lunes, 16 de mayo de 2011

HISTORIA Y GOBIERNO: CAPITULO DOS - LA DIVISION DE 1923

La División (rompimiento)


Existían tres puntos vitales en cuestión en la Iglesia durante el período de 1915-1923. Cada uno de estos puntos-la cuestión del divorcio y el re-casamiento, la acusación de malversación de fondos contra el Supervisor General y la cuestión del gobierno teocrático-eran los asuntos que dividían. No fue hasta la 18va Asamblea Anual del 1923 que estos puntos en cuestión fueron resueltos. La unidad que por tanto tiempo había sido un rasgo característico de la Asamblea General, se fue deteriorando lentamente en las filas de los miembros de la Iglesia. Cada uno de los asuntos en debate jugó su parte en la destrucción de la armonía en la búsqueda conjunta y concienzuda de las Escrituras para hallar más luz, necesitada para la buena dirección de la senda de la Iglesia.

Aunque todos estos tres puntos en cuestión eran destructivos de por sí, el verdadero motivo de la gran división fue la cuestión del gobierno teocrático. ¿Iba el gobierno de la Iglesia a ser teocrático, bajo la inmediata dirección de Dios, a través de la seguridad del acuerdo unánime de una multitud de consejeros moderado por el Supervisor General, o sería un gobierno oligárquico (ochenta y tres en número) con decisiones que modificarían la Iglesia y hechas alrededor de una mesa de conferencias? Los otros dos puntos eran ramificaciones de la cuestión mayor respecto a quién sería el Supervisor General de la Iglesia de Dios. La cuestión del divorcio y el recasamiento preparó el escenario para el comienzo de la oposición contra el Supervisor General. La acusación de malversación de fondos contra A. J. Tomlinson de parte de la oposición, fue dirigida para nublar la verdadera cuestión y para usar la acusación como un instrumento para eliminar al Supervisor General de su oficio. Estaban conscientes de la decisión peligrosa que estaba siendo hecha dentro de la Iglesia. De hecho, algunos, si tal vez ninguno de los líderes estaban capacitados para comprender la apostasía o viraje de la Iglesia de la verdadera trayectoria del gobierno teocrático hasta que el daño ya había sido efectuado.

La Iglesia siempre ha apoyado valientemente la forma de gobierno teocrático. Con la excepción de aquellos años de división, 1921-23, y tomando en consideración la posibilidad de un error humano, la Iglesia ha sido gobernada por Dios a través de Su Palabra, como es interpretada por la Asamblea General con el Supervisor General como moderador. Esta provisión tradicional y bíblica se ha desarrollado con los años a medida que la Iglesia continua buscando el andar a la luz de las Escrituras.

El gobierno teocrático comenzó a tomar significado en la Primera Asamblea del 1906. Los delegados de la Asamblea manifestaron: "Nosotros no nos consideramos a nosotros mismos un cuerpo legislativo o ejecutivo,

sino judicial solamente". En la Segunda Asamblea se dijo lo siguiente: "Se deberá ejercer cuidado en ser guiados por el Espíritu más bien que por los cuerpos o regidores eclesiásticos". En la Tercera Asamblea se acentuó de nuevo que la Asamblea era un cuerpo judicial y las "minutas (de las asambleas) no son leyes hechas por la Asamblea, sino solamente el registro de las leyes que nos han sido conferidas por Cristo y Sus discípulos, escudriñadas por ese cuerpo y traídas a la luz, a fin de que las iglesias puedan tomar acción sobre las mismas como lo vean conveniente".

La Octava Asamblea del 1913 registró lo siguiente: "La Iglesia de Dios es el gobierno más prominente, sabio y glorioso que jamás haya sido inaugurado sobre esta tierra". Pasó al registro además que "sobrecarga sobre el honorable y sagrado cuerpo de la Asamblea el investigar y aplicar las leyes... lo cual deberá ser considerado como el más alto honor conferido a los hombres".

