miércoles, 5 de julio de 2017

El Gran Conflicto Final (capitulo 1)



Este mensaje no es para el de pulso débil, ni para el pusilánime. Aquellos que todavía beben de la leche de la Palabra de Dios quizás tengan dificultad para comer de este sermón. No es solo vianda, pero vianda fuerte, y “la vianda firme es para los perfectos” (He. 5:14). Al leer este sermón mi fe ha sido inspirada y ha fortalecido mi determinación de mantener mi cuerpo en las manos amorosas de Dios. Él todavía dice: “…Yo soy Jehová tu Sanador” (Ex. 15:26). Mi oración es que este mensaje nos lleve a un plano más alto y que en ese plano más alto consigamos la fe que puede mover montañas, echar fuera demonios, sanar a los enfermos y aun resucitar a los muertos:

Satanás está reuniendo sus fuerzas y enlistando a todos los hombres y mujeres que pueda a su servicio. El humo de una terrible batalla ya se está levantando desde el campo de batalla donde los escaramuzadores están peleando. Pero, en la actualidad el tiempo es apremiante para que los regulares, avancen con todo su equipo de Pentecostés y a derramar sobre el enemigo los tiros y casquillos, metrallas y botes del evangelio de verdad y poder hasta que el rugir de los cañones pueda ser escuchado alrededor de todo el mundo a medida que eructan con tremenda furia sus descargas mortales.

En la actualidad, mientras muchos están desertando por el anhelado, santo y varonil coraje, cuando la batalla apenas ha comenzado, es tiempo para que los verdaderos y nobles soldados tomen su posición valientemente.

Los soldados de un país se enlistan en el ejército para obedecer a sus comandantes, ser tiroteados y morir.

Nuestro Comandante está animándonos y continúa resonando el mandato emocionante y excitador de almas de “Id…enseñando a todas las naciones…Ensenándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”.

No importa la furia del enemigo, ni la amedrentadora preparación que presente para enajenar a los más débiles de su propósito, o de los tremendos ataques furiosos contra todas las enseñanzas pentecostales, el mandato continúa siendo expuesto por nuestro siempre conquistador Capitán y Rey—“¡Id!”.

Impulse la batalla como un dicho o grito de guerra debe ser tomado por cada amante de la verdad y anúnciela por todas las planicies y montañas, hasta que todos aquéllos que han tenido la tendencia de comprometer la sanidad divina, el hablar en lenguas, los dones del Espíritu, etc., se avergüencen y pidan perdón a su Capitán; levanten la venera roja de guerra y se dirijan de prisa hacia la batalla con un celo santo que nadie en la historia haya manifestado anteriormente.

Debemos levantarnos valientemente por la sanidad divina de acuerdo a la Escritura. Muchos se han debilitado debido al fallo de que algunas veces quieren ver resultados inmediatos. La doctrina de la “sanidad divina” seguirá siendo verdadera aunque todos muramos. Antes deberíamos obedecer a Dios y morir, que desobedecer a Dios y estar vivos. “…Unos fueron estirados, no aceptando el rescate, para ganar mejor resurrección”. (Hebreos 11:35).

Una cosa es escuchar sobre la verdad de la sanidad divina en el momento de tormento y saber al respecto, y regocijarse en ello mientras se tiene salud, y otra es el ser entregado a las manos de Satanás, como lo fuera nuestro amado Hermano Job, y levantarse por la verdad aun en la prueba. “Y Jehová dijo a Satán: He aquí, él está en tu mano…” (Job 2:6). Tenemos que convencer a tres mundos de que nosotros nos levantaremos del lado de la verdad en la parte más severa de la prueba y del gran conflicto final con el enemigo. La forma en que esta prueba está hecha es para que el diablo se manifieste en nuestros cuerpos con enfermedades, colocando sus colmillos crueles sobre nuestros órganos vitales; y cuando oremos, o busquemos los ancianos de la Iglesia para que ellos oren por nosotros y nos unjan con aceite y coloquen sus manos sobre nosotros como se indica en la Escritura, y hayamos hecho perfectamente lo que la Biblia dice, puede que aún no recibamos alivio del terrible sufrimiento. Eso se hizo evidente en la condición de Job. Aunque durante aquel tiempo, las prescripciones que ahora conocemos y que encontramos en los libros de Marcos y Santiago, no habían sido dadas, los verdaderos hombres de Dios concurrieron a Él de la misma forma por sanidad divina y no usaron ningún otro remedio.

Dios había reconocido que Job era “perfecto y recto, temeroso de Dios absteniéndose de lo malo”. Estos hechos están registrados, en por lo menos tres partes del libro de Job. Entonces, él no estaba enfermo y cubierto con “furúnculos inflamados desde la punta de sus pies hasta su cabeza” debido a que había desobedecido a Dios, sino para probarle al diablo y a millones de habitantes de los tres mundos que un hombre puede permanecer en lo correcto aun en lo más severo y extremo de una prueba.

