lunes, 22 de junio de 2015

ALTURAS SUPERIORES Y PROFUNDIDADES MAYORES

LA INSPIRACIÓN:

Jesús, al hablar de aquel que está determinado a venir a Él, también dijo que él “oye mis palabras”. Es a la palabra del Señor que uno tienen que mirar para la INSPIRACIÓN. Pablo reconoció que, “Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia” (2 Ti. 3:16). También dijo, “No que seamos suficientes de nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia es de Dios; El cual asimismo nos hizo ministros suficientes de un nuevo pacto: no de la letra, mas del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Co. 3:5, 6). Aquí Pablo estaba haciendo hincapié al impacto del nuevo y mejor camino—el nuevo pacto, si les parece bien. Este nuevo pacto no excluiría la Palabra ni el Espíritu. Tenemos la tendencia de creer que Pablo se dirigía al espíritu de la persona compartiendo la palabra. ¡No es así! Fueron hechos “ministros suficientes de un nuevo pacto”. Pudieron entender que su suficiencia estaba en Dios. Por lo tanto, Dios, obrando en ellos a través del Espíritu, dejaría a los hombres inexcusable delante de Dios. Jesús declaró: “El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Marcos escribe, “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían. Amén” (Marcos 16:20). Es verdad que uno no puede tener “señorío sobre las heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey” (1 P. 5:3), pero cuando se trata de la Palabra Pablo declara: “Y muchos de los hermanos en el Señor, tomando ánimo con mis prisiones, se atreven mucho más á hablar la palabra sin temor. Y algunos, á la verdad, predican á Cristo por envidia y porfía; mas algunos también por buena voluntad. Los unos anuncian á Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción á mis prisiones; Pero los otros por amor, sabiendo que soy puesto por la defensa del evangelio. ¿Qué pues? Que no obstante, en todas maneras, ó por pretexto ó por verdad, es anunciado Cristo; y en esto me huelgo, y aun me holgaré. Porque sé que esto se me tornará á salud, por vuestra oración, y por la suministración del Espíritu de Jesucristo” (Fil. 1:14-19). ¡Oh, cómo confiaba en lo que el Espíritu podía hacer con la Palabra! ¿Acaso no sería mejor ser como Pablo? Es decir, preocuparnos menos del espíritu del hombre y confiar más en el Espíritu de Dios y lo que Él puede hacer cuando se predica la Palabra de Dios.
Por favor no me malentiendan. No estoy abogando que alguien tenga un mal espíritu. ¡Dios nos libre! Pero lo que sí estoy abogando es tener confianza en el Espíritu para confirmar la Palabra en los corazones de los oyentes. Uno jamás podrá tener confianza para predicar la Palabra si se siente intimidado por otros que juzgan su espíritu. Tampoco la Palabra de Dios puede hacer su obra si no se predica. Pablo declaró: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues invocarán á aquel en el cual no han creído? ¿y cómo creerán á aquel de quien no han oído? ¿y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Ro. 10:13, 14). Santos, demasiados están perdidos para que nosotros seamos engañados o intimidados a guardar silencio o a evitar predicar y enseñar las cosas que inspirarán a las almas al arrepentimiento y acercarán a la Iglesia al objetivo esperado de la perfección. ¿Sobre qué fundamento está usted edificando? Si no es la Palabra de Dios solamente es arena que se hunde. “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He. 4:12). A todos nos hago el reto. Lean nuestra historia. Lo mismo transformará el pensamiento que está entre nosotros del cuidado que debemos tener acerca de lo que predicamos. Me asombro de los temas abordados por la generación pasada de predicadores y maestros de la Iglesia. La dificultad del tema fue eclipsada por una presencia divina que traía convicción. Muchas almas corrían al altar clamando. No llegaremos a la perfección mediante la delicadeza. ¡Tenemos que estar inspirados y que esa inspiración venga del oír de la Palabra de Dios!
