Pureza de Mente
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8).
Analiza por un momento los pensamientos que tú tienes regularmente. ¿Se ajustan a los requisitos de esta escritura; verdadero (verdad), honesto, justo (inocentes, santos), puro, amable, de buen nombre? ¿O son tus pensamientos lo opuesto a estos, tal como; doctrina falsa, deshonestos, pecaminosos, impuros, no amigables (feos), un mala evaluación? Tu mente es algo muy poderoso, probablemente el órgano más poderoso en tu cuerpo. Sólo piénsalo, éste controla toda función de tu cuerpo y además de esto, dirige todas tus actividades diarias. Hay verdad en lo que concierne el concepto del espíritu sobre la materia. Tu mente puede convencerte de la verdad o falsedad de cualquier objeto, sin importar qué clase de pruebas tengas en frente de ti para refutar tu suposición. Nuestra mente nos hará ver y percibir las cosas de la manera que queramos. Considera las personas que han estado en el desierto sin la nutrición adecuada por algún tiempo. Sus mentes tiene el poder para hacerlos ver agua, arboles o un refugio a cada vuelta, y estarán tan convencidos de su existencia, que agotarán toda su preciosa energía que les queda para lograr obtenerlo, sólo para darse cuenta que sus mentes los han vacilado. Considera la instrucción de las Escrituras en el siguiente versículo:
“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne. (Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas;) Destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento á la obediencia, de Cristo; Y estando prestos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia fuere cumplida” (2 Co. 10:3-6).
Imagine el nunca tener un pensamiento fuera de lo que Cristo ha aprobado, trayendo todo pensamiento que tú tienes, cautivo a la obediencia de Cristo. Las armas de nuestra milicia tienen la habilidad de hacer que estas cosas acontezcan. No obstante, tú tienes que querer que esto acontezca. Pero, ¿Cuáles son estas armas?
“Por lo demás, hermanos míos, confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y estar firmes, habiendo acabado todo. Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad, y vestidos de la cota de justicia. Y calzados los pies con el apresto del evangelio de paz; Sobre todo, tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de salud, y la espada del Espíritu; que es la palabra de Dios; Orando en todo tiempo con toda deprecación y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda instancia y suplicación por todos los santos” (Ef. 6:10-18).
Esta lista de armas puede ser clasificada de dos diferentes formas—armas defensivas y armas ofensivas. Las armas defensivas incluyen: los lomos ceñidos, la cota de justicia, calzados los pies, el escudo de la fe, y el yelmo. Las armas ofensivas incluyen: la espada del Espíritu y orar siempre. Dice un dicho viejo que la defensa gana los campeonatos. Esto es verdad, pero la defensa sola es inadecuada. La defensa sólo te llevará hasta cierto lugar. Es la buena ofensiva que mantiene al contrincante corriendo y le da el último golpe de muerte al enemigo. Estas armas ciertamente desempeñarán los resultados descritos por Pablo en Corintios si son operadas correctamente. Si son operadas correctamente, traerán los resultados descritos en Romanos 12:1, 2, “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable á Dios, que es vuestro racional culto. Y no os conforméis á este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
La clave de todo este tema se encuentra en el segundo versículo de este pasaje—nuestras mentes siendo transformadas y renovadas por el poder de Dios. Nosotros nacimos y crecimos con una mente que ha sido corrompida por el pecado y una naturaleza pecaminosa. Sin una renovación de nuestras mentes, jamás podremos lograr la pureza de la mente. Debemos permitirle a Dios hacerla nueva, pero recuerda que Él no arranca estas cosas de nosotros. Debemos entregárselas libremente.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto es de Dios, el cual nos reconcilió á sí por Cristo; y nos dió el ministerio de la reconciliación” (2 Co. 5:17, 18).
Permítele a Dios hacer todas las cosas nuevas en tu vida y permítele comenzar con tu mente.
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