¿COMO AGRADAR A
JEHOVÁ?
Desde la creación del hombre (Gen. 1:6) vemos que Dios (la trinidad)
hizo al hombre para gloria de Él. Pero
siempre le ha dado el libre albedrío para que el hombre pueda escoger su
decisión o camino. Lamentablemente desde
el jardín de Edén podemos ver la sublevación tomando lugar. Eso mismo pasó con el reinado del rey Achaz
sobre Judá. “DE VEINTE años era Achâz
cuando comenzó á reinar, y dieciséis años reinó en Jerusalem: mas no hizo lo
recto en ojos de Jehová, como David su padre. Antes anduvo en los caminos de
los reyes de Israel, y además hizo imágenes de fundición á los Baales” (2
Crónicas 28:1,2).
Conforme leemos la historia del rey
Salomón sabemos que por su desobediencia, Jehová dividió el reino de Israel. Quiere decir que Israel fue dividido en partes.
Dentro de Israel se formó el pueblo de Judá. Años después, se levantó un rey
llamado Achaz, hijo de Jotham, rey de Judá, el reinó después de su padre más no
vivió como su padre. Achaz comenzó a
reinar a la edad de veinte años, en el año diecisiete de Peka hijo de Remalías
quien fue rey de Israel. La historia de
Achaz, comparte, que él adoro a imagines y quemo perfumes a dioses paganos, “Asimismo sacrificó, y quemó perfumes en los
altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol umbroso” (2 R. 16:4; 2
Cro. 28:2), algo que era contra los mandamientos de Jehová, Dios de sus
padres. Otra abominación grande que
cometió el rey Achaz fue sacrificar a su propio hijo quien se cree que fue
Rimmon, “y aun hizo pasar por el fuego á
su hijo, según las abominaciones de las gentes que Jehová echó de delante de
los hijos de Israel,” por consiguiente, añadió un altar de ídolos en el
templo.
Al rebelarse contra la voluntad de
Dios, trajo maldición y cautividad literal en la vida del pueblo, “Porque Peca, hijo de Remalías mató en Judá
en un día ciento y veinte mil, todos hombres valientes; por cuanto habían
dejado á Jehová el Dios de sus padres, tomaron también cautivos los hijos de
Israel de sus hermanos doscientos mil, mujeres, muchachos, y muchachas…” (2
Cro. 28:7,8). El pueblo de Judá no podía
ser liberado de esta opresión hasta que Dios obrara en el pueblo.
Mucha de esta rebeldía está siendo
ejercitada en nuestro presente tiempo. Cuando el individuo se opone a la
voluntad de Dios, su alma entra en una cautividad espiritual. Nuestro adversario (el diablo) lucha cada día
por nuestras almas, él causa divisiones entre los hermanos, crea injusticias,
contiendas, y todo lo que esta opuesto a la voluntad de Dios. Cuando la persona empieza a confiar en su
propia fuerza, inteligencia, habilidad, abre puerta al enemigo. Esa rebeldía es
detestada por Dios, pues Él la ha visto desde el principio. Todo empezó en los cielos, cuando “el Lucero”
se rebeló contra Dios y fue arrojado a los abismos, (Isa. 14:12).
Regresando a la historia la biblia continua diciendo, “Y durmió Achâz con sus padres, y
sepultáronlo en la ciudad de Jerusalem: mas no le metieron en los sepulcros de
los reyes de Israel; y reinó en su lugar Ezechîas su hijo” (2 Cro. 8:27).
Su hijo Ezechias hizo lo recto en los ojos de Jehová; “E hizo venir los sacerdotes y Levitas, y juntólos en la plaza oriental.
Y díjoles: Oidme, Levitas, y santificaos ahora, y santificaréis la casa de
Jehová el Dios de vuestros padres, y sacaréis del santuario la inmundicia.
Porque nuestros padres se han rebelado, y han hecho lo malo en ojos de Jehová
nuestro Dios; que le dejaron, y apartaron sus ojos del tabernáculo de Jehová, y
le volvieron las espaldas”. Si
ponemos atención a lo que indica, dice que llamó a los Levitas y Sacerdotes
para que se santifiquen, (los que estaban
a cargo del ministerio). Un deber esencial, es que TODO el ministerio de la
iglesia de los últimos días debe hacer. Recordando lo que nos declara el
Apóstol Pablo en su epístola a los Efesios: “Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para
edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12). Eso quiere decir que es el ministerio el cual
fue puesto para perfeccionar a la membresía. Después el libro de los Crónicas
dice, “Ahora pues, yo he determinado
hacer alianza con Jehová el Dios de Israel, para que aparte de nosotros la ira
de su furor…y santificáronse, y entraron, conforme al mandamiento del rey y las
palabras de Jehová, para limpiar la casa de Jehová. Y entrando los sacerdotes
dentro de la casa de Jehová para limpiarla, sacaron toda la inmundicia que
hallaron en el templo de Jehová, al atrio de la casa de Jehová” (2 Crónicas
29:10,15,16). Para poder hacer alianza
con Dios tenemos que estar limpios. Como
dijo el salmista David, “…La santidad conviene á tu casa, Oh Jehová,
por los siglos y para siempre (Sal. 93:5), es la santidad la cual atrae la
gloria de Dios. Aunque sabemos cómo dice
en Salmos 51:17 “Los sacrificios de Dios
son el espíritu quebrantado: Al corazón contrito y humillado no despreciarás
tú, oh Dios. Pero la santidad entra
delante de la presencia de Dios como un perfume (aroma) suave delante del
Padre.
El profeta Joel dice: “Por eso pues ahora, dice Jehová, convertíos á mí con
todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y llanto. Y lacerad vuestro corazón, y
no vuestros vestidos; y convertíos á Jehová vuestro Dios; porque misericordioso
es y clemente, tardo para la ira, y grande en misericordia, y que se arrepiente
del castigo” (Joel
2:12,13). Esto es lo que necesitamos
hacer cada día para poder ver la gloria de Dios; si estamos mal debemos
arrepentirnos de todo corazón y Dios quien es justo y misericordioso nos oirá y
responderá. Aquel que ya está limpio
pida por los que todavía no están y veremos la gloria de Dios. Esta carrera no es para que el individuo
trabaje para sí mismo, aunque la salvación es individual; pero demos tener el
amor y la compasión y el pesar que Jesucristo tuvo por las almas. Somos un Cuerpo, y Dios quiere que seamos
UNO, “Hasta que todos lleguemos á la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, á un varón perfecto, á la
medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:13). Esto significa que debemos trabajar unidos
como un ejército en orden, no puede ser que el mundo trabaje más unidos que
nosotros. Nosotros somos hijos de un REY
y su nombre es Jesucristo, tenemos el respaldo más grande de la trinidad entre
nosotros. Debemos mostrar al mundo
nuestra unidad, santidad, y poder. Si continuamos en obediencia en la Palabra
de Dios (la Biblia), entonces podremos cumplir la gran comisión que nos fue
encomendada y cumplir en esta profecía, “Para
presentársela gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni
cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:27).
Bendiciones,
Hno. Irving Romano
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