En una ocasión llamé a mi hogar desde las Islas Bahamas1, en donde me encontraba compartiendo el evangelio de Jesús con la preciosa gente de esta localidad, y me enteré de lo enferma que se encontraba mi esposa. Ella había sufrido por veinticuatro horas constantes, vez tras vez la agonía de la muerte, y en esta terrible prueba y examen, son su esposo fuera del país, ella no aceptó ningún remedio que no fuera el método bíblico. Ella había tenido estos ataques similares en ocho ocasiones, los cuales había durado por periodos de ocho a veinticuatro horas. Lo peor finalmente llegó. Por un periodo de diez horas luchamos contra poderes del enemigo los cuales causaron sufrimientos más difíciles y agudos. No habiendo tomado ningún medicamento los cuales hubieran provocado la tendencia de sedar su cuerpo, se encontraba con su mente completamente clara en todo momento, pero por largas horas se comportó como una maniaca delirante como consecuencia del sufrimiento y el dolor severo que estaba experimentando. Ella soportó la agonía, obedeció la Palabra, pasó la prueba, hasta que nuestro Refinador, quien estaba parado a su lado, vio que era suficiente e hizo que nuestro archienemigo soltara su agarre y saliera huyendo. ¡Oh qué calma! ¡Una calma que llena de paz, bendita y bienvenida! “Hechos perfectos a través del sufrimiento” fue el pensamiento que vino a mi mente repentinamente, razón por la cual lo estoy escribiendo aquí. Se acostó callada por un ahora como si hubiera ido a pasar a morar con Jesús dentro de pronto. Luego, con una voz temblorosa expresó que su deseo era que la Iglesia y sus amigos vinieran a visitarla debido a que tenía “un mensaje de bendición para cada uno”. A medida fueron llegando, ella fue llena del Espíritu y por un periodo de cinco horas tomó a cada uno por la mano uno tras del otro y le dio un mensaje y le echó la bendición.

Ella había soportado el sufrimiento y había quedado tan débil que apenas podía hablar en susurros, pero cuando el Espíritu vino sobre ella, su voz era clara y fuerte. Sus miembros posteriores se fueron agotando hasta que no pudo enderezarlos, pero mientras decía el mensaje tomaron movilidad.

Aunque se encontraba completamente pálida, y sus ojos estaban débiles y hundidos y aparentemente moribundos, aún cuando sostenía los amigos por las manos y les daba sus mensaje, su rostro se iluminaba con una radiación del cielo. Su voz adquiría una fuerza sobrenatural. Era como si el cielo estuviera ante su presencia. Tomó la mano de probablemente más de 200 personas y cada uno fue derretido ante la presencia del poderoso Espíritu.

Un avivamiento se desató y las pequeñas diferencias se derritieron como la nieve bajo el sol radiante. Las lagrimas, los sollozos, sí, todos en la casa fueron afectados; no estaban llorando por un apersona muerta ni tampoco por el pensamiento de afrontar la muerte, sino debido a la melodiosa presencia del Señor Personalmente. La habitación estuvo llena de la presencia y gloria por varios días.

Esta maravillosa experiencia llegó y la gloria de Dios fue revelada, solamente después del intenso sufrimiento y de que ella se mantuviera firme durante la prueba.

La tolerancia es una joya, sí, es un ornamento real que sólo unos pocos desean; por lo tanto, cuando viene en una forma severa, la gente se inclina a hacia otros recursos que no son los que la Biblia ensena o recomienda, perdiendo como consecuencia la bendición y la gloria. La “tolerancia” es el cuarto fruto del Espíritu mencionado en el libro de Gálatas 5:22. Entonces, nosotros los que tenemos el Espíritu no debemos esperar salir victoriosos sin la misma. Pensemos en las recompensas que han sido prometidas. “Si sufrimos, también reinaremos

con él…” (2 Timoteo 2:12). “Pero si alguno padece como cristiano, (soporte el dolor antes de tornarse a otros medios que no son enseñados por la Palabra) no se avergüence; antes glorifique a Dios en esta parte…Y por eso los que son afligidos según la voluntad de Dios, encomiéndenle sus almas, como a fiel Criador, haciendo bien” (1 Pedro 4:16, 19). “Pues que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también estad armados del mismo pensamiento: que el que ha padecido en la carne, cesó de pecado; para que ya el tiempo que queda en carne, viva, no a las concupiscencias de los hombre, sino a la voluntad de Dios” (1 Pedro 4:1, 2). “Mas el Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna por Jesucristo, después que hubiereis un poco de tiempo padecido, él mismo os perfeccione, confirme, corrobore y establezca” (1 Pedro 5:10).

Job fue recompensado al recibir el doble de lo que le había sido quitado, reluciendo como el oro, y teniendo el privilegio de orar por sus amigos y verles ser bendecidos, pero sobre todo, con una dulce conversación con Dios. Escuchándole mientras se encontraba en la batalla más grande y a medida que esgrimía la espalda y se dirigía salvajemente hacia el terrible y sangriento conflicto, “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo, Y después de deshecha esta mi piel, aún he de ver en mi carne a Dios” (Job 19:25, 26).

