Estamos comenzando el tercer año desde que tomó lugar la reorganización de la Iglesia. El Espíritu Santo llamó al remanente, la Iglesia dentro de la Iglesia, un pueblo dentro del pueblo de Dios, y una nación dentro de una nación, para que saliera de la depravación espiritual en la cual había caído la Iglesia verdadera para entonces. El Espíritu Santo nos había advertido vez tras vez que Dios no toleraría para siempre la aceptación de los valores espirituales denigrantes y la apatía hacia Sus intentos amorosos para hacernos tornar al camino estrecho y alas sendas antiguas a través de las cuales nos había guiado por tanto tiempo. Aquellos de nosotros que éramos parte de esa era de la Iglesia, debemos hasta cierto grado, ser culpables y llevar la ignominia de su condición deplorable, siendo que todavía éramos parte del Cuerpo de Cristo. No obstante, gracias a Dios que Él nos sacó fuera de ese laberinto y hemos respondido a Su llamado. Sus bendiciones y dirección son evidentes por todo lado, y estamos al umbral de ver la demostración más extraordinaria del poder de Dios y de Su dirección inmediata jamás experimentada por alguna generación anterior en la historia del pueblo de Dios en este mundo. Jamás en la historia ha habido un pueblo que haya vivido y experimentado la gloria de Dios como esta generación del fin de los tiempos la experimentará a medida que alcanza la perfección y sea raptada para encontrarse con el Señor en las nubes.
Por tanto, tornemos nuestros ojos hacia sí mismos y contemplémonos sabiamente en conformidad con las palabras del Apóstol Pablo en 2 Corintios 13: 5: "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿No os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros? Si ya no sois reprobados". Una persona puede llegar a ser réproba cuando se aparta de los principios de la fe. La fe es todo el consejo de Dios—sin dejar nada fuera. Somos amonestados a examinarnos periódicamente en armonía con la Palabra de Dios para ver si estamos a la par con el espíritu y con la letra. El diablo usa la negligencia de ejercer este requerimiento para conducirnos hacia el estado de reprobación de la verdad. La vigilancia constante y la atención a los requisitos de Dios, es el precio que tenemos que pagar a fin de preservar las relaciones santas con Él.
¿Acaso estamos dando ocasión al enemigo para guiarnos de vuelta a los errores del pasado, los cuales motivaron que Dios rechazara la mayoría de Su pueblo y volviera a comenzar de nuevo mediante la reorganización del remanente? Debo declarar que hay algunas señales perturbadoras que comprueban que algunos de nuestras filas están experimentando esto. Lo que estoy denunciando ahora, de ninguna manera se aplica a todos o a la mayoría del ministerio y membresía de la Iglesia organizada. Hay comparativamente unos pocos a quienes esto pueda aplicarse, y es urgente que tengamos nuestros ojos bien abiertos para percibir las pequeñas zorras y la pequeña levadura que con el tiempo pueden contaminar toda la masa. Por esa razón, me dirijo a todo el Cuerpo a fin de que estemos advertidos de los peligros que afrontamos. El diablo se complacería en gran manera de poder confundir al remanente fiel para hacer que se frustre en sus esfuerzos de ir hacia adelante en pro de su plena recuperación.
90MA Asamblea General, Obispo Robert Pruitt Pasado Supervisor General
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