Este mensaje no es
para el de pulso débil, ni para el pusilánime. Aquellos que todavía beben de la
leche de la Palabra de Dios quizás tengan dificultad para comer de este sermón.
No es solo vianda, pero vianda fuerte, y “la vianda firme es para los perfectos”
(He. 5:14). Al leer este sermón mi fe ha sido inspirada y ha fortalecido mi
determinación de mantener mi cuerpo en las manos amorosas de Dios. Él todavía
dice: “…Yo soy Jehová tu Sanador” (Ex. 15:26). Mi oración es que este
mensaje nos lleve a un plano más alto y que en ese plano más alto consigamos la
fe que puede mover montañas, echar fuera demonios, sanar a los enfermos y aun
resucitar a los muertos:
“Satanás está reuniendo
sus fuerzas y enlistando a todos los hombres y mujeres que pueda a su servicio.
El humo de una terrible batalla ya se está levantando desde el campo de batalla
donde los escaramuzadores están peleando. Pero, en la actualidad el tiempo es
apremiante para que los regulares, avancen con todo su equipo de Pentecostés y
a derramar sobre el enemigo los tiros y casquillos, metrallas y botes del
evangelio de verdad y poder hasta que el rugir de los cañones pueda ser
escuchado alrededor de todo el mundo a medida que eructan con tremenda furia
sus descargas mortales.
En la actualidad, mientras muchos están desertando por el anhelado,
santo y varonil coraje, cuando la batalla apenas ha comenzado, es tiempo para
que los verdaderos y nobles soldados tomen su posición valientemente.
Los soldados de un
país se enlistan en el ejército para obedecer a sus comandantes, ser tiroteados
y morir.
Nuestro Comandante
está animándonos y continúa resonando el mandato emocionante y excitador de
almas de “Id…enseñando a todas las naciones…Ensenándoles que guarden todas
las cosas que os he mandado”.
No importa la furia
del enemigo, ni la amedrentadora preparación que presente para enajenar a los
más débiles de su propósito, o de los tremendos ataques furiosos contra todas
las enseñanzas pentecostales, el mandato continúa siendo expuesto por nuestro
siempre conquistador Capitán y Rey—“¡Id!”.
Impulse la batalla
como un dicho o grito de guerra debe ser tomado por cada amante de la verdad y
anúnciela por todas las planicies y montañas, hasta que todos aquéllos que han
tenido la tendencia de comprometer la sanidad divina, el hablar en lenguas, los
dones del Espíritu, etc., se avergüencen y pidan perdón a su Capitán; levanten
la venera roja de guerra y se dirijan de prisa hacia la batalla con un celo
santo que nadie en la historia haya manifestado anteriormente.
Debemos levantarnos
valientemente por la sanidad divina de acuerdo a la Escritura. Muchos se han
debilitado debido al fallo de que algunas veces quieren ver resultados
inmediatos. La doctrina de la “sanidad divina” seguirá siendo verdadera aunque
todos muramos. Antes deberíamos obedecer a Dios y morir, que desobedecer a Dios
y estar vivos. “…Unos fueron estirados, no aceptando el rescate, para ganar
mejor resurrección”. (Hebreos 11:35).
Una cosa es
escuchar sobre la verdad de la sanidad divina en el momento de tormento y saber
al respecto, y regocijarse en ello mientras se tiene salud, y otra es el ser
entregado a las manos de Satanás, como lo fuera nuestro amado Hermano Job, y
levantarse por la verdad aun en la prueba. “Y Jehová dijo a Satán: He aquí,
él está en tu mano…” (Job 2:6). Tenemos que convencer a tres mundos de que
nosotros nos levantaremos del lado de la verdad en la parte más severa de la
prueba y del gran conflicto final con el enemigo. La forma en que esta prueba
está hecha es para que el diablo se manifieste en nuestros cuerpos con
enfermedades, colocando sus colmillos crueles sobre nuestros órganos vitales; y
cuando oremos, o busquemos los ancianos de la Iglesia para que ellos oren por
nosotros y nos unjan con aceite y coloquen sus manos sobre nosotros como se
indica en la Escritura, y hayamos hecho perfectamente lo que la Biblia dice,
puede que aún no recibamos alivio del terrible sufrimiento. Eso se hizo
evidente en la condición de Job. Aunque durante aquel tiempo, las
prescripciones que ahora conocemos y que encontramos en los libros de Marcos y
Santiago, no habían sido dadas, los verdaderos hombres de Dios concurrieron a
Él de la misma forma por sanidad divina y no usaron ningún otro remedio.
