jueves, 24 de marzo de 2016

AGRADECIDOS POR LA CRUZ por el Obispo Stephen Smith


El titulo de este mensaje viene de un pasaje conocido en el Salmo 127:1 que dice: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guarda”. El mensaje se puede aplicar apropiadamente tanto a las propias familias como a La Iglesia de Dios corporalmente como la ciudad divina de Dios. El mensaje es bastante claro—a menos que tengamos el favor de Dios en lo que estamos haciendo nuestros esfuerzos humanos, aunque bien intencionados, son en vano. Jesús nos dice lo mismo en Su mensaje de dar frutos, “porque sin mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Sí, es posible ocuparnos haciendo esto y haciendo lo otro, pero sin el favor de Dios pronto descubriremos que todo lo que hemos hecho es en vano—porque se hizo “sin” Él. Entonces, ¿cómo podemos saber si estamos trabajando con Dios o sin Dios? ¿Cómo sabemos si tenemos Su favor en la edificación de nuestra casa o en la protección de nuestra ciudad? Se puede encontrar una respuesta en las palabra de Jesús: “Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho” (Juan 15:7). Si hacemos estas dos cosas, (1) conservar nuestra experiencia espiritual de estar en Él, y (2) recibir Sus enseñanzas en nuestro corazón y vivir fielmente por ellas, ¡nosotros tendremos Su favor!

Cuando nos enfrentamos con problemas ofrecemos oraciones a Dios pidiendo Su auxilio y esperamos que Él oiga nuestra plegaria y venga velozmente a nuestra ayuda. Pero esto no es necesariamente cierto. Si nuestra relación con Dios no es mantenida, o si no obedecemos Su palabra, no podemos esperar respuestas favorables a nuestras oraciones. Entonces es probable que cada vez más ejerzamos esfuerzos humanos en nuestra labor, quizás hasta el punto de agotarnos a sí mismos, sin embargo entenderemos que todavía no hemos logrado nada. La respuesta no siempre se encuentra en mayores esfuerzos en pro de nuestros objetivos, sino a menudo se encuentra en examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos obedeciendo a Dios en todo, y después corregir lo necesario para restaurar el favor de Dios.

Encontramos un buen ejemplo de esto en el libro de Hageo. Este profeta del Antiguo Testamento fue inspirado por Dios para conmover los corazones de Israel para que terminaran de edificar el templo después de regresar de su cautiverio. La gente era de poca actividad en su trabajo y empezaban a convertirse en egoístas. Estaban preocupados con la edificación de sus propias casas y a la vez dejaban la casa de Dios sin terminar (Hag. 1:4). Quizás pensaron que si primero podían edificar las casas de sus familias y garantizar las finanzas para sí mismos, entonces podían regresar para terminar la casa de Dios. Posiblemente ante el razonamiento humano esto pudo haber parecido apropiado, pero los caminos de Dios no son nuestros caminos, ni tampoco Su pensamientos son nuestros pensamientos. Él nos manda a “…buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). Hageo le dijo al pueblo que consideraran sus caminos; “Sembráis mucho, y encerráis poco; coméis, y no os hartáis; bebéis, y no os saciáis; os vestís, y no os calentáis; y el que anda á jornal recibe su jornal en trapo horadado” (Hag. 1:6). Ellos trabajaron con la esperanza de ser bendecidos, pero en su lugar Dios trajo una sequía a la tierra. Ellos podían hacer y hacer y hacer, pero sin la bendición de Dios todo su “hacer” era en vano. “… ¿Por qué? Dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa” (V. 9).

