martes, 19 de diciembre de 2017

MANTENIENDO A CRISTO A LA VISTA

Sentimos un profundo sentimiento de preocupación por la paz, la pureza, y el progreso de la Iglesia, la cual es la institución mas importante y significativa en el mundo, y tiene una tremenda responsabilidad de Dios de “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Con ese pensamiento en la mente, he escrito y compartiré lo siguiente.

Un hombre estuvo presente en un ensayo para una banda de masa de 500 piezas en un festival de bandas donde varios miles de músicos se reunían anualmente.

El maestro de esta gran banda fue el director de banda más importante de su época. Durante algún tiempo en el ensayo, los miembros del grupo se sentaron fascinados por las maravillas que se estaban trabajando con tales instrumentos. Pero de repente este maestro de bandas paró el ensayo para dar algunas instrucciones a la sección de trompetas, y cerró sus observaciones diciendo, “Caballeros, si usted no puede mirarme, usted está tocando mal.” Luego continuó el ensayo y la música que antes había sonado bien ahora parecía perfecta por este esfuerzo. Los muchachos se olvidaron de todo, excepto del hecho que estaban tocando en la banda de un gran maestro, y ellos mantuvieron sus ojos en él.

Al igual que esta banda de masas con su gran director de banda, hay momentos en los que el Gran Maestro de Bandas del cielo observa que estamos fuera de armonía y estamos tocando mal. Esto tiende a suceder por la misma razón que les sucedió a estos caballeros. Algunos han quitado sus ojos de Jesús–los han puesto en un problema o en una persona. Si bien es preocupante para Él que no estamos en armonía unos con otros, es aun mas grave que por este hecho no estamos en armonía con Él, El oró al Padre en Juan 17:21-23, “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa.”

Aunque Él mira la inmensa muchedumbre, Él no juzga por lo que ve–Su oído está atento al sonido que está siendo hecho por el corazón, y Él está escuchando el sonido armonioso de unidad de GOBIERNO, DOCTRINA y PROPÓSITO. Creo que Dios dijo a Samuel “Porque Jehová mira no lo que el hombre mira; pues que el hombre mira lo que está delante de sus ojos, mas Jehová mira el corazón” (1 S. 16:7), y Jesús dijo, “Porque de la abundancia del corazón habla su boca” (Lucas 6:45). Vea, podemos ver en parte, pero gloria a Dios que Él está escuchando el sonido de nuestros corazones y cuando algo está fuera de tono, Él es capaz de decir, “¡DETENTE! Si no puedes verme, estás tocando mal.”

Jesús dijo, “Les he dado tu palabra” (Juan 17:14) y esa Palabra es la regla de fe de La Iglesia de Dios y todos debemos mantener nuestros ojos en Él o nos encontraremos “tocando mal” y fuera de armonía con Cristo y unos con otros.

Probablemente no hay nadie mejor calificado que un director de banda para saber si el grupo está o no en armonía. Sus muchos años de experiencia dirigiendo y su agudo conocimiento de las notas y sonidos musicales le permiten escuchar una banda fuera de armonía, mientras que la multitud de espectadores, e incluso los miembros de la banda, parecen sentir que todo suena bien y todos están tocando bien. Pero el excelente director de banda no se conformará con una banda bien sonora; Él hace todo lo posible para llevar el ritmo armonioso y el sonido a la perfección. Él sabe que la única manera que esto sucederá es si todos en esa banda de masa mantienen sus ojos en él mientras dirige.
¡En este gran ensayo de la vida, Jesús el Gran Maestro de Bandas, no se conformará con nada menos que el perfecto y armonioso ritmo y el sonido de un Poderoso Ejército con estandartes! Debemos mantener nuestros ojos en Él y en Su Palabra, todos –miembros y ministros igualmente–debemos ser fieles a todas las enseñanzas bíblicas, la doctrina de la Iglesia y las recomendaciones de Asamblea, o pronto estaremos fuera de armonía. Él no sólo tiene las hojas de música, por así decirlo, por las que Él dirige el sonido de esta banda, sino que Él, Cristo, es de hecho el Autor de toda la música a la que deben tocar nuestros tambores y deben tocar nuestras trompetas. Él tiene pleno conocimiento y es capaz de juzgar correctamente si estamos en armonía o no a pesar de lo que todos piensan, o lo que pensamos.

