EL HOMBRE DE DIOS PARA LA HORA
Stephen E. Smith, Supervisor General, de La Iglesia de Dios
Los descendientes de Abraham ahora estaban viviendo en Egipto. Por casi 400 años ellos fueron afligidos. Faraón había mandado que los hijos varones fueran ahogados en el río. El pueblo de Dios era esclavo, trabajando debajo de crueles comisarios y una esclavitud difícil. Sus vidas eran amargas y fueron forzados a servir con crueldad. Todo parecía sin esperanza. ¿Dónde estaba Dios? ¿Por qué no había liberación? ¿Acaso Dios desamparó y olvidó a Su pueblo?
¡Seguramente Dios abandonó a Su Pueblo!
De repente sale un hombre del desierto y entra a la presencia de Faraón. Con confianza divinamente inspirada este varón del desierto simplemente miró a Faraón en la cara y le dijo: "Jehová, el Dios de Israel, dice así: ¡Deja ir a mi pueblo!'
Su nombre era Moisés y él era el hombre de Dios para la hora. Él sería usado por Dios para liberar al pueblo de Dios de la servidumbre con unos de los milagros más grandes jamás realizados-el Mar Rojo dividido, el ejército de Faraón consumido por el mar, Coré destruido con fuego del cielo y la tierra abriéndose y tragándose a los príncipes rebeldes; maná del cielo, agua de la peña. Él sería usado para entregar la ley de Dios, ¡los gran 1 O mandamientos que declararían la justicia de Dios a todo el mundo! ¿De dónde vino este hombre? ¿Qué lo calificaba para ser el hombre de Dios para la hora?
Cientos de años pasan y tenemos otra escena. Acab era rey de Israel. Durante 22 años él gobernó las tribus del norte con su esposa, Jezabel. Bajo su influencia él edificó un templo pagano, permitió la idolatría en Samaria, mató a los profetas de Dios y llenó la tierra con falsos profetas que adoraban a Baal. Acab fue el rey más malvado que gobernó al pueblo de Dios, y su esposa es considerada por mucho ser la mujer más malvada de todos los tiempos. Qué triste condición a la que el pueblo de Dios había caído. Parecía ser que Dios había muerto y no podía hacer nada para ayudarle.
De repente sale un hombre del desierto. Él se acerca al rey y le dice: "¡No Habrá Lluvia!" (1 Reyes 17:1). ¡Se ha de haber visto como un loco! Y así como apareció de repente del desierto, así también desapareció y no es visto por el rey durante tres años. Pero no caí ni una sola gota de agua, ni tampoco hay rocío sobre la tierra durante todo este tiempo. Por tres años Acab busca a E lías pero no lo puede encontrar. Y de repente sale otra vez del desierto, se presenta ante Acab y le dice: "Junta a todos los profetas de Baal, todos los 450 y juntémonos en el Monte Carmelo. El Dios que respondiere por fuego, ¡ése sea Dios!" ¿Quién era este hombre Elías? No sabemos el nombre de su padre o de qué tribu viene. Él no se graduó de la escuela de los profetas o algún seminario de Jerusalén. ¡Pero de repente él aparece en la escena y hace unas de las obras más grandes logradas por Dios!
Ahora pasamos a otra escena. Durante 400 años Dios guardó silencio. Ni un solo profeta se había levantado para hablarle al pueblo de Dios. Ahora estaban bajo el gobierno Romano. Fueron 4000 años desde que Dios prometió producir la semilla que heriría la cabeza de Satanás. Evidentemente, Dios había perdido interés en los eventos de la tierra. Después de tanto tiempo que no se cumplía la promesa, ¿para qué seguir creyendo?
Después él apareció, saliendo del desierto vestido de piel de camello y comiendo langostas. Él clamó al pueblo: "Arrepentíos, porque el reino de Dios se ha acercado. Enderezad sus veredas". Y algo sucedió en los corazones de aquellos que escuchaban. Miles y miles dejaron las temperaturas frescas del templo en Jerusalén, y las oraciones elocuentes de los Fariseos y el Sumo Sacerdote. Salieron al desierto, debajo del calor del sol, con la arena y los escorpiones y cascabeles-¡allá fueron a oír a un hombre llamado Juan! No Obispo Juan, o Rabí Juan, o Príncipe Juan. Sólo Juan-que miró a los fariseos en los ojos y les llamó generación de víboras, que miró al gobernador de la tierra en los ojos y le dijo: "No es lícito que tengas la mujer de otro hombre". Sin temor, él se paró y predicó la Palabra de Dios, y multitudes fueron bautizadas en agua bajo su ministerio. Él era una voz en el desierto que decía: "Aparejad el camino del Señor. El Mesías, cuyos zapatos no soy digno de desatar, está a punto de aparecer".