La Decimocuarta Asamblea del 1919 reafirmó lo siguiente: "Nuestro propósito ahora es igual al que hemos tenido en todas las Asambleas anteriores. Nosotros siempre hemos declarado que la Asamblea no es un cuerpo legislativo, sino un cuerpo con el propósito de escudriñar las Escrituras y prepararse para practicar las leyes que ya han sido delineadas". En la Decimoquinta Asamblea del 1920, se acentuó lo siguiente: "Nosotros reconocemos a Cristo como la Cabeza de la Iglesia y el Supremo Legislador. El nos habla por Su Palabra y por el Espíritu Santo, y nosotros resolvemos toda cuestión y disputa por medio de la Palabra de Dios, y como le parezca bien al Espíritu Santo y a nosotros". Finalmente, en la 17ma Asamblea del 1922, el punto de vista de la Iglesia sobre la teocracia en una declaración breve es registrada así: Reconocemos el gobierno de la Iglesia de Dios como uno teocrático en su forma. . . Estamos siguiendo el Libro de Dios, y reconocemos la Biblia como Su Palabra para nosotros. Decimos, que Dios resuelve nuestras disputas al ir a la Biblia para buscar la solución del debate en cuestión. Reclamamos que podemos hallar en el Libro las leyes y normas, ya sea en estatutos, tipos, profecía o principios, las cuales son suficientes para entender.

Se buscaba cosas para llamar leyes y no tienen la autoridad para ponerlas en ejecución. En otras palabras, ésta no es ni legislativa ni ejecutiva, sino más bien judicial. La Iglesia se apartó de este principio durante los años del 1916-1923, sufriendo las consecuencias que casi ocasionaron su total desastre.

Como se indicó anteriormente, la Asamblea autorizó el nombramiento de los doce ancianos o consejeros del Supervisor General. Esto de por sí no fue una equivocación, mientras la junta permaneciera en su papel de consejería. No obstante, a medida que transcurría el tiempo, individuos claves, determinados a fortalecer su influencia y poder, eventualmente intentaron eliminar a A. J. Tomlinson de su oficio de Supervisor General. La Junta de Ancianos, aunque creada para ser de bendición para la Iglesia, vino a ser el origen de la división y la confusión. La Iglesia continuó alejándose de la norma de la pura teocracia con la adopción de la "Declaración" en la 15ta Asamblea del 1920. Esta decía: "Que sea notorio a todas las gentes de todo lugar que nosotros, la Asamblea General de las Iglesias de Dios, ahora congregadas en conferencia de negocios en el Cuartel General en la ciudad de Cleveland, Tennessee, delineó la siguiente declaración:

Primero, que las minutas de todas las Asambleas previas son un registro oficial fidedigno en substancia y en hechos, tomadas por los secretarios autorizados por dicha Asamblea, y publicadas por aquéllos que están autorizados total y legalmente para hacer tal cosa, y no el producto o declaraciones individuales de A. J. Tomlinson, el Supervisor General.

Segundo, que los nombres de todas las iglesias locales registradas en las diversas minutas, incluyendo ésta, son el resultado de los servicios fieles de los ministros y representantes de la Asamblea General, y cuando son recibidas como tal por dichos representantes de la Asamblea General, ellas entonces vienen a ser y a formar parte de la Asamblea General. Por consiguiente, no reconocemos el derecho de ninguna iglesia local a retirarse de la Asamblea General como un todo, no obstante, aquellos individuos que demuestren ser infieles al gobierno y enseñanzas como son promulgadas por la Asamblea General de tiempo en tiempo, o quienes anden desordenadamente, deberán ser juzgados de manera individual y excluidos como miembros de dicha iglesia.

Tercero, que todos los ministros, ya sea el Supervisor General, los ancianos, obispos, diáconos o evangelistas han sido y son representantes legales expresos de la Iglesia de Dios mientras estén en armonía con su gobierno y enseñanzas.

Cuarto, que la Asamblea General de la Iglesia de Dios es ese cuerpo organizado con pleno poder y autoridad para designar la enseñanza, gobierno, principios y prácticas de todas las iglesias locales que componen dicha Asamblea.

Quinto, La Iglesia de Dios la cual a menudo es referida como tal, con su Cuartel General en Cleveland, Tennessee, únicamente con el propósito de distinguirla de las demás iglesias que se llaman a sí mismas la Iglesia de Dios, pero que no son parte de su nombre.

Sexto, que uno de los primeros principios aceptados en la temprana historia de su organización fue que nosotros aceptamos toda la Biblia correctamente dividida, el cual es hoy uno de sus principios más sagrados. Por lo tanto, nos congregamos en conferencia anual para examinar las Escrituras y para ponerlas en práctica. Nuestras enseñanzas y fe son las mismas, así como fueron aceptadas originalmente en su organización inicial, y todos los cambios en gobierno Y administración han sido debidamente autorizados por la Asamblea General en sus diversas sesiones anuales".