LA OBEDIENCIA:
Jesús dijo que el hombre que estaba sobre el fundamento de roca sólida es aquel que “me oye estas palabras, y las hace”. Santiago dijo: “Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos á vosotros mismos. Porque si alguno oye la palabra, y no la pone por obra, este tal es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se consideró á sí mismo, y se fué, y luego se olvidó qué tal era” (Stg. 1:22-24). El pacto que tomamos cuando nos añadimos a la Iglesia dice, “¿Promete usted sinceramente en la presencia de Dios y estos testigos que acepta esta Biblia como la Palabra de Dios, creer y practicar sus enseñanzas…”. El creer y practicar trae crecimiento a la vida de la persona. Cuando no hay transformación lo mismo es evidencia que no está practicando y puede ser una indicación que uno ha cambiado de pensamiento respecto a lo que cree. No se puede justificar que pasen los años y no se observe ningún cambio en la vida de uno. Usar la excusa de “Todavía no soy perfecto y Él todavía está obrando en mi vida” contradice todo pensamiento racional.
Pablo habla de una condición deplorable que existía en la Iglesia de Corinto. “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como á espirituales, sino como á carnales, como á niños en Cristo. Os dí á beber leche, y no vianda: porque aun no podíais, ni aun podéis ahora; Porque todavía sois carnales: pues habiendo entre vosotros celos, y contiendas, y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Co. 3:1-3). Cada miembro de la Iglesia es responsable por practicar todo lo que la Iglesia enseña. ¡No es legalismo! El decir eso sería decir que la Iglesia no tiene privilegios judiciales. Esto es contrario a los principios de nuestros padres fundadores. El no cumplir año tras año eventualmente conducirá hacia un espíritu carnal que posee a la persona, por tanto, entra la controversia contra lo que la Iglesia abraza.
No se puede lograr la perfección sin la obediencia. Por lo tanto, lo que la Iglesia ha descubierto judicialmente ella tiene la responsabilidad de publicar, predicar, enseñar y defender con la expectativa de que sus miembros lo cumplan. No, uno no puede ser obligado contra su voluntad. La Iglesia no trabaja de esa manera. Pero cuando la persona no hace lo que ha sido obrado por la voluntad de Dios y el Espíritu Santo y adoptado por la Asamblea después de estar de acuerdo y tomar su pacto, espiritualmente la persona empieza a declinar y a menos que abandone esa condición lo mismo eventualmente demandará disciplina o posiblemente destitución de la Iglesia. Nadie quiere ver que eso suceda.
La obediencia es el abandono voluntario de una persona a la autoridad de otra. En este caso sería a la Iglesia. Jesús, en el Monte de los Olivos en el Jardín del Getsemaní, llegó al lugar en Su trayectoria terrenal que Su obediencia sería probada. Cuando ganó la batalla Él pudo decir: “Empero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22:42). Hasta ese momento Jesús pudo decir: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que á él agrada, hago siempre” (Jn. 8:29). Esta vez sería diferente. No solamente moriría pero también Su Padre lo desampararía (cf. Mt. 27:46). Pablo al hacer referencia a la experiencia de Jesús en el jardín declaró, “El cual en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fué oído por su reverencial miedo. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; Y consumado, vino á ser causa de eterna salud á todos los que le obedecen” (He. 5:7-9). La profundidad de estos versículos aún no se ha descubierto. No conozco todo su significado cuando Pablo dijera que Cristo aprendió la obediencia por las cosas que sufrió. Lo que sí conozco de ello es tan maravilloso que mi carne no lo puede recibir en este momento.
No obstante, usted y yo jamás tendremos que experimentar tales sufrimientos por Cristo porque Él “no te desamparará, ni te dejará” (He. 13:5). Sin embargo, esta promesa depende de nuestra obediencia a Él. Jesús dijo: “Y llegando Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO. Amén” (Mt. 28:18-20).