¿De dónde vino Juan? ¿Qué le dio a él esa unción y poder para predicar el evangelio? ¿Por qué él, después de 400 años de silencio? Su gran testimonio fue este, "Fue un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan" (Juan 1:6). ¿Y qué de Jesús? ¿Acaso no hizo grandes obras después de 40 días en el desierto? ¿Qué de Pablo, que estuvo tres años en el desierto de Arabía antes de que Dios lo enviara como Apóstol a los gentiles y perito arquitecto de La Iglesia de Dios?
¡Oh, cómo nuestro mundo necesita ver a hombres enviados de Dios otra vez! Hombres que salgan del desierto llenos del poder y la unción de Dios para predicar Su Palabra. ¿Y de dónde vienen? ¿Dónde están los hombres como Jeremías? Que aun, cuando el desanimo los agolpeaba y ellos querían rendirse, sintieron algo adentro que los conmovía y declaraba: "Empero fue en mi corazón como un fuego ardiente dentro de mis huesos, trabajé por sufrirlo, y no pude" (Jer. 20:9).
Estamos viviendo en un tiempo de mucho aprendizaje de libros. Existen muchísimos colegios bíblicos para enseñar a los jóvenes homilética (el arte de predicar). "Así párate, ofrece el énfasis necesario al vocablo indicado, no haga ruido con las monedas en su bolsillo, asegúrese que no esté ajustando su corbata cada rato. Enséñese a preparar una buena introducción y conclusión, cómo hacer una presentación que no es ofensiva". Yo me atrevo a decir que Elías, Juan, Jesús y Pablo hubiesen fracasado pasar ese curso. Hoy, los hombres no santificados son enseñados la critica textual, teología sistemática, lingüística moderna, critica canónica y a menudo estos cursos sólo sirven la causa de Satanás para hacer "la palaba de Dios de ningún efecto".
Pero, ¿dónde, dónde están los Apóstol Pablo, Juan Wesleys y A. J. Tomlinson? ¿Dónde están los hombres que aparentemente de la nada aparecen en la escena, y con el poder del Espíritu Santo en ellos, impactan al mundo para Cristo?
Sólo necesitamos observar el pasado y aprender que los grandes hombres de Dios, los que fueron usados para traer avivamientos a las comunidades, ciudades y naciones enteras, los reprendedores de pecados y ganadores de almas más grandes no fueron hechos así por instituciones religiosas aunque algunos sí tuvieron tal aprendizaje. Pablo mismo tuvo mucho de lo mismo, pero sólo le sirvió para ser el príncipe de los pecadores, un perseguidor de La Iglesia de Dios. Después de encontrar a Cristo, él tenía todas sus ganancias anteriores por estiércol y llegó a ser un perito arquitecto para Cristo y la Iglesia. Los grandes siervos de Dios parecen salir del desierto. Aparecen no anunciados. No se sueña de ellos. Nadie los conocía ni tampoco sabían de ellos, cuando de repente ¡salen de la obscuridad sobre una sociedad asombrada!
Lo que asombra es que estos hombres se presentan totalmente preparados para su obra. Aparejados para toda buena obra. Sus rostros preparados como el pedernal, su valor, mensaje y carácter dicen que no son un accidente. En algún lugar, a solas con Dios, ellos han tomado mano de algo que las masas de ministros mediocres y legiones de tibios medrosos, amadores de los placeres más que de Dios, jamás experimentarán.
Escuche al apóstol Pablo: "No que ya haya alcanzado, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver ~i alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús"(Fil. 3:12). ¡El declara su deseo de tomar mano de aquello que tomó mano de él! (Apresar, detener-Coger o apoderarse de una cosa por la fuerza.) Ellos se preparaban para grandes batallas en la vida antes de que los hombres oyeran de ellos. Estudiando arduamente los libros de pecado y salvación, diligentemente estudiando sobre los misterios del corazón y el cielo, y llenándose con el conocimiento de Dios y la sabiduría del cielo, mientras que la gente a la cual vendrían después estaba durmiendo, soñando; ociosos y pecando gastando los años de sus vidas. Ellos eran fieles alumnos de la "Universidad Desierto de Dios, Verdad y Cosas Eternas", mientras que cientos y miles de sus co-seres humanos eran absorbidos én los placeres, entretenimientos, modas y negocios del mundo.
