Hay momentos que llega el desánimo en nuestra caminar cristiano y ministerio. Jeremías estaba desanimado por el mensaje que le había sido dado para predicar. El mensaje no había sido recibido. Él recibió insultos, rechazos y persecución. A veces cuando estamos desanimados nuestras emociones nos pueden ganar. Las emociones de Jeremías lo vencieron y arremetió contra Dios. “Alucinásteme, oh Jehová, y hállome frustrado: más fuerte fuiste que yo, y vencísteme: cada día he sido escarnecido (Escarnio: Ridiculizar, Burla); cada cual se burla de mí. Porque desde que hablo, doy voces, grito, Violencia y destrucción: porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día.” (Jeremías 20:7, 8)
Señor, has prevalecido contra mí. Estoy predicando un mensaje que sólo ha traído burla y soy ridiculizado cada día. Ya estoy harto. Debe haber algo en nosotros más fuerte que nuestros sufrimientos, dolores y nuestras emociones. Jeremías declara algo que no puede cumplir. “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre…” Jeremías tenía algo trabajando adentro lo cual él no podía negar. “…empero fué en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos, trabajé por sufrirlo, y no pude” (Jeremías 20:9). El dijo: Yo tengo que hablar. No puedo contenerme. Nosotros, la Iglesia, debemos estar en fuego para llevar el mensaje de la Iglesia.
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