Estimado miembro de la Iglesia del Señor, ¿está luchando financieramente? ¿Su iglesia local está pasando por tiempos difíciles? ¿A veces nos encontramos sembrando mucho, incluso en nuestras funciones Regionales y Generales de la Iglesia, sin embargo produciendo muy poco? ¿Parece que estamos poniendo nuestro dinero en un bolsillo agujerado? Si es así, quizás es tiempo de considerar nuestros caminos. Nuestro Señor es el dueño de los millares de animales en los collados. Sus recursos son ilimitados. Los cielos y la tierra y todo lo que en ellos está le pertenecen a Dios, y Él puede mandar una bendición o maldición según Él elija. Si le agradamos podemos pedirle lo que deseemos y será hecho. Pero si lo desagradamos podemos orar toda la noche y trabajar todo el día para tener éxito, pero nuestros esfuerzos serán en vano.

“Y cualquier cosa que pidiéremos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él” (1 Juan 3:22). Si nosotros, como el pueblo de Dios en los días de Hageo, vivimos vidas egoístas nos encontraremos a sí mismos poniendo nuestro dinero en trapo horado. Por otro lado, si primero promovemos el reino de Dios—si nos concentramos en hacer las cosas que son agradables delante de Sus ojos—Él demostrará Su poder para suministrar a todas nuestras necesidades. “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para corroborar á los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí adelante habrá guerra contra ti” (2 Cr. 16:9). ¡Qué gloriosa oportunidad Dios ha puesto ante nosotros! Si nos esforzamos con mayor diligencia en los asuntos espirituales, perfeccionando la condición de nuestro corazón ante Dios, lo encontraremos a Él demostrando Su habilidad para cuidar tanto de nuestras necesidades espirituales como también las necesidades materiales.

Esto me recuerda de una preocupación que tenía nuestro pasado Supervisor General, Robert J. Pruitt, durante su mensaje a los alumnos del Instituto de Entrenamiento Bíblico en el 1995. Él estaba preocupado que algunos de nuestros ministros estaban recibiendo lo que nosotros conocemos como “el límite” en cuanto a los diezmos de sus iglesias locales, sin embargo, continuaban empleados en un trabajo de tiempo completo. Él dijo que es tiempo que nosotros los ministros tomemos la decisión de trabajar tiempo completo por un pago de tiempo completo, o renunciar a nuestro trabajo pastoral. Esta no es una postura dura. De hecho, es una llena de amor por las almas. Si un ministro recibe el límite de la asignación, el mismo deberá suministrar a las necesidades de su familia. Este siendo el caso, él deberá concentrar su tiempo en la edificación de los miembros de la Iglesia, alcance comunitario, visitación, oración, estudio de la Palabra de Dios, y la predicación del evangelio. Es un error que un ministro reciba pago de tiempo completo y después entregue 40 horas para ganar un salario adicional en un trabajo secular. Muy a menudo el mismo llega a ser solamente un “Predicador dominical”, que no se ve ni está disponible durante toda la semana. El hombre que tiene un amor piadoso por las almas tendrá el deseo de entregar todo el tiempo posible a la obra del ministerio.

Estamos bendecidos de que tantos de nuestros ministros están haciendo grandes sacrificios para el Señor y Su Iglesia. Unos reciben poco o nada de dinero por sus labores, no obstante, siguen ofreciendo lo mejor al Señor. Unos declinan recibir dinero por su ministerio y otros regresan la mayoría o todo a la obra del Señor. Estos ministros conocen en verdad por quién está trabajando, y el Señor será fiel en recordar su labor de amor. ¡Grande será su galardón en el cielo!

Otra área que afecta nuestra habilidad para edificar la casa de Dios, y nuestros hogares personales, es el sistema financiero que se ha desarrollado en el hogar. El crédito que fácilmente se consigue en la sociedad moderna se ha convertido en una trampa para muchos de nuestros ministros y miembros. Tenemos la tentación de hundirnos más y más en la deuda a fin de conseguir una casa más bonita, un automóvil más nuevo, mejores muebles, etc., y antes de darnos cuenta nos encontramos en una esclavitud financiera de modo que no podemos vivir de los fondos que Dios ha puesto a nuestra disposición. Por consiguiente, conseguimos un empleo adicional para tratar de llegar a fin de mes, y tenemos menos tiempo para nuestras responsabilidades con Cristo y Su Iglesia. Debemos tener en mente las palabras del Apóstol Pablo, “Empero grande granjería es la piedad con contentamiento. Porque nada hemos traído á este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y con qué cubrirnos, seamos contentos con esto” (1 Ti. 6:6-8). Si verdaderamente creemos que el Señor viene pronto, como a menudo predicamos, entonces demos menos tiempo a la búsqueda de los tesoros terrenales y más a los tesoros celestiales.