Fíjese que Pablo dijo que “por lo que padeció aprendió la OBEDIENCIA” y “vino á ser causa de eterna salud á todos los que le obedecen”.
NO SE PUEDE ESPERA OBEDIENCIA CUANDO NO SE PRACTICA LA OBEDIENCIA por el liderazgo. A los que Pablo les predicaría él diría, “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1). Pablo podía esperar obediencia porque Él fue obediente. ¿Por qué el IEB no va a querer hacer hincapié a este aspecto del tema de este año? Nadie puede ni jamás podrá llevar una vida productiva para Cristo hasta que aprenda a obedecer. Yo fui entrenado por líderes que enfatizaban que uno no puede ser un buen líder en la Iglesia hasta que primero aprenda a ser un buen seguidor. Oh SEÑOR, que nuestra voluntad sea crucificada en santificación para que ésta no impida nuestra obediencia.
Pablo, después de escribir las palabras concernientes a las calificaciones para el oficio de obispos y diáconos escribe lo siguiente, “Esto te escribo con esperanza que iré presto á ti: Y si no fuere tan presto, para que sepas cómo te conviene conversar en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y apoyo de la verdad” (1 Ti. 3:14, 15). Parece que Pablo coloca a los pies del rango ministerial más alto en La Iglesia de Dios este asunto concerniente a la conducta en la casa de Dios. Yo no considero lo mismo un insulto sino más bien un reto. Uno de los daños mayores que se la ha hecho al Cuerpo de Cristo históricamente descansa sobre el liderazgo. La gente se confunde cuando el liderazgo se porta mal. Cuando el liderazgo se porta mal los miembros de la Iglesia quedan polarizados. Ellos tienden a moverse hacia la persona en que más tienen confianza. ¿Será este el camino? ¡No! ¿Por qué no enseñarle esto a la gente que viene a nuestra Escuela Bíblica? ¿Acaso no sería bueno si pudiésemos romper los viejos hábitos y enseñar principios divinos?
¿Cómo reaccionó Pablo a este potencial? “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo cierto soy de Pablo; pues yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Está dividido Cristo? ¿Fué crucificado Pablo por vosotros? ¿ó habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Co. 1:12, 13). Él no estaba de acuerdo con esas cosas. Él esperaba que lo siguieran solamente a medida que él siguiera a Cristo.
Es importante que este brazo de la Iglesia (IEB) que está investido con la responsabilidad de enseñar y capacitar líderes no fracase en hacer hincapié a LA OBEDIENCIA. A veces nos concentramos tanto en la desobediencia y cómo conquistarla que fracasamos reconocer el poder de la obediencia. A los Corintios Pablo declaró, “(Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas;) Destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento á la obediencia, de Cristo; Y estando prestos para castigar toda desobediencia, CUANDO VUESTRA OBEDIENCIA FUERE CUMPLIDA” (2 Co. 10:4-6). Tan gloriosas, poderosas y verdaderas que son estas palabras, de la misma manera están desprovistas de su valor sin esta última afirmación. Es hipócrita esperar la obediencia de otros cuando nosotros mismos no somos obedientes. Dios es un Dios justo. Él no castigará a uno por desobediencia sin castigar a todos.
Consideremos la ocasión de la mujer tomada en el acto de adulterio (Juan 8). El problema que trataba Jesús era más que el pecado de esta mujer. Los que la rodeaban que pedían que fuese apedreada usaron la ley para justificar su petición. Lo que ellos deseaban y lo que ella hizo componían todo el problema que Jesús ahora enfrentaba. Él no les negó su petición. Más bien, Él accedió a sus deseos haciéndolos responsables a la misma ley por la cual la juzgaban. Cuando no pudieron decir con sinceridad que ellos obedecían la ley, ellos se fueron de la escena. ¡La mitad del problema se resolvió!