Aunque la Declaración establecía el principio de teocracia-aceptando el Nuevo Testamento como la única regla de fe y práctica-ésta fue de por sí un paso fuera de ese principio. Muy parecido al Credo Nicea en el año 325 D. C., la mayoría de los preceptos de la Declaración son ciertos; sin embargo, detrás de aquellas verdades hay un error de largo alcance hacia el desarrollo de credos hechos por el hombre como guía para la conducta del hombre. Esta piedra de tropiezo hacia la apostasía es verificada únicamente un año más tarde con la adopción de una constitución para la Iglesia de Dios.

La tradición honrada por muchos años respecto a que la Asamblea General sería únicamente un cuerpo judicial, fue cambiada por la Constitución no solo a un cuerpo legislativo, (Artículo 1, Sección 3. "Para promulgar normas y reglamentos") sino también a un cuerpo ejecutivo (Artículo 2, Sección 5. "Para proveer un gobierno general el cual esté investido de pleno poder y autoridad para dictar y ... para gobernar las iglesias locales ... ").

La Constitución cambió la autoridad más alta en la Iglesia, la cual era la Asamblea General, compuesta de todos los delegados congregados de la Iglesia en general, a una oligarquía de ochenta y tres individuos (Artículo 4, Sección 6). La "Asamblea oficial" compuesta de estos ochenta y tres individuos, quienes se podían reunir en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier ocasión, tenía "pleno poder y autoridad para designar normas de gobierno, enseñanzas y principios para las iglesias locales". '

Con la adopción de la Constitución en la 16ta Asamblea del 1921, la Iglesia oficialmente cesó de practicar la teocracia. Debido a tal decisión, el cuerpo de Cristo sufriría una de las más grandes vergüenzas en la historia de la Iglesia. Para los aproximadamente mil delegados representando a treinta y tres estados y las Bahamas, la 17ma Asamblea del 1922 solamente pudo ser un tiempo de adoración y alabanzas al Señor, porque la voz en la Iglesia había sido eliminada por la Constitución. Si el poder de la autoridad hubiera sido dejado en el control de la Asamblea General representada por todos los delegados reunidos, la gran apostasía jamás habría ocurrido.

Consistiendo de los individuos que fueron principalmente responsables por la introducción y aprobación de la constitución, e} Supervisor General, viendo el trágico error de la Iglesia, y deseando corregirlo, llevó el asunto en cuestión ante la gente. El hizo esto durante su mensaje anual ante la 17ma Asamblea del 1922. La mañana del viernes 4 de noviembre del 1922, A. J. Tomlinson pronunció lo que quizás fue su discurso o mensaje más prominente. En medio del caos y la confusión, él hizo un llamado al retorno a las antiguas sendas.

El asumió su posición valientemente:

"Considero que cometimos un grave error un año atrás cuando adoptamos lo que denominamos nuestra constitución. Cuando desperté ante lo que habíamos hecho en la primera parte de este año, me atemoricé de tal manera que nunca he sido liberado de tal temor... Considero que el rostro del Cuerpo de Cristo ha sido empañado... Estoy tan afligido por esto, que he temblado como una hoja. Esto ha puesto un espíritu de llanto en mi alma.... He llevado este peso sobre mí y he orado por el mismo por casi nueve meses. No puedo conseguir apartarme de esto. Casi me rebelé contra el hacer mención de esto aquí, pero temí el dejar de hacerlo. Tengo que ser libre para sostener la bendita y antigua Biblia, y declaro como en otro tiempo, que ésta es nuestra única regla de fe y práctica. Como ésta lo es ahora, no la puedo aceptar, ya que esto ha sido la causa de los problemas en algunos lugares este año-ellos se sintieron obligados a poner a un lado el Libro más sagrado de todos los libros y aceptar la constitución, o de otra manera ser contados entre los infieles.

No, las minutas de nuestras asambleas no deberán considerarse como leyes, sino solo como registros de nuestros hallazgos.... ¿Qué puede hacerse? Solamente hay una cosa por hacer, y tal vez pierda mi posición al expresarla, y es que abroguemos tal constitución y que tal acción sea registrada al efecto, y aun hasta borrarla de nuestra memoria, procediendo a levantar el Libro por el aire una vez más y declarar: 'ESTA ES NUESTRA UNICA REGLA DE FE Y PRACTICA' ".

Como se ha indicado, el verdadero punto en cuestión de aquellos años de división fue la pregunta sobre el gobierno teocrático. Tal parece que la Constitución fue introducida con el solo propósito de destruir el gobierno teocrático y de echar fuera a A. J. Tomlinson de la posición de Supervisor General de la Iglesia. Otros intentaron ocultar el punto principal al introducir los cargos de malversación de fondos contra el Jefe Ejecutivo.

