El titulo de este
mensaje viene de un pasaje conocido en el Salmo 127:1 que dice: “Si Jehová
no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si Jehová no
guardare la ciudad, en vano vela la guarda”. El mensaje se puede aplicar
apropiadamente tanto a las propias familias como a La Iglesia de Dios
corporalmente como la ciudad divina de Dios. El mensaje es bastante claro—a
menos que tengamos el favor de Dios en lo que estamos haciendo nuestros
esfuerzos humanos, aunque bien intencionados, son en vano. Jesús nos dice lo
mismo en Su mensaje de dar frutos, “porque sin mí nada podéis hacer” (Juan
15:5). Sí, es posible ocuparnos haciendo esto y haciendo lo otro, pero sin el
favor de Dios pronto descubriremos que todo lo que hemos hecho es en vano—porque
se hizo “sin” Él. Entonces, ¿cómo podemos saber si estamos trabajando
con Dios o sin Dios? ¿Cómo sabemos si tenemos Su favor en la edificación de
nuestra casa o en la protección de nuestra ciudad? Se puede encontrar una
respuesta en las palabra de Jesús: “Si estuviereis en mí, y mis palabras
estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho” (Juan
15:7). Si hacemos estas dos cosas, (1) conservar nuestra experiencia espiritual
de estar en Él, y (2) recibir Sus enseñanzas en nuestro corazón y vivir
fielmente por ellas, ¡nosotros tendremos Su favor!
Cuando nos
enfrentamos con problemas ofrecemos oraciones a Dios pidiendo Su auxilio y
esperamos que Él oiga nuestra plegaria y venga velozmente a nuestra ayuda. Pero
esto no es necesariamente cierto. Si nuestra relación con Dios no es mantenida,
o si no obedecemos Su palabra, no podemos esperar respuestas favorables a
nuestras oraciones. Entonces es probable que cada vez más ejerzamos esfuerzos
humanos en nuestra labor, quizás hasta el punto de agotarnos a sí mismos, sin
embargo entenderemos que todavía no hemos logrado nada. La respuesta no siempre
se encuentra en mayores esfuerzos en pro de nuestros objetivos, sino a menudo
se encuentra en examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos obedeciendo a
Dios en todo, y después corregir lo necesario para restaurar el favor de Dios.
Encontramos un buen
ejemplo de esto en el libro de Hageo. Este profeta del Antiguo Testamento fue
inspirado por Dios para conmover los corazones de Israel para que terminaran de
edificar el templo después de regresar de su cautiverio. La gente era de poca
actividad en su trabajo y empezaban a convertirse en egoístas. Estaban preocupados
con la edificación de sus propias casas y a la vez dejaban la casa de Dios sin
terminar (Hag. 1:4). Quizás pensaron que si primero podían edificar las casas
de sus familias y garantizar las finanzas para sí mismos, entonces podían
regresar para terminar la casa de Dios. Posiblemente ante el razonamiento
humano esto pudo haber parecido apropiado, pero los caminos de Dios no son
nuestros caminos, ni tampoco Su pensamientos son nuestros pensamientos. Él nos
manda a “…buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas
os serán añadidas” (Mt. 6:33). Hageo le dijo al pueblo que consideraran sus
caminos; “Sembráis mucho, y encerráis poco; coméis, y no os hartáis; bebéis,
y no os saciáis; os vestís, y no os calentáis; y el que anda á jornal recibe su
jornal en trapo horadado” (Hag. 1:6). Ellos trabajaron con la esperanza de
ser bendecidos, pero en su lugar Dios trajo una sequía a la tierra. Ellos
podían hacer y hacer y hacer, pero sin la bendición de Dios todo su “hacer” era
en vano. “… ¿Por qué? Dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está
desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa” (V. 9).
Estimado miembro de
la Iglesia del Señor, ¿está luchando financieramente? ¿Su iglesia local está
pasando por tiempos difíciles? ¿A veces nos encontramos sembrando mucho,
incluso en nuestras funciones Regionales y Generales de la Iglesia, sin embargo
produciendo muy poco? ¿Parece que estamos poniendo nuestro dinero en un
bolsillo agujerado? Si es así, quizás es tiempo de considerar nuestros caminos.