Las acciones y reacciones contra esta mujer son las únicas cosas grabadas en la biblia acerca de esta ocasión. A menudo me he preguntado cuál fue la reacción de esta mujer. A parte de su respuesta a la pregunta de Jesús respecto a sus acusadores no quedó otra cosa grabada. Sin duda estaba atemorizada conociendo el castigo de su pecado. Que ella supiera, la muerte era eminente. Sin esperanza, sin ayuda, etc., quizás describa a esta mujer. ¿Qué sintió a medida que sus acusadores se alejaban—quizás un rayo de esperanza? ¿Quizás ansiedad no sabiendo lo que Jesús haría? ¿Este rayo de esperanza pudo haber producido una respuesta de parte de la mujer? ¿Quizás le rogó a Jesús que sólo estaba entre ella y su vida? Lo que ella hizo o dijo en ese momento no lo sé, ¡pero sé lo que hizo y dijo Jesús! ¿Ustedes saben Iglesia? ¡Oh, sí lo saben! “Y ella dijo: Señor, ninguno. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno: vete, y no peques más” (Juan 8:11). ¡Problema resuelto!
La justicia prevaleció ese día debido a Aquel que fue obediente en todas cosas. Si habrá justicia en la Iglesia tiene que haber líderes quienes son del mismo espíritu y carácter de Jesús. Si usted cree que yo he utilizado el ejemplo y los comentarios antedichos para presentar a un Jesús unidimensional, usted está lamentablemente equivocado. Tan gentil, amoroso y compasivo que fue Jesús con esta mujer y su problema, de igual manera fue firme, agresivo, decidido e implacable cuando Él reprendió a Pedro y dijera: “Entonces él, volviéndose, dijo á Pedro: Quítate de delante de mí, Satanás; me eres escándalo; porque no entiendes lo que es de Dios sino lo que es de los hombres” (Mateo 16:23). Los judíos que se atrevían a retarlo, Él los reprendió diciendo: “Vosotros de vuestro padre el diablo sois…” (Juan 8:44), y sabía cómo manejar la insensatez de los escribas, fariseos e hipócritas. Si usted lee los Evangelios parece que cuando Jesús estaba entre la multitud, Él a menudo pronunciaba un AY contra ellos.
Lo que me motivó a presentar este tema no fue la defensa de los que tienen compasión ni la reprensión de los que toman medidas disciplinarias. Si usted ha creído eso, usted no ha comprendido el propósito de este tema como un todo. Lo que me ha motivado es que deseo ayudarnos a ver que para suministrar un liderazgo adecuado para la Iglesia este departamento tiene que desafiar a sus alumnos con la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y esa verdad es que la OBEDIENCIA le gana a uno el derecho de poder abordar eficazmente cualquier y todo problema, ya sea que la necesidad sea mayor compasión o suficiente firmeza. La Iglesia no se podrá perfeccionar sin esta clase de liderazgo. Tenemos unos líderes de esta clase en la Iglesia pero, mis amigos, no los suficientes. La gente se siente bien con pastores que están equilibrados de esta manera. Los pastores desobedientes no lograr esta clase de equilibrio. Por lo tanto, es vital enseñar OBEDIENCIA cuando capacitemos líderes. No es de extrañar que Samuel preguntase, “…¿Tiene Jehová tanto contentamiento con los holocaustos y víctimas, como en obedecer á las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención que el sebo de los carneros: Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos é idolatría el infringir. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (1 S. 15:22, 23).