A petición del instigador clave de la mayoría de los puntos controversiales de este período, un comité compuesto por él mismo y otros dos, fue nombrado para examinar los asuntos financieros de la Iglesia. Después de un examen preliminar de algunos de los libros, un auditor mostró un aparente déficit de aproximadamente $14,000.00.

Concluida, pero e1 déficit, el cual habría sido el resto de los libros de la Iglesia hubieran sido examinados por el auditor, le fue achacado a A. J. Tomlinson. La equivocación de toda la farsa de la auditoría fue evidente cuando los cargos de malversación de fondos fueron comprobados como falsos y la auditoría fue declarada "totalmente sin valor o mérito" por las Cortes de los Estados Unidos.

Los cargos de malversación de fondos fueron un intento directo por eliminar a A. J. Tomlinson de su oficio. Cuando esta táctica no dio resultado, ellos intentaron rebajar su posición de Jefe Ejecutivo a una de menor importancia. Con la adopción de una enmienda a la Constitución en la 17ma Asamblea, un Concilio Ejecutivo fue creado para convertirse en la voz ejecutiva de la Iglesia. Este consistía de tres individuos quienes, por supuesto, subordinaron el oficio del Supervisor General al Concilio Ejecutivo. Vino a ser el deber imperativo del Supervisor General salir al campo a visitar las iglesias locales, Convenciones de Estado y Supervisores de Estado. Esto, en efecto, mantendría al Supervisor General fuera del Cuartel General.

Muy poco podía hacer el Supervisor General excepto presentar su renuncia. El 6 de noviembre de 1922, él trató de presentar su renuncia, pero los delegados de la Asamblea reaccionaron tan firmemente en su súplica para que se quedara que él consintió en servir durante otro año más. La audiencia volvió a mostrar su gran amor por el Supervisor General al literalmente acudir en gran número para mostrarle su aprecio. Los delegados reunidos le confirieron una ovación de pie para mostrarle su aprobación. No obstante, desafortunadamente la autoridad de la Iglesia ya no descansaba sobre los delegados, sino más bien en los ochenta y tres individuos que formaban o componían la "Asamblea oficial".

No pasó mucho tiempo después de que la gente regresó a sus campos respectivos de labor, para que los que se oponían al Supervisor General comenzaran su trampa política legal. Al comienzo de este período, el problema fue instigado por un solo hombre, y aún hasta el 1922, tal parecía que habían solamente unas cuatro o cinco personas que se oponían activamente al Supervisor General.

Estos cuatro o cinco individuos claves fueron los verdaderos renegados de la gran apostasía. Intentaron destruir la influencia del Supervisor General utilizando desde conversaciones personales detrás del pulpito hasta una instigación a la huelga en la casa de publicaciones. A medida que pasaba el tiempo, a través de tales tácticas como la falsa acusación de la malversación de fondos, ellos pudieron gradualmente ganar unos cuantos más a sus filas. Debido a tal acción el confrontamiento era seguro.

Al ser citado el Concilio de Ancianos pana el 12 de junio de 1923, los respectivos retos fueron convocados. Veinte años después del "levántate, resplandece", las hazañas pusilánimes de las tinieblas casi destruyeron la Iglesia de Dios.

Hasta el presente, existían dos cargos los cuales fueron presentados ante el concilio. Los primeros cargos residían en acusaciones contra tres de los miembros de la Junta de Ancianos. Estos cargos contra los cabecillas de aquéllos que se oponían a A. J. Tomlinson fueron a la reunión. El siguiente es un resumen de tales cargos.

"A los ancianos de la Asamblea General de la Iglesia de Dios, Cleveland, Tennessee:

“... Por cuanto, el lenguaje empleado y la extrema depravación de expresiones, en conjunción de un carácter muy excitado y provocativo, nosotros consideramos que estas cosas son impropias de cualquier persona que lleve el dulce nombre de un cristiano, y Por cuanto M. S. Lemons, J. S. Llewellyn y J. B. Ellis fueron los más prominentes por sus contiendas y demandas, pasando ciertas medidas en la 17ma Asamblea Anual las cuales no tenían base bíblica y eran desagradables al Espíritu Santo, y