¿Enseñar sanidad divina? ¡Sí! Practicar la misma y no otra cosa, ¿vivir o morir? ¡Sí! ¡Sí! ¡Amén! ¡Seamos más intrépidos al respecto que nunca antes! Esto significa batallar contra el enemigo en su propio territorio, agarrando el león por las barbas en su propio fosa, en el gran conflicto final. “Al hombre le fue dicho que en un momento dado moriría”, entonces muramos bravamente por la verdad, como los miles de hombres que han muerto por sus países, marchando hacia los rugientes cañones a medida que ellos salen con fuerzas hacia la mortal matanza, solamente porque han prometido obedecer a su capitán.

Querido amigo, ¿no ha prometido usted obedecer los comandos del su Señor? ¿No le ha dicho Él qué hacer en caso de enfermedad? ¿A caso dijo Él que cuando eso fallara llamáramos a un médico? Contéstese usted mismo estas preguntas. Con seguridad usted sabe lo que la Biblia dice al respecto. Si no es así, entonces usted es un soldado muy débil. ¿En el ejercito, y con una amenaza de guerra y no sabe las tácticas de guerra? Es mejor que se las aprenda inmediatamente. Esta persona representará a un soldado débil que se ha enlistado en el ejército y no se ha aprendido las tácticas de guerra.

¡Pobres cristianos!, los que se han enlistado a Su servicio y no aceptan, aprenden y practican la sanidad divina, sino que dependen de otros medios, y desobedecen a Dios de la misma forma que Adán y Eva lo hicieron en el Jardín del Edén.

Recuerden, nos encontramos en el gran conflicto final. Es tiempo de la batalla y la fuerte lucha contra el enemigo y todas sus seducciones y artefactos. ¡Antes muramos que el ir en contra de las simples enseñanzas de la Palabra de Dios! Si usted muere por la verdad, simplemente no estará haciendo más que los que miles han hecho antes que usted. Es entonces cuando adquirirá una mejor resurrección. (Hebreos 11:35).

Una fe intrépida, denotada y un coraje son las necesidades imperantes de estos días estupendos en que vivimos. El diablo está en contra nuestra. El mundo está en contra nuestra, y las religiones populares cristianas también lo están; pero estamos en un conflicto y debemos pelear o morir. “El enemigo final es la muerte” (1 Corintios 15:26). Debemos conquistarla. La batalla tiene que ser peleada por y en el nombre de Jesús. Si caemos en la batalla o perdemos nuestra vida por causa de ser obedientes a nuestro Capitán en este horrible conflicto, la salvaremos. “…Cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9:24).

Vive por la Biblia o muere por causa de Ella, sí sea que vivamos o muramos, si le obedecemos a Él somos verdaderos soldados de Jesucristo: y somos Suyos para Su servicio debido a que hemos sido enlistados en Su ejército. “Que si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, o que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:8).

Otra fuente con la que el enemigo nos ataca son las “lenguas” como evidencia del bautismo del Espíritu Santo. Debemos impulsar la batalla con coraje al presente, llegar a ser más intrépidos al enseñar esta verdad, ya que existe una gran tentación y tendencia a comprometer, o por lo menos callarse sobre este punto en particular.

La prensa religiosa está en contra de nosotros. La prensa del mundo está en contra de nosotros. Los ministros de todas las denominaciones, de un ciento de millones más fuertes, están en oposición de esta verdad. La prensa independiente de la santidad y su ministerio están todos encontrar de nosotros, pero el conflicto sigue, y no nos atrevemos a retroceder y fallarle a nuestro Capitán dejándole peleando en el campo Solo. La bandera roja de la verdad, y de una intrepidez inflexible y un celo santo deberán flotar sobre todas las naciones y climas, declarando enfáticamente que nunca antes ni en el futuro nadie recibirá el bautismo del Espíritu Santo sin hablar en otras lenguas como evidencia.

Deje que el enemigo levante su alarido de guerra y dirija sus pistolas de enseñanzas falsas y ministerios de mercenarios contra nosotros. Nosotros debemos y marcharemos directamente hacia las murallas y sobre los pretiles, arrebatándole espada (la Palabra de Dios de las gigantes manos y con ella cortarle la cabeza. ¡Gloria a Dios! En Dios está nuestra fortaleza. No temeremos a hombres ni a enemigos con Dios de nuestro lado y Jesús, “el León de la tribu de Judá”, como nuestro “Rey Emanuel”.

Él, de quien Su nombre es “Maravilloso, Consejero, Todopoderoso Dios, Padre Eterno, Príncipe de Paz;” Él que está corriendo en el “caballo blanco” hacia la tierra desde el cielo, con la “espada afilada en Su boca” como que Él es el que dirige la batalla; Él, quien es el Rey de reyes y Señor de señores, nos dice: “Por tanto, id, y doctrinad a todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Ensenándoles que guarden TODAS las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19, 20).”
Por el Pasado Supervisor General A. J. Tomlinson

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