Cada miembro de la Iglesia de Dios deberá esforzarse por tener en primer lugar las cosas de Dios. Una gran parte del sufrimiento que sufrimos en esta vida es simplemente el castigo del Señor debido a algún área de nuestras vidas donde nos hemos equivocado en el orden de las prioridades. “…Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor, Ni desmayes cuando eres de él reprendido. Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo” (He. 12:5, 6). Esto fue lo que Dios hizo con el pueblo al cual Hageo le habló. Él los castigó a fin de que consideraran sus caminos y se examinaran a sí mismos para que descubrieran la razón por la cual no eran bendecidos. Al darse cuenta de esto y después de hacer cambios el pueblo recibió las bendiciones de Dios en sus vidas, y pudieron terminar la construcción de Su templo.

Es fácil razonar, formular e improvisar cuando tratamos con Mammón, pero debemos recordar que Dios no funciona con un presupuesto limitado. Él no se ve limitado por el fluir de fondos, un salario por horas y los beneficios, inflación y recesiones. Cuando Dios envió a Elías a Sarepta durante un tiempo de hambre, Él le dijo a Elías que sería sustentado por una viuda que estaba viviendo allí. Cuando llegó Elías se dio cuenta que la dama estaba preparando su ultimo puñado de harina para su hijo y para ella. Después de esto ella y su hijo solamente esperaban morirse de hambre (1 Reyes 17:12). El razonamiento humano podría haber primero considerado que Elías se había equivocado al creer que Dios le suministraría a través de esta viuda. El razonamiento humano le hubiera aconsejado a ella retener lo poco que tenía y no ofrecerle ofrenda al varón de Dios. ¡Ciertamente Dios no esperaba que ella sustentara la obra de Dios al estar en una situación tan extrema!

Afortunadamente Elías entendía que el dilema del hombre es la oportunidad de Dios. En primer lugar él mandó a ella que le diera de comer a él primero, y después que ella comiera y su hijo—prometiéndole que Dios no dejaría que su tinaja de harina escaseara, ni se disminuyera la botija de aceite, hasta que se terminara el hambre (V. 14). A medida que obedeció la Palabra de Jehová ella descubrió que Dios bien podía suministrar sus necesidades. Si ella hubiese respondido al razonamiento humano y no obedecido a Dios, ella y su hijo hubieran muerto. Al elegir sustentar el ministerio (poniendo el reino de Dios en primer lugar), ella encontró el favor de Dios y sobrevivió a expensa de Su provisión milagrosa. ¡Qué glorioso Dios servimos! Él siempre está presto para demostrarse ante aquellos que le obedecen plenamente.

Otra vez, el Apóstol Pablo tiene una admonición para los que desean agradar a Dios: “Porque los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas, que hunden á los hombres en perdición y muerte. Porque el amor del dinero es la raíz de todos los males: el cual codiciando algunos, se descaminaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, á la cual asimismo eres llamado, habiendo hecho buena profesión delante de muchos testigos” (1 Ti. 6:9-12).

No podemos permitir que nuestro trabajo sea en vano a medida que buscamos edificar nuestras propias casas y edificar la casa de Dios. Si mantenemos nuestras prioridades en orden (las cosas espirituales en primer lugar), y obedecemos los mandamientos de Dios, ¡podemos esperar la hora de los milagros más grandes que hayamos visto a medida que el Señor demuestre Su poder para suministrar a cada necesidad!

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