jueves, 16 de marzo de 2017

“Engañadores y engañados, van de la misma mano”


1. La unidad del Espíritu
“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2 con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, 3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; 4 un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación…” (Efesios 4: 1-4)
El espíritu que debe prevalecer entre los cristianos es el de la verdadera unidad, es lo que la Biblia llama: La unidad del Espíritu.
 
Existe un mandamiento de parte de Dios para nosotros, que es el de guardar la unidad del Espíritu Santo, ya que somos un solo cuerpo, y esa es nuestra vocación, es decir, nuestro llamamiento.
¿Cuál sería entonces el espíritu contrario al de esa Unidad? Evidentemente, el de la división.

2. El espíritu de division

“3 Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. 4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 3, 4)

La manera más sencilla de frenar la obra de Dios, es trayendo división al Cuerpo de Cristo. Esta división, que es la obra del diablo, la transmite, ¿quiénes?
No la gente declaradamente del mundo. No la persecución desde afuera.

¿Quién o qué entonces? Aquellos que aparentan ser lo que no son. Aquellos que se dicen cristianos, pero no viven lo que dicen ser, ni realmente enseñan la verdad del Evangelio.
Estas personas que menciona Judas, a propósito entran en el seno de la Iglesia para hacer el daño que Satanás les envía a hacer, lo sepan o no; sean conscientes de ello, o no.

A.- Los divisionarios.
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”(1 Corintios 3: 16, 17)

El apóstol Pablo – de parte de Dios - hace una clara advertencia a todos aquellos que son divisionarios. ¿Por qué hablaba así Pablo?, porque en la iglesia de los corintios existía ese espíritu de división. Algunos de esos divisionarios lo eran debido a su extrema inmadurez; otros, porque buscaban lo suyo propio. Veámoslo:

a) Los inmaduros y (o) carnales
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?” (1 Corintios 3: 1-4)

Los cristianos inmaduros, manifiestan su inmadurez a través de:
• Los celos (envidias)
• Las contiendas (peleas, discusiones, desavenencias)
• Las disensiones (oposición entre varios sujetos, riñas)

Dice Santiago: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Santiago 3: 13-16)

No son malos a propósito; son inmaduros, carnales, todavía llevados por los patrones de su antigua vida en algún modo. Necesitan dejar atrás su vieja manera de pensar (Romanos 12: 1, 2); necesitan recibir todo el consejo de Dios, y ponerlo en práctica, por lo tanto requieren de amonestación y disciplina, parte intrínseca del amor y la verdad. Necesitan, por tanto, corrección. Necesitan limpiarse de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Co. 7: 1).

“La inmadurez es propia del joven, porque es joven, pero yo he conocido a lo largo de los años a jóvenes cristianos más maduros que algunos cristianos de años. ¿La razón? Han perseverado en el amor y en el temor de Dios”

b) Los que buscan lo suyo, con la excusa de servir a Dios

“algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros. Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. ¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” (1 Corintios 4: 18-21)

¡Qué terrible error es aquel en el que están esos que, en las cosas de Dios, buscan lo suyo propio! ¡Qué terrible contradicción!... ¿Cómo se puede buscar lo que es de Dios, buscando lo de uno?…y no obstante, así es muchas veces.

 Es por ese motivo que Dios permite las pruebas, para que sea manifestado lo que hay en el corazón de cada uno de nosotros, de manera que principiando por cada uno, sepamos lo que realmente hay. Así sabremos cuales son los verdaderos motivos en cuanto a nuestro servicio al Señor.
¿Cómo se puede servir a Dios a través de actitudes y motivaciones egoístas? ¡Es una contradicción!
B. La clave para ser un divisionario.

“más los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 Timoteo 3: 13)

 Nótese en el contexto, de que Pablo está hablando, no de los incrédulos, sino de los creyentes.
El divisionario que busca lo suyo propio, tiene algo que le puede incluso diferenciar del divisionario que lo es por simple inmadurez: un corazón no recto. Esa es la clave para ser un perfecto divisionario. Obrando así, que no dude que el que engaña (por sus perversos y egoístas motivos), a su vez, es engañado.

¿Por qué engaña si se dice cristiano?, porque tiene un corazón no recto; ¿por qué?, porque busca lo suyo propio, no lo que es del Señor.

