El Apóstol Pablo, al mostrarse agradecido por la fe y amor de los santos de Efeso, ora por ellos así: "Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación para su conocimiento". (Efesios 1:17) Pablo, en esta epístola, donde por primera vez enfatiza la doctrina de la Iglesia, ora para que los santos de Efeso puedan tener la sabiduría para entender la grandeza de la revelación que les fue dada. En pocas palabras, ese es el propósito de este esfuerzo--que los santos de Dios puedan conocer con certeza las verdades de la revelación divina de la Iglesia de Dios.
La revelación de La Iglesia de Dios como el Cuerpo de Cristo, es aceptada por fe. Esta no es una fe ciega; sin embargo, es una basada sobre la evidencia hallada en la inspirada Palabra de Dios. La Iglesia de Dios no sólo es una verdad aceptada por revelación divina, sino que es además una verdad que puede ser defendida lógica e intelectualmente por la Biblia.
Se necesita enfatizar el hecho de que únicamente después de que se haya ejercido fe en la revelación, se abrirán los sentidos del creyente para discernir las Escrituras. Como dijo Jesús: "El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si viene de Dios, ó si yo hablo de mí mismo". (Juan 7:17) Toda verdad procedente de Dios deberá ser manejada de la misma manera. A medida que el individuo acepta revelaciones de Dios, el conocimiento de tales doctrinas es entonces captado por él. La verdad de la Iglesia de Dios como el Cuerpo de Cristo es aceptada por fe, pero es una fe fundada sobre un conocimiento exacto y confiable. Si este esfuerzo triunfa en su determinado propósito, entonces podemos dar toda la gloria a Dios, ya que toda revelación tiene su origen en El.
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