martes, 19 de diciembre de 2017

CRISTO, EL SALVADOR DEL CUERPO

“Y viniendo Jesús a las partes de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Y respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos. Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:13-18).

“Edificaré mi iglesia,” Siento, son algunas de las palabras más consoladoras que el Salvador ha expresado jamás; palabras de estímulo que siempre nos hará seguir en la lucha. La Iglesia de Dios de la Biblia está hoy porque es Su Iglesia. Simplemente se nos ha dado el privilegio de ser parte de ella. ¡Puesto que Cristo la está construyendo y nada puede detener al Hijo de Dios, no es razonable que cualquier miembro o ministro de la Iglesia se desanime, tema o pierda la fe y piense que Él no puede terminar lo que comenzó!

Me pregunto si Jesús no pensó lo mismo cuando dijo a la Iglesia, “Pasemos de la otra parte” era irrazonable que cualquiera podía tener temor y creer que no lo lograría, ya que Él estaba en el barco con ellos. La Escritura dice, “Y se levantó una grande tempestad de viento, y echaba las olas en el barco, de tal manera que ya se henchía” (Marcos 4:37) y corrieron a Jesús diciendo, “¿Maestro, no tienes cuidado que perecemos?” (v.38) y Jesús se levantó y calmó su tormenta, pero Él preguntó, “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Como no tenéis fe?” (v.40).

He descubierto que un barco con velas depende de algunas cosas para mantener su movimiento hacia adelante; dos de los cuales son la fuerza del viento y la resistencia del agua–fuerza y resistencia son ambos necesarios. Así que no te desesperes, amigo mío, cuando los vientos contrarios soplan contra ella, o encontramos resistencia a medida que avanzamos a lo largo del camino recto y estrecho. La dirección en la que navega el barco no depende de la dirección del viento. No importa de qué dirección proviene o de quien proviene. ¡La fuerza del viento, sea amistoso como el día de Pentecostés o traicionero como en este día en Marcos, solo ha servido para impulsar este Barco hacia adelante!

“El dijo, e hizo saltar el viento de la tempestad, que levanta sus ondas” (Sal. 107:25). ¡Dios manda a los vientos! O bien Él envía el viento, como el viento impetuoso y poderoso que soplaba sobre los que estaban en el aposento alto llenando sus velas; o Él permite que vengan porque Él tiene un gran propósito en él y al final, Él recibirá la gloria.

¿Qué beneficio tiene el barco en el mar si los vientos no soplan? ¿Cómo se llenarán sus velas y las harán avanzar? La Biblia dice, “El fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad que ejecuta su palabra” (Sal. 148:8). ¡El viento que soplaba en Marcos 4 sólo soplaba mientras el Señor lo permitía, pero una vez que Él se levantó y habló hubo una gran calma y llegaron a la orilla! A través de todas las adversidades, pruebas, vientos, olas y fuerza de resistencia que la Antigua Nave de Sion ha encontrado, ella sigue navegando hacia ese puerto de santidad. ¡No pierda la esperanza mi amigo, Jesús es su Capitán! ¡Quédese a bordo!

Permítame contar algunas de las personas y cosas que intentaron detenerlo y consideremos el final de esas cosas y ser alentados. Herodes el Grande intentó detener la venida del Hijo de Dios, pero fue en vano. El registro de su fallecimiento se encuentra en los evangelios. Mateo simplemente lo registra de esta manera, “Mas muerto Herodes” (Mt. 2:19).

Satanás trató de acosarlo, pero recibió esta severa reprensión de Jesús, “Vete de mí, Satanás” (Lucas 4:8).

Los Escribas y Fariseos trataron de matarlo, “…y nadie le prendió; porque aun no había venido su hora” (Juan 8:20).

Judas Iscariote, uno de los suyos, lo traicionó, lo vendió por unas cuantas piezas de plata. Otro lo negó, Todos lo dejaron solo. Los soldados romanos lo menospreciaron. El látigo rasgó Su carne. La corona de espinas se clavó en Su cráneo. La vergüenza era un reproche. La cruz que llevaba era pesada. Los clavos no mostraron piedad. La lanza atravesó Su costado. ¡Pero nada de esto puedo detener al precioso Cordero de Dios!

¡La muerte, el ultimo enemigo, mostró su cara fea, pero fue absorbida en victoria! Nada podrá o puede detener al Hijo de Dios. Él edificará Su Iglesia. Lo que puso en marcha antes de la fundación del mundo continuará en la eternidad.

Saulo de Tarso trató de detener el progreso de Su institución divina sólo para descubrir que Jesús de Nazaret todavía estaba muy vivo. ¡Aun vive y reina para siempre! “Edificare mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella,” son las palabras de Cristo. Saulo pronto se enteró, como cualquier hombre que se compromete a dañar Su Iglesia, ya sea dentro o fuera de la Iglesia de Dios, que perseguir a la Iglesia es perseguir a Cristo mismo–¡Ella es la niña de Su ojo!

Los hombres religiosos intentaron detener este programa de edificación de Dios. Los falsos hermanos en la Iglesia han hecho sus intentos. Los hombres que se arrastraron inadvertidamente han tenido su parte justa de ataques en contra de la Iglesia que Él está edificando. ¡Los credos de hombres y doctrinas de demonios vinieron sobre ella, la oscuridad la cubrió, el tiempo trató de sobrevivir en ella, pero es de Dios y no puede ser derrocada!

Cuando Teudas fue asesinado, sus 400 seguidores fueron dispersados y reducidos a nada. Cuando Judas de Galilea pereció, sus muchas personas se dispersaron. Pero cuando Jesús murió, ¡Él siguió viviendo, así como Su Iglesia–Sus fieles seguidores! ¡Ella no es el consejo o el trabajo de ningún hombre! ¡Esta es la Iglesia del Dios Vivo! La Biblia dice, “¿Pues qué diremos a esto? Si Dios por nosotros, ¿Quién contra nosotros?” (Ro. 8:31). Jesucristo “da la salud al Cuerpo” (Ef. 5:23).

Imagine, si usted quiere, para ser comparados, cuando Simón Pedro, percibiendo que Jesús estaba en peligro/ dificultad/ riesgo, sacó su espada y tomó el asunto en sus manos para defender el cuerpo de Cristo allí en el Gethsemaní, pero Jesús no tenía nada de eso y le dijo que guardara su espada–¡Su Padre estaba en control!

Ahora, para la comparación, en nuestros días algunos pueden percibir que el cuerpo de Cristo está en peligro. Pero usted no necesita ser el salvador del Cuerpo porque Dios está en control. No necesitamos tomar las cosas en nuestras propias manos, sacar nuestras espadas cuando tenemos la Espada del Espíritu, la cual es la Palabra de Dios. Ella sólo tiene un Salvador y aun su nombre es Jesús. ¡Jesucristo es su fuente de autoridad, dirección y vida!

Oscar Pimentel, Supervisor General, La Iglesia de Dios

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