Estas son personas que no han rendido de verdad sus vidas al Señor Jesucristo. Al tener un corazón lleno de engaño, son a su vez engañados, e incluso llegan a creer sus propios engaños.
Estas personas serán siempre usadas por el diablo para intentar traer división a la Iglesia, llevadas por el espíritu de división. Ese espíritu, es en realidad la obra conjuntada de un sinfín de demonios especializados, amparados por el corazón del divisionario, con una meta a conseguir: la división en el cuerpo de Cristo.
3. Caín, Balaán y Coré.
“…algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a Dios, el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo… estos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. ¡Ay de ellos!, porque han seguido el camino de Caín, se lanzaron por lucro en el error de Balaán y perecieron en la contradicción de Coré” (Judas 4, 10, 11)

Los divisionarios, conscientes o no, buscan el mezclarse con el genuino pueblo de Dios para así poder hacer lo que bulle en sus corazones. Los que siguen al “espíritu de división”, son todos aquellos que son usados por el diablo porque en sus corazones, el diablo ha puesto su semilla, o su inspiración.

 Estudiemos acerca de esa semilla de maldad, la cual se diversifica básicamente en tres partes, muy bien definidas en la Palabra. Estas tres partes son la manifestación del corazón y la obra maléfica de tres hombres diferentes que vivieron en diferente época.

A saber: Caín, Balaán y Coré. Veremos que esos divisionarios actúan en las tres o en alguna de las tres maneras mencionadas de proceder con maldad.

“…han seguido el camino de Caín, se lanzaron por lucro en el error de Balaán y perecieron en la contradicción de Coré” (Judas 11)

He aquí al perfecto divisionario, aquel que sigue el camino de Caín; la codicia de Balaán y la rebelión de Coré.

Estudiémoslo.
A.- El camino de Caín.
Judas nos habla de que el divisionario sigue el “camino de Caín”. Ahora bien, Caín no era un incrédulo sino un creyente. La Biblia nos dice que él ofreció su ofrenda a Jehová; por lo tanto esto nos habla de que Caín, no sólo sabía que existía un Dios, sino que, a su manera, lo reconocía. Dice así la Escritura en Génesis 4: 3,
“… Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová”

Aparentemente, Caín, era un hombre creyente que ofrecía sacrificios a Dios. A pesar de ser así, sabemos por la Escritura que su ofrenda no fue acepta: “Y [Jehová] no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda…” (Génesis 4: 5).

 No sólo no agradó a Jehová la ofrenda de Caín, sino que tampoco le agradó al Señor el propio Caín, no por quién él era, sino por lo que era: soberbio, envidioso, egoísta e iracundo.

La ofrenda va ligada al oferente.
De hecho, a Dios no le agradó la ofrenda porque no le agradó el oferente. ¿Por qué? La respuesta la podemos obtener más adelante en la Palabra. El sujeto aquí no es ya Caín, sino parte del mismo pueblo de Dios:

“¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de grasa de animales gordos; no quiero sangre de bueyes ni de ovejas ni de machos cabríos. ¿Quién pide esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para pisotear mis atrios? 13No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación. Luna nueva, sábado y el convocar asambleas, no lo puedo sufrir. ¡Son iniquidad vuestras fiestas solemnes! 14Mi alma aborrece vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes; me son gravosas y cansado estoy de soportarlas” (Isaías 1: 11-14)

En aquel entonces, gran parte del pueblo de Dios se había vuelto banalmente religioso; es decir, guardaba las formas externas, pero sus corazones estaban llenos de iniquidad.

 También Jesús habló así al dirigirse a los escribas y fariseos de su tiempo:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23: 27, 28)

Dios abomina cualquier ofrenda y sacrificio que no parte de un corazón recto y rendido a Su voluntad. Justamente el camino de Caín fue el camino de la iniquidad, camuflado de espiritualidad. En otras palabras: A Dios no se le puede “comprar”.

Vemos aquí que: el divisionario, es religioso vacío y vano.
“La religiosidad vacía es una variedad del egocentrismo, lo cual no deja de ser una extensión más de la idolatría, en este caso hacia uno mismo; de ahí la envidia, la soberbia, y la rabia de Caín hacia el verdadero adorador: Abel”

a) El camino de Abel
La antítesis del camino de Caín es el camino de Abel, su hermano, el cual sí fue del agrado de Dios. Dice la Palabra en Génesis 4: 4 “Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, y de la grasa de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda…”

Contrariamente, la razón por la cual a Dios le agradó la ofrenda de Abel fue porque le agradó Abel. Su corazón era recto ante Él.

B) El amor al lucro de Balaán.
“¡Ay de ellos!, porque han seguido el camino de Caín, se lanzaron por lucro en el error de Balaán…”:
Estos divisionarios tienen por lo general otra particularidad; son amantes del dinero, y de lo que se puede conseguir con él. Hoy en día pululan por doquier esos falsos ministros que incitan al pueblo de Dios a “pactar con Dios”, con la excusa de buscar jugosas ofrendas que llevarse - al menos en parte - toda vez que no se puede pactar con Dios.