Por lo general, se cree que el desierto es caliente y seco, un lugar donde el agua y la comida son escazas pero los escorpiones y cascabeles abundan. La mayoría de la gente prefiere una montaña o un valle, una ciudad o por lo menos una casa, un campo de fruta o llanuras con bastante agua. El desierto es un lugar de dificultad y sufrimiento. No es un lugar para los débiles y temerosos, pero es un buen terreno de entrenamiento para construir carácter, un local excelente para aprender aguante, ¿y habrá mejor lugar para desarrollar fe en Dios que en el desierto donde hay poca protección, pero muchos peligros? Hay algo acerca de la experiencia del desierto que prepara al corazón y espíritu para el conflicto, y la mente y el alma para el liderazgo.
Moisés tomó un curso de cuarenta años en la Universidad Desierto. Fue en el desierto donde él conoció a Dios, aprendió fe y confianza en la Palabra de Dios, y rindió toda su vida de modo que cuando salió del desierto estaba listo para desafiar los ejércitos de egipcio, y guiar a dos millones de israelitas a la tierra prometida. Habiendo estado en la presencia de Dios, la presencia de Faraón no le causó temor. No le tuvo miedo a Coré o Balaam, sino sólo a Dios. Él sufrió murmuradores y renegones, los intentos de derrocar el gobierno de Dios, y el intento de su propio hermano y hermana de levantarse en su contra. Él estuvo allí cuarenta años, aprendiendo cómo amar y cuidar de las ovejas y cómo sobrevivir el ambiente imperdonable del desierto, preparándose para aquel día en el cual le diría a Faraón: "Deja Ir A Mi Pueblo". Estuvo otros cuarenta años allí, entrenando a la generación de Josué en el camino de la fe y obediencia.
Y cuando Moisés pasó de la escena no encontramos a Josué gastando su tiempo recordando los días buenos del pasado, cuando Moisés extendió su vara y dividió el Mar Rojo, o cuando Coré fue destruido por fuego y su compañeros en la conspiración cayeron vivos al pozo; los días buenos del pasados cuando la nube de día y la columna de fuego los guiaban. ¡No! Josué era varón del presente. Él no vivió de la gloria de los milagros del pasado, pero declaró al pueblo: "¡Santificaos, porque Jehová hará mañana entre vosotros maravillas!". ¡Oh qué maravillosa obra hizo Moisés, no en su obediencia personal a Dios únicamente, pero al entrenar la próxima generación a seguir en sus pasos!
"Y aun hasta la vejez y las canas, o Dios, no me desampares, Hasta que denuncie tu brazo a la posteridad, Tus valentías a todos los que han de venir" (Sal. 71:18). Sin hablar, sin contar historias-pero demuestra Tu poder, ¡Tu poder hoy!
Elías salió del Desierto que estaba al noroeste. Parecía amar su Antigua Universidad después de su graduación, y regresaría una y otra vez al desierto para sus cursos post grado. En uno de estos viajes él tomó un estudio especial llamado "El Cuervo y el Arroyo". En otra ocasión él visitó la Universidad donde Moisés fue alumno, y allí tomó el curso "La Cueva y El Silbo Apacible". Fue después de esta comunión con Dios en el desierto que Él aseguró a Elías para el cargo de profeta, reprendió al rey Acab por su crimen contra Nabot, e hizo descender fuego del cielo dos veces para derrocar y dar muerte a sus enemigos, ¡y se fue de la tierra en un torbellino en un carro de fuego del cielo! Juan el Bautista se graduó de la Universidad Desierto de Judea. Sin duda recibió primeros honores. Jerusalén y varios otros pueblos y ciudades salieron a escuchar discursos del varón vestido de piel lanuda y que comía langostas silvestres. Mientras hablaba, él presentaba panoramas tamaño natural y retratos a ningún costo a todos los que asistían a sus reuniones. El publicano lo asemejaba a un robador. El fariseo descubrió que su retrato era la de una víbora. Y en vez de confinar sus reprensiones a la gente común, él reprobó a personas prominentes como el rey Herodes y su esposa.