Pablo el apóstol, este “perito arquitecto” de la Iglesia, como él lo llevó a cabo por la guía divina y la autoridad para la Iglesia de Dios, dijo estas preguntas: “¿Fué crucificado Pablo por vosotros? ¿o habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Co. 1:13, 14), y, “¿Qué pues es Pablo? ¿y qué es Apolos?” (1 Co. 3:5). Allí en esa Iglesia de Corintios ellos tenían un montón de cosas sucediéndoles. Ellos tenían la gracia de Dios, fueron enriquecidos por Él–ricos en doctrina, enseñanza y palabra. Ricos en conocimiento y sabiduría moral, esta Iglesia tenía el testimonio de Cristo confirmado por la predicación de Pablo, sin duda confirmada por señales y maravillas. Rodeado por millones de personas en esa ciudad, la Iglesia parecía sobresalir a todos– Pablo dijo, “De tal manera que nada os falte en ningún don” (1 Co. 1:7). Quizás ellos tuvieron fe, sanidad, milagros, profecía discernimiento de espíritus, diversas lenguas e interpretación de lenguas. Esta Iglesia ha sido llamada a la maravillosa comunión de Su Hijo.

Pablo dijo en sus escritos, “santificados en Cristo Jesús”—esta fue su descripción de los que componían esta iglesia. Aparentemente, esta iglesia tenía el testimonio de que era una iglesia santificada. Seguramente, los miembros de esta iglesia mostraban la vida santificada ante todas las personas. Ellos mostraban el Fruto del Espíritu, y Dios estaba en control de su vida cotidiana en la medida en que el apóstol tiene este testimonio– ¡fueron santificados! Ese es un buen testimonio para que cualquier iglesia local lo tenga hoy. ¡Ese es un buen testimonio para que toda la Iglesia de Dios lo tenga–¡que ella es una Iglesia santificada!

Pablo dijo, “llamados santos.” Una persona puede no conocer los motivos o motivos por los que Dios lo llama y Jesús lo salva, pero no hay duda sobre el propósito de ese llamamiento y redención. Es “guardarse sin mancha de este mundo” (Stg. 1:27). Estar sin mancha e irreprensibles ante Él–ser un santo de Dios.

Todo parecía bien, como una banda bien sonora. Para al ojo inexperto y el oído inexperto, no se podía pedir nada más.

Entonces, ¿Por qué las preguntas penetrantes? ¡Fue porque mientras ellos pudieron haber estado haciendo un sonido decentemente bueno ante muchos, ante los oídos del el Gran Maestro de Bandas no estaban en perfecta armonía, perfecta unidad, y perfecto amor! Aquí era algo que ellos estaban fallando en ese momento en el tiempo, esto fue para presentar un frente unido para un objetivo común. Este hombre Pablo dijo, “Porque me ha sido declarado de vosotros” (1 Co. 1:11); en otras palabras, “He escuchado el sonido de una banda sin armonía. Hay algunos que quieren tocar la música de Apolos. Hay algunos que quieren tocar la música de Pablo. Hay algunos que quieren tocar la música de Cefas. Hay algunos que quieren tocar la música de Cristo.” Por supuesto parafraseando. Había el sonido de la división, el sonido de la contienda, el sonido de pelea, murmullos, susurros, envidia, ira, contiendas, protuberancia, turbación (2 Co. 12:20) en la Iglesia de Dios.

La Biblia dice, “Y os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan: Y que los tengáis en mucha estima por amor de su obra. Tened paz los unos con los otros” (1 Ts. 5:12, 13). Por supuesto, debemos dar a nuestros líderes y ministros este tipo de reverencia y honor– eso es lo que la Biblia enseña, pero no en la medida en la que nuestra esperanza y confianza sea transferida de la Cabeza de la Iglesia a un hombre, no importa cuánto Dios lo use.

Pablo no quería decir que se trataba de “partidos” o “facciones” entre ellos. No. Pero esta palabra división es “schisma” que correctamente significa “despedazar o rasgar.” Él estaba señalando que había una “rasgadura” en la unidad de la Iglesia. Así que les ruega que dejen de separarse. Él les suplica que dejen de rasgar el Cuerpo de Cristo.

¡Los ministros de Dios no han sido colocados en la Iglesia para que ellos puedan convertirse en nuestros representantes, sino embajadores de Cristo! Los evangelistas, pastores y maestros tienen un trabajo que hacer para Dios– “para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:11-13).
Ninguno de estos hombres mencionados fue acusado o culpable de predicar algo doctrinalmente erróneo. Estoy seguro de que todos ellos tenían su forma única de presentar el evangelio y predicar el mensaje de “todas las cosas,” pero nada de eso fue un descalificador. Entonces, ¿Por qué la selección de un hombre? Por qué motivos ellos escogieron a un hombre y luego dijeron “Yo soy de uno o de otro”. Ciertamente no fue porque ninguno de los hombres antes mencionados estaba tratando de ganar algún tipo de voto popular entre la gente. Y nunca debería ser así hoy tampoco. Que Dios nos ayude que ningún ministro o líder en la Iglesia sea hallado culpable de un crimen tan horrible. Dios nos ayude a que ningún predicador del evangelio y ministro licenciado de la Iglesia no se permita jamás jugar en este espíritu erróneo.

El problema era la carnalidad en la Iglesia. Parecería que algunos habían errado en su enfoque y puesto sus ojos en un hombre. ¿Podría ser que algunos tuviesen interés personal, metas e ideas acerca de cómo ciertas cosas deberían ser llevadas a cabo en la Iglesia y, sin embargo, aunque estos fueran ministros de Dios, estos hombres podrían proteger esos intereses?

Queridos hermanos, quiero que sepan que esta parte del mensaje fue escrita especialmente con muchas lágrimas, oración y agonía ante el Señor. Ojalá pudiera predicar o compartir algo más. Si por mi fuera podría muy bien predicar algo diferente. Dios conoce mi corazón; le he orado y le he dicho que no quiero interponerme en Su camino. Dios sabe que luché con esto. No estoy diciendo que todos en La Iglesia de Dios son culpables de esto, pero percibo que hay suficiente de esto en curso que merece que lo mencione aquí en esta Asamblea.

Veo la iglesia local de Corinto, y La Iglesia de Dios de hoy como un todo, y hago esta comparación. Esta iglesia tuvo la oportunidad, sí la posibilidad, de logar grandes cosas para Cristo, pero este espíritu contencioso, este espíritu divisivo, se le había permitido arrastrarse entre sus medios. No se habían protegido en contra y ahora estaba causando estragos.

Lo que empezó como un pequeño rebaño que tenía la misma mente, el mismo juicio y el mismo interés, y se caracterizaban por ser hospitalarios, humildes, fieles trabajadores de Dios, convirtiendo almas al Señor y cuidándose uno al otro, habían crecido en número y en fama, pero habían permitido la infiltración de un espíritu perjudicial a su bienestar. No sólo se permitía, sino que se estaba tolerando. ¿Se olvidaron de que era una Iglesia para todos? ¿Olvidaron que no era una Iglesia por pasillo, vecindario, distrito, estado o región? No tengo ninguna duda de que la gran mayoría de nuestros ministros y miembros tienen una gran preocupación por el bienestar y crecimiento de la Iglesia. Estoy convencido en mi corazón de que casi todos los ministros están dispuestos a hacer su parte para contribuir a la paz, a la pureza, el progreso y a la perfecta unidad del Espíritu y la fe.
Oh cómo aprecio los escritos de este hombre Pablo, y cómo Dios pudo usarlo. Lo vemos como el “Gran Apóstol Pablo,” ¡Pero aquí él recuerda que no fue él quien fue crucificado por ellos, sino Cristo! ¡Que no fue él quien compró la Iglesia, sino Cristo! ¡Que no fue su palabra la que predicó, sino la Palabra Cristo! ¡No habían sido bautizados en el nombre de algún gran ministro u obispo, sino en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo! Sin espíritu altanero, sin ninguna altivez, él simplemente dirige a todos a Jesucristo—de nuevo a Su Palabra y testimonio. En esencia, él está diciendo, “yo no soy nada, Apolos es nada.” Esto es verdad de nosotros hoy; todos somos nada—sólo siervos e instrumentos en la mano de Dios. Al igual que Pablo y Apolos, todos estamos trabajando juntos para, y con Dios.

¿Me pregunto si no nos haría bien echar un buen vistazo y ver si cada uno de nosotros puede mirar a Jesús desde la posición que estamos tocando hoy en día?

Siento que debo alentar fuertemente a todos los miembros y al ministerio entero de La Iglesia de Dios a permanecer cerca de Jesús y abrazar todo lo que tiene que ofrecer Su Palabra. Escuche atentamente con su corazón y oídos espirituales a la voz del Hijo de Dios, reciba las instrucciones dadas a través de esta gran Asamblea. ¡Trabaje para el Maestro! ¡Trabaje para el Maestro! Mantenga a Jesucristo a la vista y el sonido que la Iglesia hace al presente pronto será el sonido perfecto de unidad y armonía en Espíritu y fe mediante la ayuda de Dios y nuestros esfuerzos voluntarios. Seguramente esforzándonos juntos hacia este fin, y con Cristo a la vista, rápidamente olvidaremos todas las distracciones e interferencias que nos quiten la atención de la causa que hemos abrazado y, como esos muchachos de la banda, nada será más importante sino el hecho de que somos parte de la banda que está tocando las letras compuestas por Cristo el Gran Maestro de Banda. Qué diferencia hace cuando somos dirigidos mantener a Cristo a la vista.

“Os ruego pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Co. 1:10).

Obispo Oscar Pimentel, Supervisor General de La Iglesia de Dios

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