EL PODER DE LA CRUZ, LA GLORIA DE LA RESURRECCIÓN
Stephen E. Smith
Supervisor General de La Iglesia de Dios
Vivimos en un mundo deseoso por el poder. Algunos líderes políticos quieren poder libre para
gobernar sobre los ciudadanos de su país. Los
dictadores a menudo buscan el otro lado de la frontera en el bienestar de otro país y utilizarán el poder
militar para hacer lo posible por destruir a su vecino y obtener sus bienes. Unos cuántos desean el poder de armas nucleares con
las cuales ellos pueden aniquilar a sus enemigos. Hay sindicatos obreros que
quieren ejercer poder para promover el beneficio de aquellos que están en el
sindicato. Grupos con interés especial están
constantemente presionando para ejercer gran poder e influencia en la sociedad. Grupos ambientalistas, mujeres e hijos con derechos activistas, homosexuales,
y un sinnúmero de otros son rivales de poder para poner sus causas particulares
en paralelo. Muchos de éstos creen que si ellos pueden obtener suficiente poderío de dinero, prestigio, respaldo político, u obtener suficiente "poderío de la
gente" para apoyarlos, su causa puede ser ganada, y la sociedad
estará en mejor posición que esa.
En La Iglesia
de Dios también buscamos por el poder, pero el poder que estamos buscando no es de este mundo. Nuestra
concentración es en el poder esp1ntual, el poder de Dios que trae salvación a
las almas perdidas. Deseamos ver el poder de Dios sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, echar fuera demonios, y obrar toda
clase de milagros. Queremos el poder que traiga convicción
a las personas de sus pecados y luego los convierta de
pecadores a santos. ¡Oh, cuánto
necesitamos este poder divino a fin de que la Iglesia cumpla su misión en este mundo! Este poder celestial, y espiritual es más valioso que otro poder en la tierra y le hará muchísimo bien a la humanidad
que todo lo político, militar, financiero y otros poderes combinados.
El poder que buscamos liberta a
los hombres del pecado, de la
muerte, y
del infierno. Llega al corazón y al alma y cambia a los
hombres pecadores viles, corruptos, egoístas e interesados a personas santas,
amorosas, y pacíficas quienes serán una bendición para cualquier
sociedad. Este es el poder que buscamos y es el poder que
debemos tener para realizar la
voluntad de Dios en la tierra. ¿Quién
entre nosotros no ve más de la
necesidad de este "poder de lo alto" para ayudar a lograr que se haga el
trabajo? Sin él somos inútiles
Y estamos perdidos en cuanto a hacer
algo de valor eterno. Con él podemos mover montañas, y ver que el evangelio sea llevado hasta los confines de la tierra,
convirtiendo a multitudes para Cristo y Su Iglesia.
¿Pero qué
exactamente es la fuente de este poder? ¿Y cómo la ponemos a trabajar?
"Porque para los que se
pierden, el mensaje de la cruz es locura; pero para nosotros que somos salvos, es poder de
Dios" (1 Co. 1:18).
¡Hay la
respuesta! ¡El mensaje
de la cruz es poder de Dios! Si queremos ver el poder de Dios que se manifieste
más, entonces necesitamos predicar más acerca de la cruz. Es en la cruz que Dios le ofrece salvación al género
humano.
No hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres en que podamos
ser salvos, excepto el nombre de esa persona que sufrió en la cruz por los
pecados del mundo. Es sólo mediante la sangre derramada de Jesucristo, el
unigénito hijo de Dios, que podemos ser limpios de nuestros pecados. Alabado
sea Dios por el “…Salvador nuestro, Jesucristo; quien se dio a sí mismo por
nosotros para redimimos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo
peculiar, celoso de buenas obras" (Tít. 2:14).
La sangre de Cristo tiene el poder para santificar nuestros corazones, derrotar
y destruir nuestra naturaleza innato, corrupta, de ese modo permitirnos vivir
en santidad y justicia todos los días de nuestra vida. "Sabiendo esto,
que nuestro viejo hombre fue crucificado con Él, para que el cuerpo de pecado
sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado'' (Ro. 6:6). "En
esa voluntad nosotros somos santificados, mediante fa ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una sola vez" (He. 10:10).
Hay que tomar en cuenta el padecimiento de nuestro Señor para proveer sanidad
divina para nuestros cuerpos, "Sobre mis espaldas araron los aradores;
hicieron largos surcos" (Sal. 129:3). Cristo padeció azotes crueles
que le hicieron heridas grandes y profundas en Su espalda, y ¿con qué
propósito? La agonía y el dolor de esos azotes era para proveer suficiente
poder para sanar toda enfermedad y toda dolencia, de modo que todos aquellos
que confían en Él puedan declarar, "por sus heridas fuimos
nosotros sanados" (ls. 53:5).
Además, fue en la cruz que Jesús compró La Iglesia de Dios, la novia de
Cristo. Los ministros de Dios fueron puestos “... para apacentar la iglesia
de Dios, la cual Él compró con su propia sangre” (Hechos 20:28). El Dios
eterno nunca olvidará el precio que el Hijo de Dios pagó por la Iglesia, y
podemos estar seguros de que Dios no fallará en cumplir Sus promesas para
salvarla, perfeccionarla, y presentársela gloriosa para sí e inmaculada en el
día del rapto (Ef. 5:27).
Realmente, el mensaje de la cruz es poder de Dios. No es la cruz, por
decirlo así, que nos salva, porque la cruz estaba pero en el madero sobre el
cual nuestro Señor fue inmolado. Fue el padecimiento de Su muerte que proveyó
el poder para la salvación. Cuando decimos que nos gloriamos en la cruz no
queremos decir que vemos la cruz de madera como nuestro Salvador. Esto sería
idolatría. No, nosotros nos referimos a la cruz como el poder para la salvación
como para poder énfasis en Cristo, quien padeció en la cruz para el poder Dios
traernos salvación, santificación, sanidad, y comprar la Iglesia de Dios.
