martes, 14 de septiembre de 2010

Perfectamente Unidos

Perfectamente Unidos
Para los que creen que en la Biblia no hay ninguna cuestión relativa a los requisitos de Dios para la unidad, y para la mayoría de los creyentes de hoy limitan el requisito de Dios acerca de la unidad a la mera "unidad del espíritu" o la unidad de "la fe en común en el nombre de Cristo." En la Iglesia de Dios sabemos que la Escritura exige claramente que Dios sea glorificado a través de la completa unidad de su pueblo - incluyendo la unidad de doctrina, organización (gobierno), y propósito. El apóstol Pablo refiere a la necesidad de la unidad en su carta a la iglesia de Corinto:

" Os ruego pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer."(I Cor. 1:10).
¿Sera posible que el pueblo de Dios sean perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer, al punto que nos encontremos todos hablando la misma cosa, sin divisiones entre nosotros? Sin duda, debe ser posible, o Dios no lo hubiera ordenado en Su Santa Palabra.
Los hombres, incluso buenos hombres cristianos sinceros, han demostrado que no es posible producir este tipo de unidad a través de los esfuerzos humanos. El denominacionalismo, con sus miles de organizaciones separadas, cada una con su propia forma de gobierno y de la doctrina, es testimonio de las divisiones y la des unidad prevalece cuando la sabiduría de los hombres y el razonamiento se siguen. La unidad bíblica no se puede llegar a través de simples esfuerzos humanos. Se encuentra su fuente muy por encima de las ideas y pensamientos humanos. Para obtenerlo, los hombres deben dejar atrás sus propias opiniones y razones y seguir la guía del Espíritu Santo, el único que puede revelar la mente de Dios. Pablo nos advierte contra el seguir la sabiduría de los hombres corruptos, y nos exhorta a ser discípulos de la sabiduría que viene del Espíritu Santo:

"Antes, como está escrito: Cosas que ojo no vió, ni oreja oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que ha Dios preparado para aquellos que le aman. Empero Dios nos lo reveló á nosotros por el Espíritu: porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios…Lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual á lo espiritual. Mas el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura: y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente. "(I Cor. 2:9-10, 13-14).

En La Iglesia de Dios ponemos en práctica esa forma de gobierno llamada teocracia, o literalmente "gobierno de Dios." Venimos a nuestra Asamblea General en el espíritu de ayuno y oración, deseando ser levantados por encima de pensamiento carnales, hacia la mente de Dios. Cuando alcanzamos la mente de Dios, nos llevamos el regocijo de la Asamblea y de la unidad. Si no somos capaces de escuchar a Dios, entonces la carne se ha pronunciado, nos vamos tristes y divididos. Sin la unidad divina nos estancamos en la confusión y en el conflicto. Pero si buscamos a Dios hasta que hayamos recibido la revelación del Espíritu, que sondea las profundidades de Dios y nos enseña, vamos a obtener la verdadera unidad y tener el favor de Dios.

Sabemos que nuestro pacto de membresía nos hace carne de la carne de Cristo y hueso de sus huesos. Nos trae a la unión con su cuerpo. Pero la unión y la unidad no son idénticas. El convenio produce la unión, pero no puede, por sí mismo, llevarnos a la unidad. Muchos hombres y mujeres han sido puestos en unión matrimonial a través del pacto, pero fracasan en alcanzar la unidad verdadera. A veces, en una división matrimonial y los estragos reinan en vez de la unidad. La unión provocada por el pacto no garantiza la verdadera unidad. Esto puede ser ilustrado atando dos colas de gatos, y después colgando los gatos sobre un tendedero. Eso produce una unión, pero sin duda nunca producirá una unidad.

La Escritura claramente nos dice que el hombre natural no puede recibir las cosas de Dios. Que el Señor nos dé gracia (y que estemos dispuestos a aceptarlo) para recibir las cosas que son enseñadas por el Espíritu Santo. Para que esto suceda, necesitamos la experiencia descrita por el salmista cuando hablaba de la unción del aceite usado en el tabernáculo en el desierto.

“¡MIRAD cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos igualmente en uno! Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón, Y que baja hasta el borde de sus vestiduras;. . . "(Salmos 133:1-2).

La Biblia compara la unidad con la unción del aceite que se derramó sobre Aarón. En el Éxodo, capítulo treinta, Dios dio instrucciones a Moisés acerca de este aceite. Él dio los ingredientes exactos, entonces dio instrucciones para que se usara para ungir el tabernáculo, el arca del pacto y la mayoría de los vasos en el tabernáculo. También se usaría para ungir a Aarón ya sus hijos, para que pudieran ministrar a Dios en el sacerdocio. No se iba a utilizar en ninguna forma común, ni que nadie lo falsificara. Si alguien pretende hacer una imitación de este aceite o para usar el aceite fuera de los mandamientos de Dios, esa persona iba a ser cortada del pueblo de Dios.