Nunca se dice que él recibió un llamado para ser pastor de alguna sinagoga en Jerusalén, o presidente de su escuela para profetas, o tomar alguna posición como maestro o gobernador del templo. Y menos mal, debido a que ningún templo tendría espacio para las multitudes que lo seguían. Así que él siguió conduciendo servicios en el desierto hasta el tiempo de su encarcelamiento y muerte. El mismo Hijo de Dios predicó su funeral, tomando como Su texto las palabras, "De cierto os digo, que no se levantó entre los que nacen de mujer otro mayor que Juan el Bautista".
Dios no nos está pidiendo movernos al Desierto Mohave para recibir lo que necesitamos. Nuestro desierto es aquel lugar donde estamos a solas con Dios y permanecemos a solas con Dios hasta que Él nos hable. Es el lugar donde oímos a Jesús decir: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame" (Le. 9:23). Dios no está en busca de guerreros de fin de semana, o aquellos que se inspiran un día y se achicharran el próximo. Él busca hombres; hombres de verdad que se comprometen, que mueren diariamente a sí mismos, mueren al mundo, al pecado, ambiciones y éxitos que otros hombres persiguen.
¡Dios busca hombres que abandonarán cosas buenas a fin de obtener cosas mejores! Escuche al graduado más grande de la Universidad Desierto mientras Él nos cuenta el precio para ganar poder con Dios, "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí, y el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz, y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que hallare su vida, la perderá; y el que perdiere su vid a por causa de mí, la hallará" (Mt. 1 0:37-39).
¿Acaso los graduados del desierto se arrepienten de sus sacrificios? ¿Acaso desean jamás haberse abandonado a Dios, ya que el costo era demasiado alto para ellos? Dejemos que el Apóstol Pablo responda: "Requiero yo pues delante de Dios, y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar á /os vivos y /os muertos en su manifestación y en su reino. Que prediques la palabra; que instes á tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende; exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando ni sufrirán la sana doctrina; antes, teniendo comezón de oír, se amotonarán maestros conforme á sus concupiscencias, Y apartarán de la verdad el oído y se volverán á /as fábulas. Pero tú vela en todo, soporta /as aflicciones, haz la obra de evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo á mí, sino también á todos-tos que aman su venida" (2 Ti. 4:1-8).
Cada estado, cada país necesita a un hombre enviado de Dios. No un profesor de fe, sino un verdadero posesor de fe; no predicadores carismáticos con dones en la sicología de multitudes, sino hombres ungidos de Dios cuyos hombres son dotados con dones de verdad y el amor y valor para predicar. Dios necesita hombres lo suficientemente comprometidos para tomar las palabras de Jesús con seriedad y abandonarse totalmente al evangelio. Padres y madres amamos, hijos e hijas adoramos; casas y terrenos disfrutamos-pero Dios no permita que seamos secuestrados por ninguno de estos y fallemos tomar nuestra cruz cada día y seguir a nuestro Señor.
Yo he compartido escenas del pasado. Ahora estamos viviendo en la última escena antes de la venida del Señor por Su Iglesia. Satanás ha reunido sus fuerzas para el último gran conflicto y están agolpeando el mundo con toda armadura concebible para destruir el alma del género humano. La Iglesia de Dios es responsable de entablar la batalla, derrocar el reino de tinieblas, y rescatar las almas del pecado y el infierno. Debemos establecer nuestra bandera en cada ciudad y pueblo, y enseñar a los hombres a observar "todas las cosas" que nuestro Salvador ha mandado. Se logrará; tendremos éxito-cuando los hombres de Dios, cada uno, obtengan su curso en la "Universidad Desierto de Dios". ¿Quién es el hombre de Dios de la hora? Es usted pastor, y usted evangelista. Es aquel líder local de auxiliar, y es aquel guerrero de oración de la iglesia local que busca a Dios y no descansa hasta que las fortalezas de Satanás caen y las almas se rescatan del pecado y sus consecuencias. Sí es usted, Supervisor de Nación/Estado, y usted diacono de la iglesia local. Este es un programa de "todo el que quiera" y Dios está presto hoy para levantar a hombres y mujeres fuertes para demostrar Su salvación y gloria al mundo. La obra tendrá avivamiento en medio de los años en que usted y yo estemos a solas con Dios, buscando Su rostro, abandonándonos completamente a Él y crucificando toda concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. En nuestro propio "desierto" personal Dios nos moldeará y formará para ser los siervos que Él necesita para evangelizar el mundo, reunir las ovejas en un rebaño y preparar una Iglesia gloriosa sin mancha ni arruga para el pronto regreso del Señor. ¡Amén y amén!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario