Oscar Pimentel, Supervisor General de La Iglesia de Dios
Me gustaría comenzar este articulo agradeciendo a cada miembro de la Iglesia de Dios y amigo que han sido fieles en dar voluntariamente y libremente para la causa de Cristo y su Iglesia, para la promoción del evangelio y para hacer posible el objetivo de ir a los confines de este mundo. Aunque hay unos pocos que todavía no obedecen y no cumplen con el mandamiento de Dios en estas áreas, confío en que pronto llegarán a cumplirlo. Los sacrificios y la fidelidad del pueblo de Dios al deber han traído el favor y sonrisa de Dios sobre Su Iglesia. Esto ha permitido a la Iglesia de Dios dar grandes pasos en el crecimiento numérico y espiritual desde la reorganización, y sin duda continuará haciéndolo. Gracias, mi queridos hermanos y amigos, por todo lo que hacen y por sus muchos sacrificios. Dios los bendiga a todos.
“Y mirando vió a los ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio. Y vió también una viuda pobrecilla, que echaba allí dos blancas. Y dijo: De verdad os digo, que esta pobre viuda echó más que todos: porque todos estos, de lo que les sobra echaron para las ofrendas de Dios; mas ésta de su pobreza echó todo el sustento que tenía” (Lucas 21:1-4).
Reflexionemos en lo que Cristo el Señor observó, que podemos considerar que es más importante en su vista para cumplir nuestro deber de dar y donar para la obra del Señor, Sabemos que Él no hace acepción de personas (Hechos 10:34). Sería un gran malentendido pensar que Él acepta la ofrenda o caridad de los pobres de una forma particular a la del rico, o viceversa. No se trata simplemente de la cantidad pequeña o enorme que una persona da, sino el pequeño o grande corazón con el cual se da, Dios mira mas allá del ámbito natural y en las profundidades de las cavernas del corazón espiritual para observar si los hombres dan libremente con un corazón y mente dispuestos, o de mala gana y con falta de inclinación. En vista de todas las bendiciones de Dios, me pregunto ¿cómo cualquier persona puede ser reacia a devolver al Señor de la abundancia que Él tan libremente nos ha dado? ¿No es Él el dueño del ganado de miles de colinas, así como el dueño de esos miles de colinas las cuales pasta el ganado?
Oh, pero este pensamiento viene a mí mientras escribo ¿Y si no hubiera abundancia? Me atrevo a decir que ninguno de nosotros tiene riquezas materiales y monetarias incalculables en el aquí y ahora. ¿Qué si todo lo que tengo es “dos blancas”? ¿Qué si eso fuera toda mi “vida” y toda mi familia y lo que tuviera para vivir? ¿Estaría tan dispuesto como esta pobre viuda a dar todo? ¿Comenzaría a dar excusas ante el Señor en cuanto a porqué no puedo dar? Dios ayúdame a recordar que “…no he visto justo desamparado, ni su simiente que mendigue pan” (Salmos 37:25).
Dios no necesita nuestro dinero y nosotros no pagamos Sus bendiciones. Se nos concede la oportunidad y el privilegio de contribuir para la obra que el Poderosos Dios tiene en este mundo de hoy. No es demasiado pensar que si Dios puede hacer que las piedras hablen (Lucas 19:40) cuando los hombres abandonan la oportunidad de alabarlo, que Él también puede hacer que los extraños construyan las paredes del programa de Dios (Vea Isaías 60:10). Sin embargo, estamos agradecidos con Dios porque el registro bíblico nos dice “…toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzaron a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto” (Lucas 19:37), y, además, estamos agradecidos con Dios porque Él nos tiene en cuenta y nos permite contribuir financieramente para su obra.
En Lucas 21:1-4, vemos donde el Señor se da cuenta, no solo de lo que damos, pero también de lo que hemos dejado y aún tenemos en nuestra posesión. No hay nada malo con “tener”— el problema es cuando “tenemos” y el Señor nos induce a dar y no lo hacemos. Sería posible que dos personas diferentes dieran exactamente la misma cantidad monetariamente, pero una persona puede alejarse del tesoro habiendo dado más que el otro porque el contribuyó alegremente, con sacrificio y ha sido contado por Dios como un dador alegre.
En este ejemplo, los “hombres ricos” dieron de “su abundancia,” de la parte superior de su casa del tesoro, pero la “pobre viuda” dio “todo lo que tenía para vivir,” desde el fondo de su corazón y por esto, ella dio “más que todos.” Cuánto da uno no es tan importante como la forma en que uno da. “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza o por necesidad; porque Dios ama el dador alegre” (2 Co. 9:7).
