lunes, 2 de abril de 2018

EL MINISTERIO ORDENADO DEL ESPÍRITU SANTO

R. O. Covey
Investigando Las Profundidades Págs. 11 y 12

“CONSIDERA LO QUE DIGO…” (2 Ti. 2:7). La primera lección de un sabio instructor de manejo de automóviles fue “como detenerse,” en el interés de la seguridad y la prevención de accidentes. En el interés de este estudio sobre el Espíritu Santo, me vino a la mente que primero deberíamos de detenernos y dejar algo muy en claro, para que no me malinterpreten gravemente.

Como creyente en la doctrina Pentecostés del Espíritu Santo, ampliamente acompañado de demostraciones corporales externas “del Espíritu y el poder de Dios,” mi enfoque a fondo de este tema podría ser malinterpretado en el sentido de que estoy en contra de ellos. ¡No es así! Pero ellos tienen su posición. La tendencia ha sido por parte de algunos, y en algunos círculos, limitar al Espíritu a un énfasis excesivo de estas manifestaciones. Si nos quedamos con la Biblia en este estudio, entenderemos claramente el propósito ordenado por Dios al dar Su Espíritu Santo a Su Iglesia.

Este será uno de los estudios más largos, pero permítanos tomar nuestro tiempo y rehúse perder el interés.

Primero lo Primero
“¡Permita que el Espíritu Santo haga su voluntad!” Esta es una declaración a menudo repetida cuando los miembros de la Iglesia estamos a cargo de un servicio de adoración, tiempo de testimonios, o servicio de altar. Que Dios nos ayude a no limitarlo a una declaración trillada, una expresión tan habitualmente repetida que pierde su verdadero significado. No es la expresión en sí la que no tiene sentido, sino más bien su uso es insensible o superficial.

Si permitimos que el Espíritu Santo haga Su voluntad, debemos saber cuál es Su voluntad; o, como lo dice nuestro título del capítulo, lo que “El Ministerio Ordenado del Espíritu Santo” realmente es. Jesús claramente nos dice. Poniendo primero las cosas primeras, su primera mención de esta tercera persona de la Deidad fue la siguiente: “Si me amáis, guardad mis mandamientos; y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros. No os dejaré huérfanos: vendré a vosotros” (Juan 14:15-18).
“Estas cosas os he hablado estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Juan 14:25, 26).

“Empero cuando viniere el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí" (Juan 15:26).

“Y cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio” (Juan 16:8).
“Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar. Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir. El me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre, mío es: por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:12-15).

Primero lo primero. Todas estas preciosas promesas y providencias, sin mencionar el “ejercicio corporal,” el cual Pablo dijo después “para poco es provechoso” (1 Ti. 4:8). Comparado con la piedad y la ministración del Espíritu Santo como se indica anteriormente. Consideraremos sus ministerios individualmente a medida que avancemos. En este punto, hágase una pregunta; y responda únicamente después de una reflexión muy seria: ¿No es mucho más deseable los ministerios del Espíritu Santo más que cualquier cantidad de gritos y danzas? ¡Si la respuesta es SÍ, tiene algo para gritar! ¡Aleluya!

Nuestro Consolador
Esta fue la promesa de Jesús a Sus discípulos afligidos, la iglesia en ese momento. Ellos estaban afectados porque iba a dejarlos y no podían inmediatamente seguirlo. El impulsivo Pedro no podía aceptar el hecho (Juan 13:36-38). Pero Jesús dijo, “No se turbe vuestro corazón,” seguido de la promesa de regresar por ellos. Después les aseguró que no los dejaría huérfanos, sino que les daría “otro consolador” que estaría con ellos para siempre. Necesitaban consuelo inmediato, pero siempre habría ocasiones que pedirían el Consolador.

La promesa es para nosotros aun hoy. El Consolador era, y es, El Espíritu Santo el cual Jesús envió del Padre cuando Él se había ido. ¿Quién de nosotros no ha tenido la necesidad de la Divina Presencia en situaciones desconcertantes de la vida? Mientras esperamos el regreso de Jesús, tenemos al Espíritu Santo con nosotros. Grite por eso si quiere; pero solo comprenda lo que está gritando.

El Espíritu y Maestro de la Verdad
El Espíritu Santo es el Espíritu de Verdad y el Maestro de la Verdad. Hay muchas bases sólidas de esto en las Escrituras, “un poquito allí, otro poquito allá (Is. 28:10, 13). Por la inspiración de Dios (2 Ti. 3:16), el apóstol Juan registró los hechos como las Escrituras: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1, 14). “… la gracia y la verdad por Jesucristo fué hecha” (Juan 1:17). “…tu Palabra es verdad…” (Juan 17:17). “… otro Consolador… Al Espíritu de verdad…” (Juan 14:16, 17; 15:26; 16:13).

Pablo realza estas verdades con otras escrituras “… la espada del Espíritu; que es la palabra de Dios” (Ef. 6:17); también, “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He. 4:12).

Un ministerio del Espíritu Santo es revelar la verdad de Dios o Su Palabra. Las cosas profundas de Dios solo se disciernen acompañando al Espíritu Santo a la “mina” de la Palabra de Dios. El grito debería ser el resultado de un entendimiento espiritual de la verdad.

