Otra cuestión que se nos ha presentado, y que está causando problemas a algunos de nuestros hermanos es en el área de lo que algunos sicólogos definen como ajuste en actitudes. Para nosotros, esto es algo más que un problema sicológico—es un problema espiritual que puede ser más profundo que lo que aparenta ser en la superficie. Es el problema del perdón. Déjenme leerles algunas líneas de una carta que recibí de uno de nuestros supervisores recientemente. Estoy muy preocupado respecto a la actitud mental de algunos de nuestros laicos y ministros que veo que están evolucionando contra algunos de los santos de la oposición. No tenemos tiempo ni lugar en La Iglesia de Dios para actitudes mentales de tal naturaleza que puedan inquietar nuestro pueblo. El amor tiene que reinar perfectamente entre los santos, y que siempre se diga lo mismo que declararon nuestros antepasados: "¿Podría La Iglesia de Dios ser llamada la Iglesia del amor?" Permítanme agregar a esa declaración que a menos que perdonemos a los demás, nosotros tampoco seremos perdonados. Hay miles que todavía no han renovado sus pactos y que es posible que lo hagan si les mostramos un espíritu de amor y aceptación. No estaríamos donde estamos hoy debido a nuestros propios meritos. Todo lo logrado ha sido por la gracia de Dios. No tenemos derecho alguno a manifestar la actitud de: 'Tú no tienes nada que ver con nosotros", Otros puede que asuman tal actitud, pero no La Iglesia de Dios.
Si usted recuerda, el Apóstol Pablo fue en una ocasión el enemigo más amargo de La Iglesia de Dios. Durante ese tiempo, es probable que él fuera el candidato más despectivo para la membresía en la Iglesia. No obstante, Dios cambia las cosas, y las sigue cambiando al presente. Algunos de nuestros enemigos más amargos podrían llegar a ser nuestros ayudantes más devotos. Su problema no nos atañe, atañe a Dios. Sería trágico si ellos no resolvieran tal conflicto con Él. Es nuestro deber no tener nada contra ellos en nuestros corazones. Amados, como La Iglesia de Dios, parémonos firmes con nuestros brazos y corazones abiertos y saturados de amor hacia ellos, siempre tratando de sacar tantos como nos sea posible fuera de las llamas del infierno. La hora es demasiado avanzada como para dejar que el espíritu de resentimiento, renuencia y venganza nos roben de las bendiciones eternas.
Mensaje Anual 90MA Asamblea General
Obispo Robert Pruitt
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