Nuestro Señor es el dueño de los millares de animales en los collados. Sus
recursos son ilimitados. Los cielos y la tierra y todo lo que en ellos está le
pertenecen a Dios, y Él puede mandar una bendición o maldición según Él elija.
Si le agradamos podemos pedirle lo que deseemos y será hecho. Pero si lo
desagradamos podemos orar toda la noche y trabajar todo el día para tener
éxito, pero nuestros esfuerzos serán en vano.
“Y cualquier cosa
que pidiéremos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y
hacemos las cosas que son agradables delante de él” (1 Juan
3:22). Si nosotros, como el pueblo de Dios en los días de Hageo, vivimos vidas
egoístas nos encontraremos a sí mismos poniendo nuestro dinero en trapo horado.
Por otro lado, si primero promovemos el reino de Dios—si nos concentramos en
hacer las cosas que son agradables delante de Sus ojos—Él demostrará Su poder
para suministrar a todas nuestras necesidades. “Porque los ojos de Jehová
contemplan toda la tierra, para corroborar á los que tienen corazón perfecto
para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí adelante habrá guerra
contra ti” (2 Cr. 16:9). ¡Qué gloriosa oportunidad Dios ha puesto ante
nosotros! Si nos esforzamos con mayor diligencia en los asuntos espirituales,
perfeccionando la condición de nuestro corazón ante Dios, lo encontraremos a Él
demostrando Su habilidad para cuidar tanto de nuestras necesidades espirituales
como también las necesidades materiales.
Esto me recuerda de
una preocupación que tenía nuestro pasado Supervisor General, Robert J. Pruitt,
durante su mensaje a los alumnos del Instituto de Entrenamiento Bíblico en el
1995. Él estaba preocupado que algunos de nuestros ministros estaban recibiendo
lo que nosotros conocemos como “el límite” en cuanto a los diezmos de sus
iglesias locales, sin embargo, continuaban empleados en un trabajo de tiempo
completo. Él dijo que es tiempo que nosotros los ministros tomemos la decisión
de trabajar tiempo completo por un pago de tiempo completo, o renunciar a
nuestro trabajo pastoral. Esta no es una postura dura. De hecho, es una llena
de amor por las almas. Si un ministro recibe el límite de la asignación, el
mismo deberá suministrar a las necesidades de su familia. Este siendo el caso,
él deberá concentrar su tiempo en la edificación de los miembros de la Iglesia,
alcance comunitario, visitación, oración, estudio de la Palabra de Dios, y la
predicación del evangelio. Es un error que un ministro reciba pago de tiempo
completo y después entregue 40 horas para ganar un salario adicional en un
trabajo secular. Muy a menudo el mismo llega a ser solamente un “Predicador
dominical”, que no se ve ni está disponible durante toda la semana. El hombre
que tiene un amor piadoso por las almas tendrá el deseo de entregar todo el
tiempo posible a la obra del ministerio.
Estamos bendecidos
de que tantos de nuestros ministros están haciendo grandes sacrificios para el
Señor y Su Iglesia. Unos reciben poco o nada de dinero por sus labores, no
obstante, siguen ofreciendo lo mejor al Señor. Unos declinan recibir dinero por
su ministerio y otros regresan la mayoría o todo a la obra del Señor. Estos
ministros conocen en verdad por quién está trabajando, y el Señor será fiel en
recordar su labor de amor. ¡Grande será su galardón en el cielo!
Otra área que
afecta nuestra habilidad para edificar la casa de Dios, y nuestros hogares
personales, es el sistema financiero que se ha desarrollado en el hogar. El
crédito que fácilmente se consigue en la sociedad moderna se ha convertido en
una trampa para muchos de nuestros ministros y miembros. Tenemos la tentación
de hundirnos más y más en la deuda a fin de conseguir una casa más bonita, un
automóvil más nuevo, mejores muebles, etc., y antes de darnos cuenta nos
encontramos en una esclavitud financiera de modo que no podemos vivir de los
fondos que Dios ha puesto a nuestra disposición. Por consiguiente, conseguimos
un empleo adicional para tratar de llegar a fin de mes, y tenemos menos tiempo
para nuestras responsabilidades con Cristo y Su Iglesia. Debemos tener en mente
las palabras del Apóstol Pablo, “Empero grande granjería es la piedad con
contentamiento. Porque nada hemos traído á este mundo, y sin duda nada podremos
sacar. Así que, teniendo sustento y con qué cubrirnos, seamos contentos con
esto” (1 Ti. 6:6-8). Si verdaderamente creemos que el Señor viene pronto,
como a menudo predicamos, entonces demos menos tiempo a la búsqueda de los
tesoros terrenales y más a los tesoros celestiales.
