martes, 11 de enero de 2011

"Quitando La Cubierta"

"Quitando La Cubierta"

LA IGLESIA QUE HONRAMOS

Por A J. Tomlinson - Supervisor General 1903•1943

¡El conflicto ha llegado! Las enormes fuerzas del Bien y del Mal están en un vivo combate. Nosotros sabemos qué lado ganará, pero por ahora tal parece que el Mal demanda para sí cada pulgada de la tierra y la única manera en que el Bien puede prevalecer es por medio de una lucha viva y continua contra el Mal. El Bien no sólo estará a la defensiva sino que emprenderá una poderosa ofensiva en la batalla.

Poco se ha dicho o se ha escrito sobre la Iglesia de Dios en estos días, excepto por unos pocos seguidores humildes del modesto Nazareno. Mas estos pocos vienen a ser miles cuando son puestos juntos. Sin embargo, al considerar la escasez del número, cuando lo comparamos con los millones de habitantes de la tierra, no puedo pensar en el cómo se podrá decir mucho sobre el particular.

Para muchos es una maravilla escuchar a hombres y mujeres honrando esta gran institución. En nuestros cultos es muy común oír a los redimidos alabar y expresar gratitud a Dios por Su gran Iglesia al igual que por la salvac1on de sus almas. Es cierto que hay quienes se oponen a esto, pero realmente se debe a que no saben lo que es la Iglesia. Si la conocieran tal como es, ellos la amarían como nosotros la amamos.

La Iglesia de Dios es el propio edificio de Cristo. Es un error suponer que un hombre sea su fundador.

Jesús claramente les dijo a Sus discípulos que El edificaría Su Iglesia, y yo creo lo que los discípulos dijeron acerca de esto; nadie tiene derecho de disputar su palabra. Yo creo a plenitud que Cristo hizo exactamente lo que dijo que iba a hacer.

Hay un poder y una belleza en la Iglesia de Dios que no se encuentran en otras iglesias. Cristo dijo de Su Iglesia: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". No hay la menor duda de que Cristo dijo esto, porque El sabía que habría una fuerte oposición contra ella. Pero como un incentivo para sus miembros, El dijo que se mantendría firme como un ancla, y no sería vencida.

Es cierto que la Iglesia ha sido atropellada, herida Y abandonada, pero jamás ha sido derrotada completamente. Hoy está fuerte, llena de poder y gloria. Ella todavía se mantiene firme, luchando contra el pecado con brazo fuerte. Mientras el enemigo ruge, la Iglesia continúa brillando, y se mira hermosa ante aquéllos que tienen ojos para contemplarla.

Algunos piensan que hablamos mucho de la Iglesia, pero ¿por qué no hablar mucho de algo tan bueno? Al honrarla estamos honrando a Su Fundador Divino, Jesucristo. Ella edificó, y cualquier cosa que El haya fundado es digna de admirar y alabar.

Hay mucha gente que se dedica a la crítica, pero cualquiera puede hacer tal cosa. No se necesita ser un hombre ingenioso para criticar y oponerse a todo aquello que no puede comprender y ver claramente. Alguien me contó respecto a un editor quien dijo una vez que habían suficientes personas que saben cómo dirigir un periódico. Ellos dicen que ciertas cosas no deberían publicarse y ciertas otras cosas que deberían tomar su lugar, pero lo extraño para él era que los que sabían cómo dirigir un periódico no tenían uno que dirigir. Tampoco eran solicitados para tal empresa. Así que, tal responsabilidad fue puesta sobre un hombre que no sabía.


De mi parte, yo creo que Cristo sabía lo que hacía cuando edificó Su Iglesia. Creo que El sabía qué nombre ponerle. No creo que haya otro nombre más apropiado; si lo hubiera, lo habría encontrado y usado al respecto. Cristo dijo: "Edificaré mi Iglesia". Tal expresión puede indicar que otros se ocupaban de edificar iglesias, o lo harían después; fue por esa razón que quería que se entendiese bien que El edificaría Su propia Iglesia, y que a nadie más se le permitiría hacerlo. Otros pueden edificar iglesias, pero no podrían edificar Su Iglesia. El haría esto, y así lo hizo.