Dios había reconocido que Job era
“perfecto y recto, temeroso de Dios absteniéndose de lo malo”. Estos hechos
están registrados, en por lo menos tres partes del libro de Job. Entonces, él
no estaba enfermo y cubierto con “furúnculos inflamados desde la punta de sus
pies hasta su cabeza” debido a que había desobedecido a Dios, sino para
probarle al diablo y a millones de habitantes de los tres mundos que un hombre
puede permanecer en lo correcto aun en lo más severo y extremo de una prueba.
En una ocasión
llamé a mi hogar desde las Islas Bahamas1, en donde me encontraba compartiendo
el evangelio de Jesús con la preciosa gente de esta localidad, y me enteré de
lo enferma que se encontraba mi esposa. Ella había sufrido por veinticuatro
horas constantes, vez tras vez la agonía de la muerte, y en esta terrible
prueba y examen, son su esposo fuera del país, ella no aceptó ningún remedio
que no fuera el método bíblico. Ella había tenido estos ataques similares en
ocho ocasiones, los cuales había durado por periodos de ocho a veinticuatro horas.
Lo peor finalmente llegó. Por un periodo de diez horas luchamos contra poderes
del enemigo los cuales causaron sufrimientos más difíciles y agudos. No
habiendo tomado ningún medicamento los cuales hubieran provocado la tendencia
de sedar su cuerpo, se encontraba con su mente completamente clara en todo
momento, pero por largas horas se comportó como una maniaca delirante como
consecuencia del sufrimiento y el dolor severo que estaba experimentando. Ella
soportó la agonía, obedeció la Palabra, pasó la prueba, hasta que nuestro
Refinador, quien estaba parado a su lado, vio que era suficiente e hizo que
nuestro archienemigo soltara su agarre y saliera huyendo. ¡Oh qué calma! ¡Una
calma que llena de paz, bendita y bienvenida! “Hechos perfectos a través del
sufrimiento” fue el pensamiento que vino a mi mente repentinamente, razón por
la cual lo estoy escribiendo aquí. Se acostó callada por un ahora como si
hubiera ido a pasar a morar con Jesús dentro de pronto. Luego, con una voz
temblorosa expresó que su deseo era que la Iglesia y sus amigos vinieran a
visitarla debido a que tenía “un mensaje de bendición para cada uno”. A medida
fueron llegando, ella fue llena del Espíritu y por un periodo de cinco horas
tomó a cada uno por la mano uno tras del otro y le dio un mensaje y le echó la
bendición.
Ella había
soportado el sufrimiento y había quedado tan débil que apenas podía hablar en
susurros, pero cuando el Espíritu vino sobre ella, su voz era clara y fuerte.
Sus miembros posteriores se fueron agotando hasta que no pudo enderezarlos,
pero mientras decía el mensaje tomaron movilidad.
Aunque se
encontraba completamente pálida, y sus ojos estaban débiles y hundidos y
aparentemente moribundos, aún cuando sostenía los amigos por las manos y les
daba sus mensaje, su rostro se iluminaba con una radiación del cielo. Su voz
adquiría una fuerza sobrenatural. Era como si el cielo estuviera ante su
presencia. Tomó la mano de probablemente más de 200 personas y cada uno fue
derretido ante la presencia del poderoso Espíritu.