El ejemplo que aquí la Palabra nos da acerca de un supuesto ministro de Dios que ministraba por dinero, es el de Balaán. ¿Quién fue Balaán?

 Balaán es presentado como el falso profeta que hizo caer a Israel en la idolatría. Esto es lo que evoca el nombre de Balaán en el N.T. también.

Lo que movía a Balaán a profetizar en el nombre de Jehová, era sencillamente el amor al lucro. Balaán “ministraba” por dinero; y por dinero llegó a aconsejar a los enemigos de Israel a cómo pervertirles a través de las mujeres lascivas de Moab. Leemos así en Números 31: 16,
“Ellas, por consejo de Balaán, fueron causa de que los hijos de Israel pecaran contra Jehová…”.
El espíritu de Balaán está sumamente extendido entre muchos de los llamados predicadores de la prosperidad. Algunos se dan cuenta. Otros miran hacia otra parte. Es una de las actuales lacras del evangelio”

Balaán, al no poder emitir juicio de maldición contra Israel, tal y como Balac, rey de Moab quería que hiciese (leer Nm. 22-24), buscó la manera de perjudicar y poner tropiezo al pueblo de Dios con esas mujeres (Nm. 31: 16, Neh. 13: 2), y así ganarse el dinero que le había prometido Balac si lo conseguía. Lo que movía a Balaán a servir a Jehová no era sino el lucro.

Hoy en día está ocurriendo exactamente lo mismo. Estos falsos profetas y apóstoles de la prosperidad – lo busquen o no - incitan al pueblo de Dios que se presta a escucharlos hacia la codicia y la ambición. Son pues piedra de tropiezo y vergüenza para el Evangelio. Ya el apóstol Pedro lo advirtió:
“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras… muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 Pedro 2: 1-3)

El mismo apóstol Pedro habla de los divisionarios presentando el ejemplo de Balaán también, como de un hombre que pretendía ser justo ante Dios y servirle, aunque en realidad, buscaba su propio interés:

“Han dejado el camino recto y se han extraviado siguiendo el camino de Balaán hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad” (2 Pedro 2: 15) Ese premio era el amor al lucro.

 El apóstol Pablo enseña acerca de todos aquellos que siguen el mal ejemplo de Balaán; el que usaba el poder y conocimiento de Dios para su propio enriquecimiento:

“3Si alguno enseña otra cosa y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, discusiones necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia. Apártate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento, porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos; pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores” (1 Timoteo 6: 3-10)

Queda claro pues que, los divisionarios aludidos por Judas en su epístola, tienen también connotaciones similares o idénticas a los mencionados por Pablo, según el ejemplo del propio Balaán.
Para más abundamiento, leemos lo siguiente en Apocalipsis 2: 14;

“…tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaán, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación”

Aquí vemos también que lo que produce la obra de los que quieren lucrarse con el Evangelio a modo de Balaán, es tropiezo para el pueblo de Dios.

 Vemos aquí que: el divisionario, es amador del dinero.
“Raíz de todos los males es el AMOR al dinero”

b) El ejemplo del apóstol Pablo
El ejemplo contrario al espíritu de Balaán, es el del propio apóstol Pablo, el cual exclamó: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo…” (Filipenses 3: 7, 8)

C) La contradicción de Coré.
“11¡Ay de ellos!, porque han seguido el camino de Caín, se lanzaron por lucro en el error de Balaán y perecieron en la contradicción de Coré”:

Aquí Judas nos sigue hablando acerca de los divisionarios, es decir, los causantes de división, y los compara esta vez con la rebelión de los de Coré. La historia se remonta a los tiempos de Israel en el desierto. Veámoslo:

“Coré hijo de Izhar hijo de Coat hijo de Leví, con Datán y Abirán hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, descendientes de Rubén, tomaron gente y se levantaron contra Moisés con doscientos cincuenta hombres de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, miembros del consejo, hombres de renombre. Se juntaron contra Moisés y Aarón, y les dijeron: — ¡Basta ya de vosotros! Toda la congregación, todos ellos son santos y en medio de ellos está Jehová. ¿Por qué, pues, os encumbráis vosotros sobre la congregación de Jehová?” (Números 16: 1-3)

Sabemos que a causa de la rebelión abierta por parte de estas gentes que se creían en el derecho de mandar en vez de Moisés y Aarón, Dios hizo que la tierra se abriera y que fueran tragados todos vivos (Nm. 16: 27-35).

 Los divisionarios acaban pereciendo también, porque la rebelión lleva a la propia destrucción.
Vemos que, los divisionarios: son en esencia rebeldes.