El que Recuerda Todas las Cosas
En el corto ministerio terrenal de Jesús, Él no pudo enseñar a los discípulos, o a Su Iglesia, todo lo que puede ser conocido. No habrían podido recibirlo todo y recordarlo todo. Tuvieron dificultad para recordar Sus Palabras incluso cuando todavía estaba con ellos. Por ejemplo, a pesar de que les había hablado muchas veces acerca de Su muerte y resurrección, cuando sucedió, ninguno de ellos pareció entender lo que había sucedido. (Lea Lucas 24:1-12). Los dos discípulos en el camino a Emaús “hablando entre sí, y preguntándose el uno al otro” acerca “de todas aquellas cosas que habían acaecido” (Vea Lucas 24:14, 15), y permanecieron confundidos hasta que el mismo Jesús se unió a ellos y les reveló la verdad.

Pero Jesús les había asegurado que el Espíritu Santo los actualizaría, guiándolos a TODA VERDAD, incluso mostrándoles lo que vendría, o los eventos proféticos como los que estamos viendo en nuestros días. También, los ministros de hoy pueden testificar que el Espíritu Santo trae las palabras de Jesús a su memoria; palabras que habían olvidado haber leído, o aún palabras de las que nunca se han dado cuenta que están escritas. Sin este bendito ministerio del Espíritu Santo, mucho conocimiento esencial permanecería sin aprender.

Testigo y Glorificador de Jesús
El evangelio de Juan cita dos cosas de estos ministerios del Espíritu Santo (Juan 15:26; 16:14). El Espíritu Santo no habla de Sí mismo, sino de Jesucristo. Este “hablar” puede surgir a modo de guía a las Escrituras relevantes, o por mensajes en lenguas del Espíritu Santo e interpretaciones. En cualquier caso, ellos confirman la Palabra que le pertenece a Él. En algunos casos estos testimonios espirituales han sido el medio para que los pecadores hagan su decisión de ser salvos.

Ministerio de Redargüir
Jesús citó tres áreas en las cuales el mundo es redargüido por el Espíritu Santo: de pecado, de justicia y de juicio. Este mundo debe ser redargüido por su incredulidad. Este sistema mundial está en enemistad con Dios (Santiago 4:4), lo cual hace al incrédulo “enemigo de Dios.” Él/ella es un pecador; un pecador es uno que peca, independientemente de su profesión. Algunos pueden profesar estar “en el reino”, o puede haberse infiltrado en la Iglesia por hipocresía. Pero si están pecando, ellos serán redargüidos por el Espíritu Santo.

Cuando el mundo es redargüido de “justicia,” es con el propósito de convencer a los hombres pecadores de que su autojustificación es como trapos de inmundicia (Is. 64:6), y que solo la justicia imputada de Cristo puede salvarlos, y entonces solo por fe en Su obra sustituta o vicaria en el Calvario (Lea Rom. 4:3-6, 22-25; Ga. 3:6).

Cuando el Espíritu Santo redarguye a los hombres de “juicio,” es con el propósito de convencer a los hombres enjuiciados que, en sus pecados, están completamente sin esperanza, ¡Ya que su príncipe (Satanás) ya ha sido juzgado y sentenciado, y todos los que continúen con él serán participes de este juicio eterno (Ap. 20:10)!

Repitiendo para enfatizar, todo el redargüir, condenar y convencer es la obra del Espíritu Santo, y cuando haga Su voluntad, Él hará Su obra. ¡Solamente aquellos que han reclamado y ganado la victoria sobre el pecado y su instigador, son espiritualmente elegibles para gritar, danzar, alabar y regocijarse! ¡Los “ejercicios corporales” hipócritas de los pecadores son un reproche para Cristo y Su Iglesia, y es desagradable para todos los que los conocen!

Alguien ha dicho, “la gracia de Dios no es un sustituto del esfuerzo humano.” Santiago lo dijo de esta manera, “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” Estamos llamados a trabajar en lo que Dios trabaja. El Espíritu Santo obra en nosotros así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Fil. 2:13), pero Él no sugiere hacer por nosotros esa voluntad. Ese es nuestro trabajo, y debemos regocijarnos por el privilegio de hacerlo.

Manteniendo un Equilibrio Espiritual
Al concluir este estudio, repito enfatizando que nunca debemos resistir ni apagar las obras del Espíritu Santo. Pero con más de 91 años de camino detrás de mí, me siento obligado a aconsejar que conozcamos Sus “obras,” y solamente reverenciarlas. Digo esto con vacilación, ya que nunca he sido un gran gritón ni bailarín. Pero no soy del todo ajeno a la experiencia. Sin embargo, mis bendiciones generalmente fluyen en forma de lágrimas. A veces lágrimas de gozo, pero más a menudo, lágrimas de humilde acción de gracias por las grandes verdades de Dios, y mis inmerecidas bendiciones y las buenas providencias de Dios. Dígame si quiere, ¿Qué hay de malo en un equilibrio sano y sincero entre el Espíritu y la Palabra? Debemos de tener ambos; ¡Y tendremos ambas cosas si el Espíritu Santo realmente hace Su voluntad!

Perdóneme por recordar el pasado, pero ¡Oh Dios! ¡Restaura esos días en que vivíamos de rodillas, por así decirlo, con nuestras Biblias frente a nosotros, y luego nos levantábamos para “caminar en la luz”! Nos regocijábamos en la Palabra y por la Palabra. No hubo una necesidad de buscar una bendición, porque hubo “lluvias de bendiciones” en los momentos apropiados.

Sí, a menudo, por lo general, una predicación directa; incluso predicaciones duras en ocasiones. Pero rara vez era que alguien “…volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:66). Y cierro con una nota preciosa pero impresionante: Cuando Jesús preguntó a la Iglesia, “¿Queréis vosotros iros también?” Pedro contestó por todos ellos, Señor, ¿a quién iremos? tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros creemos y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente” (Juan 6:67, 68).

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