Un avivamiento se
desató y las pequeñas diferencias se derritieron como la nieve bajo el sol
radiante. Las lagrimas, los sollozos, sí, todos en la casa fueron afectados; no
estaban llorando por un apersona muerta ni tampoco por el pensamiento de
afrontar la muerte, sino debido a la melodiosa presencia del Señor
Personalmente. La habitación estuvo llena de la presencia y gloria por varios
días.
Esta maravillosa
experiencia llegó y la gloria de Dios fue revelada, solamente después del
intenso sufrimiento y de que ella se mantuviera firme durante la prueba.
La tolerancia es
una joya, sí, es un ornamento real que sólo unos pocos desean; por lo tanto,
cuando viene en una forma severa, la gente se inclina a hacia otros recursos
que no son los que la Biblia ensena o recomienda, perdiendo como consecuencia
la bendición y la gloria. La “tolerancia” es el cuarto fruto del Espíritu
mencionado en el libro de Gálatas 5:22. Entonces, nosotros los que tenemos el
Espíritu no debemos esperar salir victoriosos sin la misma. Pensemos en las
recompensas que han sido prometidas. “Si sufrimos, también reinaremos
con él…” (2 Timoteo 2:12). “Pero si alguno padece como
cristiano, (soporte el dolor antes de tornarse a otros medios que no son
enseñados por la Palabra) no se avergüence; antes glorifique a Dios en esta
parte…Y por eso los que son afligidos según la voluntad de Dios, encomiéndenle
sus almas, como a fiel Criador, haciendo bien” (1 Pedro 4:16, 19). “Pues
que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también estad armados
del mismo pensamiento: que el que ha padecido en la carne, cesó de pecado; para
que ya el tiempo que queda en carne, viva, no a las concupiscencias de los
hombre, sino a la voluntad de Dios” (1 Pedro 4:1, 2). “Mas el Dios de
toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna por Jesucristo, después que
hubiereis un poco de tiempo padecido, él mismo os perfeccione, confirme,
corrobore y establezca” (1 Pedro 5:10).
Job fue
recompensado al recibir el doble de lo que le había sido quitado, reluciendo
como el oro, y teniendo el privilegio de orar por sus amigos y verles ser
bendecidos, pero sobre todo, con una dulce conversación con Dios. Escuchándole
mientras se encontraba en la batalla más grande y a medida que esgrimía la
espalda y se dirigía salvajemente hacia el terrible y sangriento conflicto, “Yo
sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo, Y después de
deshecha esta mi piel, aún he de ver en mi carne a Dios” (Job 19:25, 26).
¿Enseñar sanidad
divina? ¡Sí! Practicar la misma y no otra cosa, ¿vivir o morir? ¡Sí! ¡Sí!
¡Amén! ¡Seamos más intrépidos al respecto que nunca antes! Esto significa
batallar contra el enemigo en su propio territorio, agarrando el león por las
barbas en su propio fosa, en el gran conflicto final. “Al hombre le fue dicho
que en un momento dado moriría”, entonces muramos bravamente por la verdad,
como los miles de hombres que han muerto por sus países, marchando hacia los
rugientes cañones a medida que ellos salen con fuerzas hacia la mortal matanza,
solamente porque han prometido obedecer a su capitán.
Querido amigo, ¿no
ha prometido usted obedecer los comandos del su Señor? ¿No le ha dicho Él qué
hacer en caso de enfermedad? ¿A caso dijo Él que cuando eso fallara llamáramos
a un médico? Contéstese usted mismo estas preguntas. Con seguridad usted sabe
lo que la Biblia dice al respecto. Si no es así, entonces usted es un soldado
muy débil. ¿En el ejercito, y con una amenaza de guerra y no sabe las tácticas
de guerra? Es mejor que se las aprenda inmediatamente. Esta persona
representará a un soldado débil que se ha enlistado en el ejército y no se ha
aprendido las tácticas de guerra.