Algunos creen que hemos tenido algo que ver con el establecimiento de la Iglesia de Dios, como lo está hoy, pero es un error. Nosotros sólo hemos ayudado a quitar la cubierta que fue puesta sobre ella cuando salió el edicto del primer credo, redactado en el año 325 D.C. Ella fue cubierta por los muchos credos, "como la nieve cubre la tierra". Ella fue cubierta por las leyes de los hombres, a semejanza de una ciudad cubierta con ceniza por la erupción de un volcán. Bajo estas cenizas está la ciudad exactamente como era. La ciudad de Pompeya permaneció cubierta por casi diecisiete siglos bajo el carbón, las cenizas y las piedras volcánicas que arrojó el poderoso Vesubio. Tan completamente sepultada estaba esta ciudad desafortunada bajo masa volcánica tan enorme, que su existencia se había olvidado. Fue en el año 1748 cuando un descubrimiento accidental atrajo la atención sobre sus ruinas, revelando el hecho de que debajo de las viñas y los morerales (árboles frutales) estaba el paraje de las ruinas de una ciudad enterrada, mucho más accesible y mucho más interesante que cualquier otra que se hubiera descubierto previamente. En el año 1775, dieron principio a unas excavaciones sistemáticas. El trabajo revelaba que debajo de una mezcla de material variado, como a dieciocho o veinte pies de profundidad, había una ciudad hermosa, con sus calles en el orden regular y una enorme muralla con sus torres y entradas a su alrededor. A medida que las excavaciones progresaban, se iban descubriendo edificios y escrituras que han dado una buena descripción de lo que era toda esa ciudad. En un tiempo, ésta fue una opulenta y hermosa ciudad sobre la tierra, y después fue sepultada, permaneciendo cubierta por diecisiete siglos; ahora está al descubierto para ser admirada y habitada otra vez.

Este caso es semejante al de la Iglesia de Dios. Ella en un tiempo fue hermosa y floreció, siendo de refugio y bendición a millares. Después fue cubierta y permaneció oculta hasta que su existencia y leyes fueron olvidadas. Pero ya se descubrió y al investigar se encontró que es la verdadera Iglesia que Cristo mismo fundó y edificó. Nosotros no la edificamos ni tampoco instituimos leyes para su gobierno. Ella ya estaba edificada, y nosotros solamente la descubrimos. Sólo tenemos que quitar los credos e incredulidades que la mantuvieron oculta por espacio de dieciséis siglos. Allí está con sus mismas leyes, el mismo Espíritu Santo, la misma vida santificada de sus miembros, la misma atmósfera sagrada, las mismas sanidades, los mismos milagros, los mismos oficiales, el mismo poder, la misma gloria; todo estaba bien preservado sin deteriorarse. Se ha conservado muy bien, y ya es tiempo de que se muestre al mundo otra vez. Así como Pompeya, la Iglesia ha ido emergiendo, y mientras más se excava, más hermosa y bella es su apariencia.

No hay una sorpresa especial acerca del hallazgo y descubrimiento de Pompeya. Nadie dijo que estaban haciendo una nueva ciudad. No, porque claramente se vio que estaban destapando una antigua ciudad.

Pero cuando se comenzó la tarea de destapar la Iglesia de Dios, entonces muchos comienzan a decir que están edificando "una iglesia nueva". Nosotros sabemos que no estamos edificando una nueva iglesia. Las puertas del infierno no han prevalecido contra la Iglesia de Dios, así como el Vesubio no pudo prevalecer contra la ciudad de Pompeya. Pompeya está nuevamente al descubierto. En sus calles, que estaban pavimentadas, se transita otra vez. Muchos de sus edificios todavía están en buenas condiciones. Sus antiguos habitantes han partido, pero la ciudad aún permanece. Pedro y Santiago, Juan y Pablo, han partido también, pero sus escritos e instrucciones se han conservado, y la misma forma de gobierno y todo lo que perteneció al edificio (Iglesia), están intactos, firmes, sólidos, como lo estaban siglos pasados, antes de ser cubierta.