Por supuesto, este aceite representa al Espíritu Santo. El aceite ungido en el Antiguo Testamento no era sólo "sobar" en la manera en que utilizamos a menudo el aceite en la oración por los enfermos. Fue hecho en grandes cantidades (no menos de doce galones), entonces se derramó sobre la cabeza de Aarón, que corría hasta la barba, y siguieron hasta que llegó al borde de su vestido. Del mismo modo, el aceite del Espíritu Santo fue primero sobre la cabeza de la Iglesia, Jesucristo (Cristo significa "El Ungido"). De El fluye y satura a todos los miembros del cuerpo de Cristo. Como el aceite que saturo a Aarón de su “cabeza a los pies” así es que el cuerpo de Cristo ha de ser completamente saturado con el Espíritu Santo.

Aceite celestial, como el de Aarón, es una combinación especial de ingredientes, cada uno de ellos contribuye a su ministerio especial para nosotros cuando el Espíritu se derrama sobre nosotros. Los nueve dones del Espíritu y nueve frutos del Espíritu se combinan para traer la plenitud de Dios en la iglesia del Señor. En cuanto a Jesús, la cabeza del cuerpo, la Escritura dice " Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla: porque no da Dios el Espíritu por medida. " (Juan 3:34) y "Porque en él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente:” (Colosenses 2:9). Por eso Jesús nunca fracasó en su ministerio. Podía sanar los enfermos, resucitar los muertos, calmar el viento y las olas, y declarar la doctrina perfecta de su Padre celestial, porque la plenitud del Espíritu Santo obró en él.

La Biblia también habla de " Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y diólo por cabeza sobre todas las cosas á la iglesia, La cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos." (Ef. 1:22, 23). La plenitud de Dios estaba en Cristo, por lo que el Espíritu fue dado a Él, sin limitaciones. Pero la Iglesia que debe ser la plenitud de Cristo, también debe esperar ver la operación del Espíritu sin medida. En este momento vemos la Iglesia limitada en las operaciones del Espíritu. Oramos por los enfermos y sólo algunos son sanados. Buscamos los dones del Espíritu y sólo vemos la manifestación limitada de ellos en su funcionamiento. Incluso el fruto del Espíritu a veces nos hace falta o es visto en forma limitada entre nosotros.

¿Cómo es que Jesús tenía la plenitud del Espíritu, y nosotros nos encontramos débiles en el Espíritu? La respuesta tal vez puede encontrarse en la declaración de Cristo "... no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que á él agrada hago siempre…" (Juan 8:29). Si podemos llevarnos al lugar donde ya no nos complacemos a nosotros mismos ni a los demás, pero sólo agradamos al Padre, entonces recibiremos el Espíritu en su plenitud. Dios se limita en la cantidad del Espíritu que puede poner sobre la Iglesia a causa de nuestra obediencia limitada. ¡Qué maravilloso cuando lleguemos al lugar de siempre (no sólo a veces) de aquellas cosas que agradan a Dios! Entonces el no "daría ligeramente" un poco de su Espíritu Santo sobre nosotros, sino que saturaría ungiendo dodo el cuerpo de Cristo! ¡Qué poder y unidad prevalecerá entonces!

Cuando Dios es libre de derramar el Espíritu sin medida, el traerá la perfecta unidad de doctrina. El Espíritu Santo es el Espíritu de Verdad y se nos ha dado para guiar a toda verdad. Como se le da libertad para moverse en nuestros corazones y mentes la doctrina de Dios será establecida entre nosotros, y vigilantes de Sión verán cara a cara. Cuando el Espíritu de Dios se da sin medida entonces conoceremos el amor perfecto, la perfecta unidad, y la perfecta fe. También veremos funcionar perfectamente el gobierno teocrático, porque la carnalidad será removida y el libre albedrío sometido a la voluntad de Dios.

Se nos haría bien en recordar que hay muchos espíritus que han salido por el mundo, que afirma ser el Espíritu de Cristo. Todos son engañadores, excepto uno! Dios cortara los que hacen un pretexto de la religión e imitan al Espíritu Santo en la operación falsificadora de sus dones. Cómo se debería orar cuando, en el funcionamiento de nuestra Asamblea General, individuos buscan promover su propia agenda haciendo su propio trabajo y diciendo que fue del Espíritu Santo. No es cualquier cosa, cuando los hombres mascaran los espíritus que pretenden ser el aceite celestial. Para ello está llegando muy cerca de la blasfemia contra el Espíritu Santo de Dios, un pecado del cual no hay salvación! ¡Oh, que buscamos el verdadero Espíritu de Dios, con todos los ingredientes bíblicos, y tener el Aceite derramado sobre La Iglesia de Dios. Cualquier otra cosa se convertirá en maldición en vez de bendición.

Es en el Espíritu de la verdadera unidad encontraremos las bendiciones de Dios en su plenitud. A medida que avanzamos hacia la venida del Señor, acerquémonos más al Señor hasta que todas las obras de la carne y doctrinas de demonios se quiten de entre nosotros, y Dios sea libre para derramar su Espíritu sin medida a La Iglesia de Dios. Al hacerlo, descubriremos las alegrías de ser perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.

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