¡Pobres
cristianos!, los que se han enlistado a Su servicio y no aceptan, aprenden y
practican la sanidad divina, sino que dependen de otros medios, y desobedecen a
Dios de la misma forma que Adán y Eva lo hicieron en el Jardín del Edén.
Recuerden, nos
encontramos en el gran conflicto final. Es tiempo de la batalla y la fuerte
lucha contra el enemigo y todas sus seducciones y artefactos. ¡Antes muramos
que el ir en contra de las simples enseñanzas de la Palabra de Dios! Si usted
muere por la verdad, simplemente no estará haciendo más que los que miles han
hecho antes que usted. Es entonces cuando adquirirá una mejor resurrección. (Hebreos
11:35).
Una fe intrépida,
denotada y un coraje son las necesidades imperantes de estos días estupendos en
que vivimos. El diablo está en contra nuestra. El mundo está en contra nuestra,
y las religiones populares cristianas también lo están; pero estamos en un
conflicto y debemos pelear o morir. “El enemigo final es la muerte” (1
Corintios 15:26). Debemos conquistarla. La batalla tiene que ser peleada por y
en el nombre de Jesús. Si caemos en la batalla o perdemos nuestra vida por
causa de ser obedientes a nuestro Capitán en este horrible conflicto, la
salvaremos. “…Cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la
salvará” (Lucas 9:24).
Vive por la Biblia
o muere por causa de Ella, sí sea que vivamos o muramos, si le obedecemos a Él
somos verdaderos soldados de Jesucristo: y somos Suyos para Su servicio debido
a que hemos sido enlistados en Su ejército. “Que si vivimos, para el Señor
vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, o que vivamos, o que
muramos, del Señor somos” (Romanos 14:8).
Otra fuente con la
que el enemigo nos ataca son las “lenguas” como evidencia del bautismo del
Espíritu Santo. Debemos impulsar la batalla con coraje al presente, llegar a
ser más intrépidos al enseñar esta verdad, ya que existe una gran tentación y tendencia
a comprometer, o por lo menos callarse sobre este punto en particular.
La prensa religiosa
está en contra de nosotros. La prensa del mundo está en contra de nosotros. Los
ministros de todas las denominaciones, de un ciento de millones más fuertes,
están en oposición de esta verdad. La prensa independiente de la santidad y su
ministerio están todos encontrar de nosotros, pero el conflicto sigue, y no nos
atrevemos a retroceder y fallarle a nuestro Capitán dejándole peleando en el
campo Solo. La bandera roja de la verdad, y de una intrepidez inflexible y un
celo santo deberán flotar sobre todas las naciones y climas, declarando
enfáticamente que nunca antes ni en el futuro nadie recibirá el bautismo del
Espíritu Santo sin hablar en otras lenguas como evidencia.
Deje que el enemigo
levante su alarido de guerra y dirija sus pistolas de enseñanzas falsas y
ministerios de mercenarios contra nosotros. Nosotros debemos y marcharemos
directamente hacia las murallas y sobre los pretiles, arrebatándole espada (la
Palabra de Dios de las gigantes manos y con ella cortarle la cabeza. ¡Gloria a
Dios! En Dios está nuestra fortaleza. No temeremos a hombres ni a enemigos con
Dios de nuestro lado y Jesús, “el León de la tribu de Judá”, como
nuestro “Rey Emanuel”.
Él, de quien Su nombre es “Maravilloso,
Consejero, Todopoderoso Dios, Padre Eterno, Príncipe de Paz;” Él que está
corriendo en el “caballo blanco” hacia la tierra desde el cielo, con la “espada
afilada en Su boca” como que Él es el que dirige la batalla; Él, quien es
el Rey de reyes y Señor de señores, nos dice: “Por tanto, id, y doctrinad a
todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo: Ensenándoles que guarden TODAS las cosas que os he mandado: y
he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19, 20).”
Por el Pasado Supervisor General A. J. Tomlinson
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