Alguien ha dicho que algunos cristianos dan a la obra del Señor semanalmente mientras que otros simplemente dan débilmente. No fue hace mucho tiempo que me dijeron de una ocasión en la que el plato de la ofrenda pasó por un grupo de algunos jóvenes en una clase de la Escuela Dominical. Después de la decimoquinta persona, finalmente alguien puso algo en el plato. Suena casi cómico, pero es un hecho real. Si asistimos a los servicios de manera regular los domingos y una o dos veces durante la semana (que, por lo general, es normal en la Iglesia de Dios en casi todas partes del mundo) ¿No deberíamos prepararnos y tener en nuestra persona el dinero necesario para dar en el plato de la ofrenda cuando viene a nosotros? Es increíble la frecuencia con que se da la excusa, ya sea a la persona que viene con el plato de la ofrenda o directamente al Señor en voz baja, “Oh, perdóname. Olvidé traer alguna ofrenda.”
Me doy cuenta de que estamos vivimos en un tiempo de “depósitos directos,” “transferencias electrónicas de dinero” y tarjetas de débito,” y en algunas partes del mundo algunos de nuestros jóvenes pueden no ver el papel o moneda con mucha frecuencia, pero hay una manera, queridos pastores, para ayudar a estas personas en nuestras iglesias locales para que no pierdan las bendiciones de Dios. Si usted fuera diligente para adquirir el equipo electrónico portátil necesario, es decir, “square,” etc. Eliminará el obstáculo “no tengo efectivo” de nuestros jóvenes especialmente.
Entendemos que hay momentos en los que no seremos dadores semanales debido a circunstancias fuera de nuestro control, pero ciertamente podemos hacer algo acerca de ser un “dador débil” al ser fieles al siempre poner algo en el plato de la ofrenda cuando pasa. En la medida de nuestras posibilidades, esforcémonos fielmente para poner nuestras “dos blancas,” y Dios nos bendecirá; no necesariamente por la cantidad, sino por nuestra fidelidad.
Si hablamos la verdad, entonces reconoceremos rápidamente que Dios ya ha bendecido a todos tanto. Por favor, permítame compartir el siguiente extracto.
Piénsalo
Dios hizo el sol— él da
Dios hizo la luna— ella da
Dios hizo las estrellas —ellas dan
Dios hizo el aire—él da
Dios hizo las nubes —ellas dan
Dios hizo la tierra—ella da
Dios hizo el mar— el da
Dios hizo los arboles— ellos dan
Dios hizo las flores— ellas dan
Dios hizo las aves—ellas dan
Dios hizo el ganado—ellos dan
Dios hizo el plan—Él da
Dios hizo al hombre— ¿Él…?
El antiguo refrán suena verdadero, “no se puede dar a Dios.” La Biblia dice, “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y rebosando darán en vuestro seno: porque con la misma medida que midiereis, os será vuelto á medir” (Lucas 6:38). “Medida buena, apretada, remecida, y rebosando” no suena como una ofrenda débil, pero sí una ofrenda fuerte y saludable. En realidad, en la economía de Dios, la cantidad es irrelevante. La pregunta es, ¿Cuánto me cuesta? ¿Qué sacrificio estoy haciendo? Estas son las cosas por las cuales Dios mide nuestra dádiva.
Dios ha prometido que recibiremos de acuerdo con la medida que hemos dado. Entonces, si damos hasta que sobreabunde, podemos esperar recibir hasta que sobreabunde. Algunos no darán porque duele, pero otros darán hasta que duela y darán un poco más hasta que se sientan bien.
“Robará el hombre á Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias” (Mal. 3:8). Si bien este artículo se ha referido principalmente al tema de las ofrendas voluntarias, le recomiendo encarecidamente, querido lector, que sea fiel al pagar sus diezmos. Si ha estado haciendo eso, entonces estoy seguro de que las ventanas de los cielos se le han abierto y Dios ha derramado bendiciones en su vida y en su hogar que apenas sabe qué hacer. ¡Alabado sea Dios! Dios dice, “probadme” ¡le animo a probarlo! ¡Él no tiene antecedentes de fracaso, mi querido amigo!
Las ofrendas que damos voluntariamente y el diezmo que pagamos son para el Señor y no para el hombre. Aunque en La Iglesia de Dios tenemos un sistema financiero por el cual se administra y se distribuye el dinero de Dios, el dinero está en su lugar porque es bíblico; pero todo lo que damos, y todo lo que la Iglesia de Dios tiene, pertenece a Dios. Cuando el Señor habla en Malaquías 3:8, Él menciona tanto los diezmos como las ofrendad, y el habla de ellos como su propiedad, y cuando el hombre no cumple con su deber y sus responsabilidades en estas áreas, puede considerarlo como un robo en primer orden.
Si somos fieles para devolver a Dios lo que es suyo— porque queremos— escuche lo que Él está listo para hacer, “Increparé también por vosotros al devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en el campo abortará, dice Jehová de los ejércitos” (Mal 3:11).
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