Siendo que muchos libros han sido escritos acerca de Pompeya, entonces, ¿qué habría de malo en escribir muchos libros acerca de la gran Iglesia de Dios que es de mucho más importancia que millones de ciudades como Pompeya? De seguro que no hay nada de malo en ello, y esperamos escribir y hablar acerca de ella todo lo que queramos. Hacer tal cosa trae honra y gloria al nombre de Jesús. Dios honra los mensajes que son predicados acerca de ella al derramar Su Espíritu sobre los predicadores y sobre la audiencia.

¡La Iglesia, "Mi Iglesia", la Iglesia de Dios! Jesús y Pablo la nombraron, y ¿quién tiene derecho de oponerse a ello? Nosotros nada tuvimos que ver con su nombre ni con su edificación. Sólo aceptamos el nombre que ellos le dieron. Pablo dijo que recibió el conocimiento de ella por revelación, y que siguió en pos de Cristo; él nos la presenta como la Iglesia de Dios, y no esperamos cambiar su nombre por causa de caprichos o críticas. Nosotros la vamos a dejar como está-así como la hallamos, excepto que quitaremos la suciedad y los escombros que los hombres acumularon sobre ella, quienes tomaron las riendas del poder en sus manos, la pisotearon, desecharon, la llenaron de basura y la repudiaron a medida que iban.

El Vesubio jamás pudo arrojar más suciedad sobre la bella ciudad de Pompeya, que la que fue arrojada sobre la hermosa estructura del Cuerpo de Cristo. Esto continuó por muchos años, pero ya no podrá continuar adelante. Jesucristo ya no lo permitirá más; El cuidará de los Suyos. El edificio se ha conservado intacto, y las naciones están entrando por sus puertas. Ellos ven en esta preciosa obra de arte lo que exactamente anhelaban sus corazones. Recibí una carta hoy (la cual estoy contestando tarde en la noche) donde un señor me dice que vio en la Iglesia de Dios exactamente lo que él considera como lo recto y verdadero. Manifestó que la iglesia de la cual era miembro no tenía un buen sistema de diezmos, y apenas tenía un sistema de gobierno operando. El desea ingresar a la Iglesia de Dios. El ha notado el buen orden de nuestro sistema y forma de gobierno. Ha visto que Dios está manifestando Su gloria sobe ella como no lo ha hecho con otras organizaciones.

¡La Iglesia de Dios! ¡Aleluya! La gente algunas veces habla acerca de establecer "la verdadera Iglesia de Dios". Si ellos quieren, pueden tratar de hacerlo; no obstante, sus propósitos serán frustrados, como les ha sucedido a centenares de otros. Su Iglesia ya está establecida, y lo ha estado por espacio de diecinueve siglos; jamás la han podido destruir. ¡Aleluya! ¡No, nunca la han podido destruir, y jamás la podrán destruir! Fue cubierta como

Pompeya, pero jamás fue destruida. Las palabras de Jesús no pueden fallar, cuando dijera: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". (Mateo 16:18) Esto es suficiente para mí. Me siento sin temor y optimista.

