(Mensajero Ala Blanca, 21 de noviembre de 1959) M. A. Tomlinson:
“Podríamos
emplear todo nuestro tiempo dándole gracias al Señor por las
bendiciones espirituales que disfrutamos, y además nunca podremos
agradecerle bastante. Cuando meditamos sobre la experiencia de la
salvación y de lo que significa para nosotros, sabemos que ninguna
bendición material puede compararse con esa. El saber que nuestros
pecados son perdonados y que ellos son separados de nosotros tanto como
el oriente está del occidente es algo para estar agradecido por cada
momento de nuestras vidas. Es realmente algo digno ser hecho una nueva
criatura en Cristo Jesús. El terror por el futuro se va y la esperanza
de la vida eterna nos llena de paz y satisfacción.
El perdón de los pecados no es todo lo que recibimos del Señor. La
experiencia de la santificación precisamente es tan real como la
conversión. Y cuando nos consagramos a Dios y el poder santificador nos
limpia de toda maldad, entonces estamos en condición de ser llenos con
el Espíritu Santo. Usted y yo conocemos el gozo y la bienaventuranza de
estas experiencias. ¡Oh, que seamos agradecidos por estas bendiciones
maravillosas como debemos serlo! Porque de tal manera amó Dios que ha
dado a su Hijo unigénito y a través de Él es que gozamos de estas cosas
buenas. Nunca debemos permitirnos ser negligentes con respecto a dar
gracias y bendecir al Señor por Su bondad.
Nosotros no sólo somos bendecidos cuando recibimos las experiencias
que Dios nos ha provisto, pero las tendremos con nosotros mientras
obedezcamos al Señor. Y cuán precioso es para nuestros corazones el
conocimiento de que somos salvos, santificados y bautizados con el
Espíritu Santo. Y cuán alentador son los tiempos cuando el Espíritu
Santo se manifiesta a nosotros. Cuando los padecimientos y las pruebas
vienen y las cargas de la vida son muy pesadas, podemos ir en oración a
Dios y el Espíritu Santo nos da testimonio de que somos fortalecidos y
animados. Todos nosotros hemos aprendido a través de los años que Dios
es nuestro refugio y una ayuda presente en el tiempo de angustia, y
debemos ser prudentes para darle las gracias a Él y bendecir Su nombre.
Sin duda tenemos más por el cual magnificar al Señor con acción de
gracias que cualquier otra gente en el mundo.
Cuando nos
referimos a las bendiciones que recibimos de parte del Señor siempre
sentimos que debemos mencionar la Iglesia de Dios. La Iglesia es
preciosa para nosotros y queremos dar gracias al Señor por eso y también
por permitirnos ser miembros. No es seguro si algunos de nosotros
entiende del todo la bienaventuranza de ser miembros del cuerpo de
Cristo, pero sabemos que fue establecido por Jesucristo porque vendrá
tiempo cuando será glorioso, no teniendo mancha ni arruga, ni cosa
semejante. También sabemos que Jesús amó a la Iglesia y se entregó a sí
Mismo por ella para presentársela para sí, cuando haya llegado al estado
perfecto. En realidad quiero bendecir el nombre del Señor en esta
temporada y siempre por el privilegio de ser un miembro y tener una
parte en lograr que esté apercibida para el retorno del Señor.
Con
el Salmista ensalcemos a Él que es poderoso para bendecir. Digamos con
él, “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a
Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que
Jehová es Dios: Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos. Pueblo
suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de
gracias, por sus atrios con alabanza; dadle gracias, bendecid su nombre.
Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad
por todas las generaciones” (Sal. 100:1-5). “Aleluya. Alabad a Jehová,
porque Él es bueno; porque para siempre es su misericordia” (Sal.
106:1).
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