "Y decía a todos: Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día,
y sígame. Por-que cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y
cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la salvará."(Lc.
9: 23-24). Nuestra cruz debe ser similar en característica a la cruz que Jesús
llevó. Nunca vamos a sufrir por los pecados de otros, o en la medida en que
Jesús sufrió. Sin embargo, nuestra cruz debe ser una cruz de abnegación y
sacrificio voluntario. Con frecuencia leemos esta escritura y nos alentamos a
nosotros mismos por tomar nuestra cruz al rendir nuestro corazón al servicio de
Dios, pero una cruz no se lleva sin dolor ni es fácil de soportar. La cruz era
un instrumento para una muerte cruel. Sin duda, el volverse a Dios en
arrepentimiento es el primer paso de tomar nuestra cruz, pero debemos asemejarnos
a la muerte de Jesús (cf. Fil. 3:10) en nuestro nivel de sacrificio voluntario
y abnegación. "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en
Cristo Jesús: El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser
igual a Dios: Sin embargo, se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo,
hecho semejante á los hombres; Y hallado en la condición como hombre, se
humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." (Fil.
2: 5-8). Incluso Jesús no se glorió en sí mismo, mientras estuvo en la tierra.
Muchas veces Él instruyó a los que sanó a no decirle a nadie de Él. Su objetivo
fue desviar toda la gloria al Padre mientras estuvo en la tierra. Si Jesús
vivió una vida en la que desvió la gloria de sí mismo hacia el Padre, entonces
ciertamente debemos hacerlo. Nuestras luces deben brillar ante todos los
hombres, pero lo que ilumine en nuestras acciones y carácter debe dirigir a los
hombres al Padre para traerle gloria a Él (Mt. 5:16).
¿Qué
dices? ¿Está dispuesto? ¿Lo harás? ¿Serás tú "El Oportuno" cuando
Dios necesite de uno para hacer su trabajo? ¿Estás listo para sacrificarte por
quien sacrificó todo por ti? ¿Estás dispuesto a permitir que la gloria se le dé
a Él, donde pertenece? Él siempre está buscando y siempre dispuesto a añadirte
a la lista creciente de "los cuales el mundo no [es] digno."
Por el Obispo Dustin Hays, Coordinador General de la BLV
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