Cuando Nehemías estaba reconstruyendo las murallas de Jerusalén, sus enemigos trataron de debilitar sus manos por todos los medios que les fue posible inventar. Ellos trataron de atemorizarle, de pelear contra él, de que hiciera alianza con ellos y que les permitiera tener parte en tal obra, trataron de que huyera hacia la ciudad de Ono, y al final, cuando todo esto fracasó, ellos consiguieron a un hombre para que fingiera ser amigo particular de Nehemías a fin de persuadirle para que huyera al templo con él, y ocultarse allí: "Porque vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte". Pero escuchemos la contestación de Nehemías: "¿Un hombre como yo ha de huir? ¿y quién, que como yo fuera, entraría al templo para salvar la vida? No entraré". En explicación de esto, Nehemías dijo: "Entendí que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí, porque Tobías y Sanballat le había alquilado por salario. Porque sobornado fué para hacerme temer así, y que pecase, y les sirviera de mal nombre con que fuera yo infamado". (Nehemías 6:10-13)

Me pregunto de si alguien ha alquilado a ciertos hombres que obren en mi contra. Considero que es el mismo espíritu que impulsó a Tobías y a Sanballat. A ellos no les agrada ver la Iglesia de Dios prosperar como lo está. Quieren debilitar nuestras manos e intimidarnos, tratando de ocasionar que temamos y dudemos, a fin de hacer que los demás hagan lo mismo; pero no, estaremos tan firmes como una peña. Esta no es nuestra obra, sino la de Dios, y no tenemos porqué temer.

La mujer que disimuló ser profetisa y los hombres que trataron de profetizar contra Nehemías no pudieron debilitarle. El fue un varón temeroso y Dios le sostuvo. El siempre sostendrá a Sus hijos. Ellos me han probado a mí de la misma manera, pero como Nehemías, he orado a mí Dios y El me ha fortalecido para seguir adelante. He orado de igual manera que Nehemías cuando dijo: "Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanballat, conforme a estas sus obras, y también de Noadías profetisa, y de los otros profetas que hacían por ponerme

miedo".

A pesar de todos los obstáculos, Nehemías terminó las murallas. De igual manera Dios hará que Su obra sea concluida. Así pues, con Su ayuda y con la sabiduría que El confiera, nosotros vamos a concluir la obra la cual nos ha comisionado efectuar. Estamos recibiendo mucha correspondencia alentadora de diferentes fuentes. Pero entre éstas, también nos llegan las que tratan de desanimarnos. Está bien; yo no me opongo, pero mi alma entera está puesta en la obra de la gran Iglesia de Dios y nada me desalienta ni me atemoriza. Solamente temo a Dios.

Yo me allego muy cerca de El y siento que me sostiene maravillosamente, confiriéndome determinación que yo sé que es sobrenatural.


Siempre me ha gustado consultar con aquéllos de quienes puedo depender, pero rehuso consultar con los Tobías y Sanballats. Dios puede hacerme saber la diferencia en las personas así como El lo hizo con Nehemías. Lo que Dios puede hacer por mí en estos términos, Ello puede hacer por ustedes los que leen este mensaje. Usted necesita protección en estos tiempos peligrosos. Es importante que esté a la expectativa a fin de evitar que los Tobías y Sanballats traten de "alquilarle" o procurar de alguna manera infiltrar la duda en usted a fin de que se retire o se comprometa con ellos. Es esencial que no lo haga. Debe poseer arresto o determinación a favor de la Iglesia de Dios. Sea fiel y afírmese en ella como la peña de Gibraltar. Consolídese en ella como Pablo y Pedro. No permitamos debilitarnos y caer por debajo de lo que Dios ha planeado para nosotros.

¿Acaso debemos dudar de Pablo, cuando él se mantuvo firme en pro de la Iglesia de Dios? ¡No! ¡Nunca! ¿Acaso deberíamos dudar de Jesús, cuando dijo: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella?" ¡No, mil veces no! Nosotros lo podemos decir porque Ello dijo, y decirlo sin temor. ¡Aleluya! Dios está dando sabiduría y conocimientos, así como los demás dones. Muchos buscan los dones, como si éstos no hubiesen sido dados ya. ¿Podrían señalar algún don de los que Pablo menciona que aún no se haya manifestado?

