miércoles, 25 de noviembre de 2015

Cruzando las Puertas


Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mat. 16:18).

 ¡Qué escritura tan maravillosa y poderosa Dios le ha dado a la Iglesia de Dios! Contiene promesas maravillosas en las que nos hemos regocija-do durante los años. Es fácil leer este verso y entusiasmarse con la revelación divina, la única vía por la que tenemos conocimiento de quién es Cristo y de quien es la Iglesia, y el entendimiento mutuo entre Cristo y nosotros como individuos que sabemos quién es Él y Él sabe quién somos nosotros. Él estableció la Iglesia sobre estos dos hechos que forman la roca que Él mencionó aquí. ¡También escrita en este versículo esta la promesa que sin importar los problemas por los que atraviese la Iglesia, nada prevalecerá contra nosotros!

 Muchas veces hemos predicado esta promesa como si las puertas del infierno son las armas que Satanás lleva a la batalla contra nosotros. Mientras es cierto que a veces el término puertas, como se refiere a una ciudad, significaría el ejército de una ciudad, el uso adecuado del término sería las puertas que fueron diseñadas para mantener a los ejércitos del enemigo fuera de la ciudad. Cuando Jesús hizo esta promesa a la Iglesia era una indicación de que a medida que marchamos hacia el interior del territorio del enemigo que sus defensas no pueden detenernos. El diablo no está interesado en que marchemos al interior de sus puertas así es que él invierte mucho tiempo trayendo la batalla hacia nosotros. Al ganar esas victorias podemos empezar a sentir que estamos ganando la guerra y olvidamos que no hemos marchado en su territorio aún. Es hora de que nos pongamos nuestra armadura, tomemos nuestro escudo y espada y empecemos a abrirnos paso a la ofensiva contra sus puertas. Recordemos otra promesa de Jesús a los discípulos, "...Yo veía á Satanás, como un rayo, que caía del cielo. He aquí os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”(Luc. 10:18-19). Es cierto que después de esta declaración Jesús les dijo que se regocijen en su salvación y no en el poder sobre el enemigo que Él les había prometido, sin embargo, esta instrucción no disminuye el poder que les dio a ellos y que ha sido pasado a quienes todavía retenemos la doctrina. No es que Él no quiere que usemos el poder y traspasemos las puertas del enemigo—eso es exactamente lo que Él quiere que hagamos. Si ese no hubiera sido su plan entonces no les habría mencionado este poder a ellos.

 Cuando Jesús estableció la Iglesia Él la comisionó“…a predicar. Y que tuviesen potestad de sanar enfermedades, y de echar fuera demonios” (Mar. 3:14, 15). Este es el mandato para utilizar el poder prometido en Lucas capítulo 10. Nuestro deber es "hollar… sobre toda fuerza del enemigo" y tenemos que cumplir con ese deber. Queremos que su reino sea destruido porque él es el enemigo de nuestro Rey. Todo lo que ha hecho desde que se rebeló contra Dios en el cielo ha sido un intento para so-cavar la autoridad y la influencia de Dios en el mundo. Jesús vino a "... deshacer las obras del diablo" (1 Juan 3: 8) y lo hizo en la cruz y por medio de la resurrección. Ahora la responsabilidad es nuestra de portar ese poder y continuar con la destrucción del reino del diablo. Vamos "Cruzando las Puertas" con el único propósito de destruir su reino, no vamos a dejar piedra sobre piedra y el único despojo que vamos a tomar son las almas de los hombres, mujeres y niños atrapados detrás de esas puertas. No estamos en esto por beneficio personal, sino por beneficio del reino por el cual luchamos.

 Parte de la promesa registrada por Lucas es la declaración, "... y nada os dañará." ¡Es algo maravilloso entrar en una batalla a la que sabemos que no podemos perder! Eso no cambia el hecho que sigue siendo una batalla y las batallas son difíciles. El enemigo reunirá todas sus fuerzas contra nosotros mientras marchamos, fortalecerá sus paredes y reforzará sus puertas; mientras más cerca estemos a las puertas colocará más soldados y armas sobre las paredes para lanzar dardos de fuego a nuestro ca-mino, vamos a sentir cada defensa que tiene porque él conoce la promesa también, pero no se dejara vencer sin una pelea. Las puertas no pueden prevalecer en contra de nosotros, pero si sus defensas tienen éxito en alejarnos entonces él tendrá el triunfo, y ha habido ocasiones en el pasado donde ese parece haber sido el caso. Su única oportunidad es asustarnos con sus defensas manteniéndonos aleja-dos de las puertas—convenciéndonos que si es tan difícil llegar a las puertas será mucho más difícil lograr atravesarlas. Debemos penetrar, a pesar de sus defensas, confiando en la promesa que nada puede hacernos daño. Cuando logramos llegar a las puertas parecen altas, gruesas e impenetrables. El diablo es un maestro en disfraces y confusión y pone toda su astucia en hacer que estas puertas parezcan imposibles de penetrar. Al encontrarnos frente a ellas podemos asombrarnos con su tamaño y preguntarnos cómo podremos atravesarlas. "Seguramente Dios quiso que otra generación las atraviese, nosotros no somos lo suficientemente fuertes", podríamos pensar. Podemos compararnos nosotros mismos al tamaño de las puertas y comenzar a buscar a otra persona que las atraviese. Fue y es la voluntad de Dios que otras generaciones atravesaran las puertas así como es Su voluntad que nosotros lo hagamos. El diablo está en constante construcción, fortaleciendo y ampliando, así que el ejército de Dios debe estar continuamente marchan-do y abatiendo. Mientras nos encontramos frente a ellas también nos preguntamos qué es lo que encontraremos al otro lado. Se ve oscuro del otro lado y no tenemos manera de saber lo que nos espera para luchar mano a mano contra nosotros. El diablo sin duda tiene sus fuerzas más poderosas para combatir contra nosotros en el interior una vez que hayamos vencido lo demás. Debemos aferrarnos a la promesa de que tenemos el poder para hollar sobre lo que está en el otro lado y debemos dejar su reino en ruinas porque nuestro Comandante ha ordenado que así sea.

 Será una pelea difícil para cruzar las puertas, pero lo que está detrás de ellas bien vale la pena la lucha que llevará atravesarlas. No estamos buscando ir "Cruzando las Puertas" porque queremos estar en esos lugares tenebrosos, sino porque queremos llevar la luz del Evangelio a esos lugares oscuros y rescatar lo que está atrapado allí. Podemos tomar valor "…porque el que en vosotros está, es mayor que el que está en el mundo" (1 Juan 4: 4). ¡Es hora de que alguien tome la delantera "Cruzando las puertas!" ¿Qué dices joven? ¿Permitirás que Dios te prepare y te haga parte del ejército que lo hará?

Dustin T. Hays, Coordinador General de la BLV

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