Algunos predicadores emplean mucho tiempo meditando sobre el poder de la
resurrección más del que ellos emplean en el poder de la cruz. El mensaje de la
resurrección de los muertos no debe ser desatendido, sino que este poder no
puede ser notorio a menos que uno primero haya experimentado el poder de la
cruz. Las personas tienden a pasar por alto la cruz debido a que trata con la soberbia y el pecado. La naturaleza humana más
bien sería elevada con el poder de la resurrección que humillarse ante la cruz.
Pero es muy importante el poder obtenible en la cruz ya que Pablo declaró, "Mas
lejos esté de gloriarme, salvo en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (Gá
6:14).
Los hombres soberbios de buena gana se glorían en la operación de los
dones del o en algún otro aspecto de los ministerios poderosos de Dios, pero cuántas
veces escuchamos a alguien decir, "! Me glorió sólo en una cosa-en la cruz
del Señor Jesucristo! Lejos esté de mí gloriarme en alguna otra cosa".
La Biblia dice que el mensaje de la cruz es poder de Dios. Predicadores,
si queremos más poder, prediquemos más en cuanto a la cruz de Jesucristo, y
todo ha sido adquirido por aquellos que creen. ¡Miembros, si queremos más
poder, alleguémonos a la cruz y descubramos el poder que Dios tiene disponible
allí!
"Porque los judíos
piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos
a Cristo crucificado: para /os judíos tropezadero, y para /os gentiles
locura. Pero para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es
el poder de Dios y la sabiduría de Dios" (1 Co. 1:22-24).
Aquí Pablo nos dice que hay tres maneras de buscar a Dios. La primera es
la manera de los judíos que piden señales. Luego hay la manera de los griegos,
que buscan sabiduría (filosofía). Ambos de estos métodos resultarán en pérdida.
La tercera manera de buscar a Dios y la única manera para hallar a Él es
mediante la crucifixión de Jesucristo. Dios instituyó que es en la cruz donde
se halla Su poder y sabiduría, y esto probará que es en vano buscar por Él
mediante algunos otros medios. Sí, debemos predicar en cuanto a la cruz, aunque
sea tropezadero para todos los buscadores de señales alrededor de nosotros, y
locura para todos aquellos que buscan hallar a Dios mediante la sabiduría de
los hombres. Solamente la cruz nos trae al verdadero poder de Dios.
Pablo proclamó que era mediante la cruz que él fue crucificado para el
mundo y el mundo fue crucificado para él. ¡Qué gran poder nos espera en la
cruz! No podemos conocer el poder del Espíritu Santo hasta que primero
recibimos el poder de la cruz. El pecado y el mundo deben ser crucificados
antes de que podamos entrar en la plenitud espiritual del poder de Dios. Y aquí
yace el problema para aquellos que están buscando el poder del Espíritu Santo,
pero nunca han recibido plenamente el poder de la cruz. Ellos todavía mantienen
sus pecados predilectos y los deseos mundanos. Hasta que ellos se alleguen a la
cruz y permanezcan ahí hasta que en realidad sean lavados con la sangre de Cristo
y se aparten del mundo, ellos nunca podrán conocer las profundidades del poder
del Espíritu Santo.
El ser crucificado significa estar muerto. Pablo estaba muerto para el mundo.
Pablo no deseó nada que fuera pecaminoso, altivo, obstinado, andar en placeres
mundanos. Y Pablo fue crucificado para el mundo. Los placeres pecaminosos,
entretenimientos, y aspiraciones carnales no tenían lugar en su corazón, porque
el pertenecía totalmente a Cristo y vivía sólo una vida-la vida que glorificaba
a Dios.
Por supuesto que, la cruz no debe permanecer sola en nuestro mensaje. Mediante
el poder de la cruz obtenemos y mantenemos nuestra salvación, pero no debemos
dejar fuera el mensaje de la resurrección. Esto es importante, ya que el
propósito y efectos de la cruz sirven para hacernos dignos de la resurrección
de los justos en ese día que Jesús vuelva por los redimidos.
"Y si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe; aún estáis en
vuestros pecados. Entonces también /os que durmieron en Cristo perecieron. Si sólo en esta vida
esperamos en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos /os hombres"
(1 Co. 15:17-19).
Es en la resurrección de los justos muertos y el rapto de la Iglesia del
Dios viviente que todos los beneficios de la cruz serán revelados. Los cuerpos mortales
debilitados y enfermos en que hemos vivido serán transformados en un instante,
en un abrir y cerrar de ojos. En ese instante lo mortal será vestido de
inmortalidad, lo corruptible será vestido de incorruptible: sorbida es la
muerte en victoria. No brotarán más lágrimas de nuestros ojos, ni gemiremos más
junto a la tumba, ni habrá más llanto, ni enfermedad, ni dolor, ni muerte. Qué
día, glorioso será ese día.
El poder de la cruz y la gloria de la resurrección nos da el propósito
para nuestro trabajo misionero alrededor del mundo. Queremos ganar a todos los que
podamos entre tanto que podemos. La vida eterna es muy valiosa y la condenación
eterna muy horrible para nosotros tener en poco orar, ofrendar, testificar, y
cualquier otra cosa que podamos hacer para compartir el mensaje de Dios con el
mundo.
"¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu
victoria?" (1 Co. 15:55). ¡Cristo, en
una cruenta cruz ha destruido a las dos! La cruz y la tumba vacía testifican
que ellas fueron vencidas. ¡Amén, y Amén!
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