CONCLUSIÓN:
¿Acaso no cree que haya llegado el momento para que todos se comprometan a ALTURAS SUPERIORES y PROFUNDIDADES MAYORES y que dejemos que la DESESPERACIÓN nos conduzca a Cristo con tal DETERMINACIÓN que Sus Palabas enciendan en nosotros INSPIRACIÓN para ser OBEDIENTES? Importa poco cuanto suspiremos por y deseemos la gloria que encontramos en el libro de los Hechos. De poco nos sirve orar por los buenos viejos tiempos de A. J. Tomlinson e incluso los de la generación de M. A. Tomlinson. Leer de la Asamblea Solemne y las reuniones de los Preocupados; y recordar y esperar que el Espíritu de esos días regrese no le ayudará a la Iglesia de Dios del presente. ¡NOSOTROS TENEMOS QUE levantarnos, ser serios, estar conectados, estar desesperados, estar inspirados, estar determinados y estar en completa obediencia a Cristo para poder LOGRARLO! ¿LO LOGRAREMOS? ¡Alguien lo va a lograr! Unos días atrás el Supervisor General me dijo: “Veo que la Iglesia va camino a una espiritualidad mayor. Las personas están más comprometidas con la santidad y están orando por la voluntad de hacer lo que se tenga que hacer para ser perfectos”. Mi corazón salto en mi interior porque también veo que la Iglesia avanza en buena dirección. No todos están abordo, pero lo suficiente para afectar su camino. La Iglesia será perfecta lo cual significa que Ella será santa. Pablo escribió, “Para presentársela [Cristo] gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante; sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:27). Para que esto sea posible cada miembro tiene que llegar a esa norma. Es por esa razón que el Espíritu Santo ha establecido las 29 Enseñanzas Prominentes y los Consejos a los Miembros. En una búsqueda rápida de las Escrituras encontré que 29 veces en la biblia la frase “ser santos” es mencionada. Creo que es muy interesante considerando que tenemos 29 Enseñanzas Prominentes. ¿Cree que es posible SER SANTO si uno vive según las 29 Enseñanzas Prominentes de la Iglesia? ¡Yo sí! Un momento. ¿Qué de los Consejos a los Miembros? Para ser sincero con ustedes no creo que alguien pueda vivir según las 29 Enseñanzas Prominentes si uno no cumple con los Consejos a los Miembros. ¡Es imposible!
Tomemos un paso más allá. Mientras que las 29 Enseñanzas Prominentes de la Iglesia y los Consejos a los Miembros juegan un papel importante en cuanto a conducir a cada miembro de la Iglesia hacia la plenitud de la norma de Cristo, yo creo que existen dos grandes mandamientos que tiene que obedecerse y si no uno no puede afirmar que es obediente a las 29 Enseñanzas Prominentes de la Iglesia ni a los Consejos a los Miembros. Déjenme explicar. En respuesta a la pregunta, “Maestro, ¿cuál es el mandamiento grande en la ley? Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente. Este es el primero y el grande mandamiento. Y el segundo es semejante á éste: Amarás á tu prójimo como á ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:36-40). Asimismo creo que la persona no puede vivir según las 29 Enseñanzas Prominentes de la Iglesia sin cumplir con los Consejos a los Miembros, yo creo que también la persona que no viva según estos dos mandamientos no puede vivir según las 29 Enseñanzas Prominentes de la Iglesia ni los Consejos a los Miembros. Existe suficiente equilibrio en las 29 Enseñanzas Prominentes y los Consejos a los Miembros de modo que estos se encajan perfectamente dentro de los parámetros de estos dos grandes mandamientos. No estoy tratando de hacer asunto de estas cosas; solamente estoy tratando de simplificar este mensaje complejo.
Pablo dijo que la caridad nunca falta. Juntémonos en el altar y oremos hasta que Dios arregle todo lo que tenga que arreglarse en nosotros lo cual nos impide de amar al Señor con todo nuestro corazón, y con toda nuestra alma, y con toda nuestra mente y a nuestros prójimos como a sí mismos, para poder levantarnos de aquí en una unida de modo que se pueda decir como Job dijo, “El uno se junta con el otro, Que viento no entra entre ellos”. ¡SATANÁS NO PUEDE VENCER A TAL EJÉRCITO!
Obispo Ray D. Dupre, Asistente Editor, Smyrna, TN

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