Cada miembro de la
Iglesia de Dios deberá esforzarse por tener en primer lugar las cosas de Dios.
Una gran parte del sufrimiento que sufrimos en esta vida es simplemente el
castigo del Señor debido a algún área de nuestras vidas donde nos hemos
equivocado en el orden de las prioridades. “…Hijo mío, no menosprecies el
castigo del Señor, Ni desmayes cuando eres de él reprendido. Porque el Señor al
que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo” (He. 12:5, 6).
Esto fue lo que Dios hizo con el pueblo al cual Hageo le habló. Él los castigó
a fin de que consideraran sus caminos y se examinaran a sí mismos para que
descubrieran la razón por la cual no eran bendecidos. Al darse cuenta de esto y
después de hacer cambios el pueblo recibió las bendiciones de Dios en sus
vidas, y pudieron terminar la construcción de Su templo.
Es fácil razonar,
formular e improvisar cuando tratamos con Mammón, pero debemos recordar que
Dios no funciona con un presupuesto limitado. Él no se ve limitado por el fluir
de fondos, un salario por horas y los beneficios, inflación y recesiones.
Cuando Dios envió a Elías a Sarepta durante un tiempo de hambre, Él le dijo a
Elías que sería sustentado por una viuda que estaba viviendo allí. Cuando llegó
Elías se dio cuenta que la dama estaba preparando su ultimo puñado de harina
para su hijo y para ella. Después de esto ella y su hijo solamente esperaban
morirse de hambre (1 Reyes 17:12). El razonamiento humano podría haber primero
considerado que Elías se había equivocado al creer que Dios le suministraría a
través de esta viuda. El razonamiento humano le hubiera aconsejado a ella
retener lo poco que tenía y no ofrecerle ofrenda al varón de Dios. ¡Ciertamente
Dios no esperaba que ella sustentara la obra de Dios al estar en una situación
tan extrema!
Afortunadamente
Elías entendía que el dilema del hombre es la oportunidad de Dios. En primer
lugar él mandó a ella que le diera de comer a él primero, y después que ella
comiera y su hijo—prometiéndole que Dios no dejaría que su tinaja de harina
escaseara, ni se disminuyera la botija de aceite, hasta que se terminara el
hambre (V. 14). A medida que obedeció la Palabra de Jehová ella descubrió que
Dios bien podía suministrar sus necesidades. Si ella hubiese respondido al
razonamiento humano y no obedecido a Dios, ella y su hijo hubieran muerto. Al
elegir sustentar el ministerio (poniendo el reino de Dios en primer lugar),
ella encontró el favor de Dios y sobrevivió a expensa de Su provisión
milagrosa. ¡Qué glorioso Dios servimos! Él siempre está presto para demostrarse
ante aquellos que le obedecen plenamente.
Otra vez, el
Apóstol Pablo tiene una admonición para los que desean agradar a Dios: “Porque
los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas codicias
locas y dañosas, que hunden á los hombres en perdición y muerte. Porque el amor
del dinero es la raíz de todos los males: el cual codiciando algunos, se
descaminaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh
hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, la
caridad, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa
mano de la vida eterna, á la cual asimismo eres llamado, habiendo hecho buena
profesión delante de muchos testigos” (1 Ti. 6:9-12).
No podemos permitir que nuestro trabajo
sea en vano a medida que buscamos edificar nuestras propias casas y edificar la
casa de Dios. Si mantenemos nuestras prioridades en orden (las cosas
espirituales en primer lugar), y obedecemos los mandamientos de Dios, ¡podemos
esperar la hora de los milagros más grandes que hayamos visto a medida que el
Señor demuestre Su poder para suministrar a cada necesidad!
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