No dudes más de Dios; no sigas orando en esa forma. Considera la sabiduría de Dios que ha sido manifestada sobre Sus humildes seguidores; y conocimiento también, ya que muchas personas que apenas pueden leer, y que nunca han ido a una escuela un solo día, se han parado ante grandes congregaciones, y con rostros iluminados han hablado de la Palabra de Vida como si hubieran cursado tres años de universidad. Considere también la fe que ha sido exhibida tan maravillosamente por muchos creyentes, las sanidades instantáneas y muchos otros milagros que han sido el resultado de la manifestación de tal don. ¡Dones de sanidades! ¿Cuál es el uso de decir que el don de sanidad no está operando cuando millares de personas han sanado instantáneamente por la imposición de manos, o al decir la Palabra frente a sus propios ojos? ¡Milagros también! ¿Por qué dudar o esperar cosas maravillosas de un lugar desconocido, cuando se puede ver la manifestación de los dones ante nuestros ojos? ¡Cogiendo objetos al rojo vivo sin quemarse! ¡Ha habido sanidades en personas imposibilitadas de años, y de repente han saltado de sus camas y han sido sanadas al momento! ¡Los cojos han andado! ¡Los ciegos han recobrado su vista! ¡Los muertos han resucitado! ¡Las infecciones, los tumores y las paperas también desaparecen ante nuestros ojos! ¡Aleluya! ¡Esto es glorioso! Casi ni hay necesidad de mencionar los otros cuatro dones-profecía, discernimiento de espíritus, géneros de lenguas e interpretación de lenguas. Todos

éstos han sido desplegados ante nuestros ojos, manifestándose más o menos en todos nuestros cultos.

Amados, no duden, mas crean. No hay porqué dudar de esto, ya que Dios nos ha dado todos estos dones. El dará más si dudan menos y reconocen lo que ya se ha hecho, dándole gloria y alabanza por ello.

Estos dones pertenecen a la Iglesia de Dios. Dejadlos que se manifiesten más y más. Ya están aquí; ya están en la Iglesia donde deben estar. No los debilites dudando, o pidiendo a Dios lo que ya El ha dado, lo que ya tenemos. Si ya tienes el Espíritu Santo, ¿continuarías pidiéndolo al Señor? Por supuesto que no lo harías. Tal vez no se manifestará todo el tiempo. Usted no dirá que no lo tiene por no hablar en lenguas a toda hora. Pero si comienza a aclamarlo y honrarlo, afirmando que El habita en su corazón, pronto se manifestará.

Esta analogía también se aplica a los dones. Tal vez no los verán demostrados a cada instante; posiblemente pasen días o semanas sin verlos, pero se han manifestado y se manifestarán de nuevo si es necesario y si disipa toda duda. Estoy seguro de que muchos de ustedes han visto la manifestación de estos dones. Entonces, ¿por qué no pueden creer que están en la Iglesia, y que puede manifestarse en cualquier momento que sea para su conveniencia y para la gloria de Dios? ¡La Iglesia de Dios! ¡Yo he de hablar de ella más y más! ¡La amo porque mi Salvador la edificó! ¡Aleluya! Ella es una institución sagrada, y sobrepujará el brillo de las demás organizaciones y gobiernos. Si honramos la Iglesia, honraremos a Su Divino Fundador. Jesús y Pablo la nombraron, y ¿quién tiene el derecho de oponerse a ello? La batalla será peleada hasta el fin y pronto se terminará. Luego todos aquéllos que se han afirmado en la verdad hasta el final, se alegrarán con gran gozo; estoy seguro de ello.

Adelante, amados, vistámonos de toda la armadura de Dios y salgamos a la batalla de la fe, para ganar la victoria y recibir el premio. Dios estará con aquéllos que se adhieran a El. El se complace en honrar y sostener Sus hijos fieles y obedientes. El cuidará de nosotros mientras luchamos en este gran y final conflicto. ¡Aleluya!

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