Acerca de Jueces 3:10, que dice “Y el espíritu de Jehová fue sobre el…”
el Señor Barnes hace la siguiente observación: “Esta misma frase se repite con
frecuencia tanto en este libro como en los libros de Samuel y los Reyes,
señalando lo que era el cargo especial de los Jueces. Ellos fueron salvadores
(Jueces 3:9, nota del margen; Nehemías 9:27) llamados y dirigidos por el
Espíritu Santo, el cual les daba sabiduría, animo y fuerza extraordinaria para
cumplir con su trabajo encomendado” (Compare Jueces 6:34; 11:29; 13:25; 14:16,
19).
El Espíritu Santo es una de las santas, divinas y distintas personas de
la Divinidad eterna, la persona de la Divinidad; el Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Sin embargo, al Espíritu Santo no se le ha dado mucha consideración a
Sus funciones operativas en y por medio de las vidas de los patriarcas,
profetas y otras personas del Antiguo Testamento a quienes el Señor escogió
para revelarles Su consejo y propósito general. Por alguna razón, el
reconocimiento y debido respeto a las varias manifestaciones de las “dadivas
santas” o “dones” del Espíritu, como se llama en el Nuevo Testamento, han
recibido poca atención. Estas “dadivas santas” no fueron obtenidas en algún
momento de la dispensación del Nuevo Testamento; al contrario, pertenecen a Él
desde el principio y por todo el tiempo y por la eternidad.
Sin lugar a dudas debe entenderse que el Espíritu Santo es Dios en el
Antiguo Testamento, como también es Dios en el Nuevo Testamento. Su completo
desarrollo no tuvo lugar durante la época del Nuevo Testamento, como lo sugiere
la creencia y expresar de algunas personas. Es apremiante quitar de las mentes
de tales personas ese modo erróneo de pensar para dar el debido respeto al
Espíritu Santo. Este libro tiene el propósito de reconocer al Espíritu Santo y
Su obra además de la distribución de Sus dadivas santas, es decir, los “dones
espirituales”, sobre las personas a quienes el Padre llamó para ejecutar y
desarrollar la revelación de Su voluntad para las generaciones venideras en la
dispensación del Antiguo Testamento. Zacarías fue un testigo que nos da un
vistazo a las obras del Espíritu Santo manifestadas en las edades, antes del
periodo del Nuevo Testamento: “Y pusieron
su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los
ejércitos enviaba por su espíritu, por mano de los profetas primeros…” (Zac. 7:12). Considere junto a esta
Palabra de Jehová las otras manifestaciones que tenían lugar hasta que “se cumplieran” “los días del pentecostés” del Nuevo
Testamento (cf. Hch.2:1).
Ponemos por ejemplo, como introducción a esta obra, las varias cosas que
fueron edificadas: tales como el “arca” en los días de Noé (Génesis 6:13-16);
el “tabernáculo en el desierto” y todo su mobiliario (Éxodo 28:8, 9, 40;
31:1-6), y el “Templo” (1 Crónicas 28:11, 12,19); todos estos fueron
construidos bajo la dirección divina del Espíritu de Dios. Dios dio Su
aprobación al objeto edificado y a las personas que hacían el trabajo, con la
condición de que fueran construidos bajo la dirección de Dios, según Su diseño
y por medio de la suficiencia del Espíritu Santo. A las personas que
participaban en la preparación de estos artículos, les fue dado la sabiduría,
conocimiento y capacidad para llevar a cabo cada tarea. Todo esto fue hecho
posible debido a la inspiración que fue el resultado de las manifestaciones de
las dadivas santas del Espíritu Santo sobre el pueblo.
En Éxodo 31:1-6, considere lo siguiente: “Y hablo Jehová a Moisés, diciendo: Mira, yo he
llamado por su nombre a Bezaleel, hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá;
Y lo he henchido de espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, y en
ciencia, y en todo artificio, para inventar diseños, para trabajar en oro, y en
plata, y en metal, y en artificio de piedra engastarlas,
y en artificio de madera; para obrar en toda suerte de labor. Y he aquí que yo
he puesto con él a la Aholiad, hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan: y he
puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo
que te he mandado”. (Véase
también Éxodo 28:3, 35; 1 Reyes 7:14).
Nos conviene tomar en consideración las palabras de Jesús escritas en
Juan 14:16, 17: “Y yo rogaré al Padre, y
os dará otro consolador, para que esté con vosotros por siempre: Al Espíritu de
verdad al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni le conoce: mas
vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros.” La frase, “porque está con vosotros” nos da a entender que el Espíritu
Santo ha estado presente con el pueblo de Dios en cada generación. Solamente
que desde el día del Pentecostés y en adelante (Hechos 2:1-4) Él comenzó a
morar dentro del pueblo de Dios. ¿Cómo podría el hombre saber qué hacer y cómo
hacer aquellas cosas si no fuera porque el Espíritu de Dios le inspiraba? Lo
mismo sucedió cuando hubo hombres que hablaron departe de Dios al pueblo bajo
la inspiración del Espíritu Santo (2 Pedro 1:20, 21). Entendemos esto mediante
tales frases como, “El Espíritu de Jehová
fue sobre…”(Num.24:2) y “Fue
palabra de Jehová a…” (1
Reyes 12:22; 1 Cr. 17:3).
La torre de Babel (Génesis 11) al igual que el becerro de oro que Aarón
hizo (Éxodo 32) nos hablan de los malos espíritus de error que atraían al
pueblo de Dios para que se apartaran de la adoración pura de Dios y tomaran
parte de las obras de la carne. Estos malos espíritus manipularon las mentes
del pueblo hasta hacerlos rebelarse y pecar abiertamente contra Dios. Debía de
haber una manera con la cual se pudiera discernir los diferentes espíritus, ¡y
sí, esta manera existía! El Espíritu Santo, junto con Sus dadivas santas,
estaba dispuesto a revelar al pueblo del Antiguo Pacto la voluntad y
beneplácito del Padre, para que obedecieran la luz que siempre alumbraba y
llegaran hasta la completa luz del consejo de Dios.
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