Por cuanto, uno de estos hombres fue directamente hacia nuestro intérprete y lo intimidó de tal manera que él se sintió en estado muy miserable durante toda la Asamblea, dicho hombre se atrevió a darle órdenes de manera amenazante a fin de que no intentara dar alguna interpretación durante toda la Asamblea, y Por cuanto, estos hombres intimidaron a uno de los comités de forma tal que no pudieron actuar en la capacidad de hombres libres ante Dios, impidiéndoles el que hicieran sus reportes ante la Asamblea como ellos lo deseaban, y Por cuanto dicho J. S. Llewellyn, en un discurso de dos horas o más de duración ante los Once y Setenta en una sesión combinada, usó palabras y términos con la intención de tratar de destruir la reputación del Supervisor General y su familia, tales expresiones fueron impropias de un caballero, o de un embaucador político y mucho menos de uno que profesa la religión cristiana".

Las acusaciones continuaron para procesar estos tres hombres como "contenciosos", ineptos para ser obispos" e "inhábiles para tomar parte activa en el gobierno de la Iglesia de Dios". Los cargos aconsejaban al Concilio (consejo) que "estos hombres deberían ser despojados de toda posición de honor y confianza en la Iglesia de Dios, y que se les acusara de desleales, presentando tales cargos en las respectivas iglesias locales donde estuviera su membresía, a fin de la Iglesia tomar acción". Después de discutir estos cargos por cerca de diez horas, el asunto fue dejado en las manos del Supervisor General y nueve de los ancianos para su consideración. Por alguna razón desconocida, se decidió posponer la acción contra tales cargos hasta que la acusación contra el Supervisor General pudiera ser resuelta.

Cuando la cuestión sobre el Supervisor General fue presentada para su discusión por el concilio, A. J. Tomlinson entregó su cargo. El hizo esto no sólo porque le fuera pedido, sino porque hubo un mensaje en lenguas y la interpretación les amonestó a que se sometieran los unos a los otros. Uno de los ancianos fue entonces escogido para moderar el Concilio (consejo o junta) hasta que la acusación pudiera ser discutida

Durante diez días. El Supervisor General nunca fue Invitado para defenderse a sí mismo o a dar clausura oficial a la sesión. Durante varios días, aquéllos en oposición al Jefe Ejecutivo intentaron ganarse a todo el cuerpo de ancianos. Después de fracasar en su intento, ellos despidieron la junta sin conferir al Supervisor General el privilegio Y derecho de su presidencia. La cuestión en debate sobre el gobierno teocrático iba erigiéndose hasta su clímax. Algunos de los más desafiadores estaban tomando osadamente los asuntos en sus manos. La gran apostasía estaba a un paso de hacerse una realidad.

La ruptura final ocurrió el 24 de julio de 1923. El Supervisor General, siendo el Jefe Ejecutivo de la Iglesia de Dios, citó a otra junta para completar la obra de la junta del 12 de junio. Desafortunadamente, diez de los ancianos no quisieron presentarse a esta oficialmente denominada Junta de Ancianos. A través de este acto públicamente desafiante, ellos escogieron andar su propio camino y se apartaron de la Iglesia de Dios de la Biblia. La úlcera de la contención se había estado enconando por varios años y finalmente con el llamado Consejo de Ancianos del 24 de julio de 1923. No había nada más que hacer excepto el declarar aquellas posiciones ocupadas por los ancianos rebeldes como vacantes. Esto fue oficialmente hecho en la reunión del Consejo del 24 de julio.
El Consejo no sólo declaró tales oficios vacantes, sino que rechazó la Constitución. El instrumento de destrucción había tenido a la Iglesia de Dios en sus garras por solamente un corto período de tiempo. Sin embargo, ésta fue una experiencia muy tajante para la Iglesia. El único recurso de información que los miembros de la Iglesia de Dios en el campo recibían era la revista el Evangelio de la Iglesia de Dios, la cual era editada por J. S. Llewellyn. Podemos imaginar hasta qué punto ellos serían mal informados. En tiempos tan caóticos, los miembros de la Iglesia de Dios inocentes de lo que ocurría, recibieron todo menos la verdad expresa. La Iglesia estaba siendo sacudida de por sí, tratando de encontrar las antiguas y verídicas sendas de la teocracia. En el campo, quienes habían mostrado su respeto, amor y confianza unos cuantos meses atrás al Supervisor General, habían sido mal informados mientras laboraban ingenuamente cumpliendo con sus deberes en el campo. La Constitución, el instrumento de la codicia del hombre por el poder, estaba teniendo sus estertores de la muerte. Estaba para morir, pero se llevaría consigo aproximadamente 15,000 miembros de la Iglesia con ella.

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