 La rebeldía – como en el caso del mismo Satanás - es la consecuencia directa de la soberbia y del egoísmo, ese fue el caso de los de Coré, y de miles más de cristianos de nombre a lo largo de la historia de la La Iglesia De Dios"

c) La lealtad de David
Así como la característica de los de Coré fue la inmensa deslealtad que profesaron contra Moisés, basada en su rebelión, un ejemplo diametralmente contrario lo tenemos en la persona de David, antes de ser rey.

 David, a pesar de que Saúl era del todo vendido al mal, nunca levantó ni un dedo contra él, aun y cuando le tenía en su mano. Cuando Abisai, general de David tenía preso a Saúl, le propuso matarlo ahí mismo; no obstante, esta fue la respuesta de David:

“—No lo mates; porque ¿quién extenderá impunemente su mano contra el ungido de Jehová? Dijo además David: — ¡Vive Jehová!, que si Jehová no lo hiriera (sea que le llegue su día y muera, o descienda a la batalla y perezca), guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová” (1 Samuel 26: 9, 10)

David nunca se tomó ninguna atribución para sí mismo, a diferencia de los de Coré.

 4. El carácter de los divisionarios
Volviendo a Judas, leemos más descripción, muy minuciosa, sobre los divisionarios:
“12Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos…” (vers.12)

“…nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados” (vers.12)
“fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza…” (vers.13)
“Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” (vers.16)
Estos párrafos nos hablan del carácter de los divisionarios; los que siguen el espíritu de división.

Veámoslo más de cerca:
• 1. Son egocéntricos: (vers.12) Se apacientan a sí mismos; es decir, buscan su propio provecho y satisfacción a expensas de los demás. Ellos son antes que los demás. Son amadores de los deleites más que de Dios (2 Ti. 3: 4b).
• 2. No tienen buen fruto: (vers.12) Aunque aparentan ser algo en el Señor, en realidad son sin fruto, como nubes que no transportan agua, o como árboles caducos.
• 3. Son implacables, intemperantes, iracundos: (vers.13) Judas los compara con las “fieras ondas del mar”. Aunque tienen apariencia de bondad y de benignidad, en un momento dado sacan a flote lo que realmente son cuando algo les contraria.
• 4. Son murmuradores: (vers.16) Muchos de ellos lo son de forma muy sutil, casi imperceptible, pero dejan el puñal clavado con su lengua.
• 5. Son querellosos: (vers.16) Nunca dan su brazo a torcer. Siempre han de salirse con la suya y siempre están dispuestos a polemizar. Su rebeldía les lleva a ser así. Son contenciosos por naturaleza.
• 6. Andan según sus propios deseos: (vers.16). No es el hacer la voluntad de Dios lo que les dirige en la vida, sino el satisfacer sus propias ambiciones, deseos y metas, aun pretendiendo servir a Dios.
• 7. Hablan cosas infladas: Son muy dogmáticos y arrogantes a la hora de exponer sus razones. Ellos siempre conocen y saben lo mejor y siempre tienen el mejor consejo (a veces pueden disimular con supuesta humildad, guardando las apariencias).
• 8. Son aduladores: Son manipuladores por excelencia. Saben cómo comportarse y qué decir y cuándo con el fin de sacar de las personas el mejor provecho. Son muy lisonjeros: “…la boca lisonjera hace resbalar” (Prov. 26: 28b). Su lisonja es simple manipulación para sacar algo de las personas a las que lisonjean.
Este es el carácter de los divisionarios.
“Por el fruto se les llega a conocer (Mt. 7: 16)”

5. Los “psikikoi”
“En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos. 19Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu” (Judas 18, 19)

 La palabra que usa Judas para calificar a los divisionarios es la palabra griega “psikikoi”, que en español la traduce la Reina-Valera por “sensuales”. La traducción literal del griego es esta: “los que son llevados por la mente natural”. Es decir, que son llevados por el alma (la mente y los sentimientos), pero no por el Espíritu Santo.

Ellos quizás llegan a creer que es el Espíritu Santo el que les habla y les dirige, pero no es más que su propia alma carnal e influenciada por demonios religiosos.

 Claramente la Palabra nos dice aquí que estos sensuales, es decir, que son guiados por los sentidos naturales, causan divisiones allí donde van.

 ¡Qué aprendamos a discernir esto, y que cambiemos en nosotros cualquier cosa que se asemeje a alguna de las que hemos estudiado buscando el temor de Dios siempre!

6. Concluyendo
Para huir de todo peligro de ser hallados ante Dios como divisionarios, presentemos en humildad nuestros corazones al Señor para que nos los revele, y los limpie por su Espíritu (S. 51: 10). Con corazones rectos que amen al Señor, nunca llegaremos a ser divisionarios. Que sea el Espíritu Santo, y no otro espíritu, el que dirija nuestras vidas.
Dios les bendiga.

Por el Ministro Daniel Martinez Navarro

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